CAMINEO.INFO “¿Por
qué ves la brizna en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga en el tuyo?”
“¿Por
qué miras al otro con esta mirada inquisidora, que juzga, que quiere encontrar
defectos (la brizna), cuando tú estás lleno de defectos y de pecados?”
Palabras
que nos hacen bajar la cabeza… y reconocer que lo hacemos… que caemos... que
juzgamos y criticamos, ya sea de palabra o de pensamiento.
Jesús
nos invita a tener una mirada benevolente porque nadie es perfecto, nadie lo
puede hacer todo bien, el error nos acompañará siempre, todos tenemos puntos
débiles, maneras de ser peculiares. Jesús nos invita a tener un mirar
benevolente, porque nunca conocemos del todo las circunstancias del otro,
porque la crítica, ya sea exterior o interior, no sirve de nada, no aporta
nada, no construye, y perjudica al otro y a uno mismo... Mirar benevolente...
¡Pedir
la gracia de no ver briznas en los demás y si las vemos que nos recuerden
nuestras vigas! En las puertas de la Cuaresma, también podemos pedir la gracia
de descubrir nuestras vigas.
La
segunda gracia que nos quiere conceder Jesús es respecto los frutos. A veces,
ha pasado que se ha menospreciado el tema de los frutos, lo que hacía falta era
sembrar, lo que hacía falta era ser fiel, pero, los frutos no aparecían
demasiado...
Las
palabras de Jesús no van por este camino. Y Jesús habla bastante del tema de
los frutos:
. “Cada árbol se conoce por su fruto”,.
. El pasaje de la higuera que Jesús maldice
porque no da frutos.
. “Yo os elegí a vosotros, y os he destinado
para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca”. (Jn 15,16)
. “En esto será glorificado mi Padre, en que
deis mucho fruto”. (Jn 15,8)
. Parábola de los talentos, donde los
administradores son llamados a dar fruto, a hacer trabajar los dones recibidos.
Hasta
cincuenta y cinco veces aparece la palabra “fruto” o derivados, en el Nuevo
Testamento.
¿Por qué Jesús insiste tanto? Porque
es al traducir nuestra fe a la vida, a dar fruto, que nuestra fe se hace viva.
La fe sin obras es una fe muerta. Dios nos exige el fruto porque dándolo allí
encontramos la vida auténtica. Como que la fe sin frutos, sin obras, es una fe
muerta, Jesús nos exige con vehemencia la necesidad de dar frutos.
Jesús
con estas palabras parece que nos lance la pregunta: “¿Qué frutos estás dando?”
En nuestra plegaria personal preguntémonoslo: ¿Qué frutos estoy dando?
Respondamos
a la luz de Mt 25, juicio final, las obras de misericordia, o a la luz del gran
envío“... haced discípulos míos...” (Mt 28, 20)
Si
en la plegaria al preguntarnos ¿Qué frutos estamos dando? vemos poca cosa... no
nos inquietemos, que Jesús no nos quiere desasosegados. Entonces, hagamos
diálogo con Jesús a partir del tema de los frutos: ¿Dónde puedo dar fruto?
¿Cómo puedo dar fruto? Y en esta situación delicada... ¿qué quiere decir dar fruto? Es un tema bonito para dialogar
con Jesús... Él que nos dice que “cada
árbol se conoce por su fruto”.
Y
en este diálogo Jesús nos mostrará en qué aspectos podemos dar fruto, dónde
hacerlo, cómo hacerlo,... Y la plegaria nos llevará a entender que sin él nada
no podemos... y que todo es una gracia que hemos de pedir... y que cuando
intentemos alguna cosa, él será con nosotros, ayudando, iluminando, animando...
Jesús
acaba su exhortación diciendo: “...pues
de la abundancia del corazón habla la lengua”. Si Jesús está en nuestro
corazón, él mana por nuestra boca. Y lo hace de una manera natural, o mejor
dicho sobrenatural. No es natural hablar de Jesús en nuestra sociedad, sino una cosa muy sobrenatural...
Si
Él está, en nuestro corazón, de una manera intensa, entonces, él desborda del
corazón y mana por nuestros labios...
Es
como cuando llenamos el vaso de agua, llega un momento que vierte. Un poco de
agua no vierte, cuando hay mucha, sí que vierte.
No
hace falta que sólo Jesús esté..., hace falta que esté muy presente... tanto,
que mane espontáneamente de nuestros labios... Pidámosle que se haga más
presente en nuestros corazones. Amén.