CAMINEO.INFO.-
El
evangelio que cada domingo proclamamos en nuestra asamblea hace falta que lo
confrontemos con nuestra vida.
(El evangelio dice esto •, yo vivo
así • , a ver si encajan evangelio y vida)
Este
evangelio está llamado a mostrarnos que la propuesta de Jesús no la vivimos del
todo. Este evangelio nos mostrará a todos que nos queda mucho camino para amar
al estilo de Jesús. Voy comentando las frases principales para que vaya
penetrando en nuestro interior la fuerte interpelación de este evangelio.
“Amad
a vuestros enemigos”.
En la historia de la Humanidad nunca nadie ha hecho una propuesta tan sublime
como ésta. Podría ser un resumen perfecto del mensaje de Jesús. Este amad a
vuestros enemigos, tendría que ser nuestro distintivo.
Lo
primero que uno piensa, yo no tengo enemigos, soy muy buena persona...
Entendamos la palabra “enemigo” en un sentido amplio: el vecino que nos
critica, aquel familiar que nos va tirando puyas, aquel amigo “independentista”
o no “independentista” que como no piensa como yo, ya no lo miro igual, el
sacerdote que un día dijo una cosa que no me gustó, y ya le he puesto una cruz,
aquel conocido que antes me saludaba y ahora no lo hace, los musulmanes, los
africanos, los políticos (que difícil amar a los políticos)... Y ante todos éstos, Jesús no dice “pasad de
él”, no dice “no les habléis”, no dice “ignoradlo”, no dice “respetadlo”. Jesús
dice “amadlo”.
Amar
es muy diferente de respetar, ignorar, o no hablar... ¡Amar es amar! ¡Y esto es
perfectamente posible...!
Jesús
hoy nos llama a revisar nuestras relaciones. Porque en muchas, es posible que
utilicemos el criterio de “no hacer el mal”, pero, Jesús hoy nos dice: “Haced
bien a los que os aborrecen”.
Hacer el bien a quien no nos ama... Pensad la última vez que hicisteis el bien
a alguien que no os ama..., ... Nosotros a quien no nos ama no lo amamos. En
este sentido somos mucho del mundo. No les odiaremos, porque esto,
evidentemente, no es nada cristiano, pero, tampoco les haremos el bien. Más
bien, se nos escapará alguna crítica. En cambio, Jesús nos dice...
“Bendecid
a los que os maldicen”.
O sea, ellos nos maldicen, nos desean mal, dicen mal de nosotros, y nuestra respuesta ha
de ser bendecir (que quiere decir: decir bien). ¡Y esto es perfectamente posible...!
Volvamos
a hacerlo: pensemos en alguien que nos haya criticado y que nuestra respuesta
haya sido hablar bien....,... Palabras muy interpeladoras, las que hoy sentimos
en boca de Jesús.
“Orad
por los que os calumnian”.
Nosotros cuando somos ofendidos, contraatacamos de palabra o de pensamiento, y
nos queda un rencor hacia el que nos ha ofendido. Y Jesús nos dice que recemos
por él. ¡Y esto es... perfectamente posible...! Miremos nuestro interior...
Hay
un común denominador en todas estas expresiones. Jesús nos pide que nosotros no
paguemos con la misma moneda. Hemos de superar el “ojo por ojo” “diente por
diente”. ¡Y esto es perfectamente posible...!
Muchas
veces actuamos por acción-reacción: si no nos hablan, nosotros no hablamos, si
nos ignoran, nosotros ignoramos, si nos ofenden, nosotros ofendemos, si no nos
ama, nosotros no lo amamos, entonces, señores y señoras estamos en el Antiguo
Testamento, y no hemos entendido el núcleo del mensaje de Jesús.
Jesús
en este evangelio lo ha querido dejar tan claro que continua diciendo,
recalcando la misma idea: “Si amáis a los que os aman, ¿qué gracia tendréis?
Porque los pecadores aman también a quienes los aman”.
Reconozcámoslo, nosotros muchas veces, sólo amamos a los que nos aman, que es
lo que hacen los paganos. ¿Qué mérito hay aquí?,...
“Y si hacéis bien a los que os lo
hacen, ¿qué gracia tendréis? También los pecadores hacen lo
mismo”. Nosotros muchas
veces sólo hacemos el bien a quien me hace bien, que es lo que hacen los
paganos, ¿qué mérito hay aquí?
Este evangelio nos
puede ayudar a hacer examen de conciencia. Ante este evangelio (“amad a
vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os
maldicen y orad por los que os calumnian”), ¿quién puede decir: “yo no me
encuentro pecados”?
Ante
un evangelio como éste es necesario que constatemos nuestras debilidades,
nuestras carencias, porque entonces, nos sentimos pobres, necesitados del
auxilio y la salvación del Señor, y esto nos hace acercarnos a Jesús,
encontrarnos con él, enraizarnos en él. Y entonces, y sólo entonces, es
perfectamente posible vivir todo lo que Jesús nos propone. Que así sea...