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La primera lectura es sumamente
emocionante… Pero para entenderla es necesario explicar su contexto. Así
podremos entender su profundidad y su belleza.
El pueblo de Israel vuelve del exilio, de
la deportación que ha vivido en Babilonia. Los asirios les vencieron y los
deportaron, se los llevaron a Babilonia, allí han estado muchos años, lejos del
templo, lejos de la tierra prometida, lejos de su Dios.
Guiados por Nehemías, que era el
gobernador, empiezan la reconstrucción de las murallas y del templo. Y haciendo
obras en el templo encuentran el Libro de la Ley. Encuentran el libro que
relata la alianza de Dios con su pueblo, el libro que relata la liberación de
Egipto, la alianza en el Sinaí, los cuatenta años en el desierto, es el libro
que relata sus fidelidades y sus infidelidades.
La descripción de cómo se lee el libro
encontrado es impresionante. Y es una luz potentísima para nosotros para vivir
mejor la Palabra de Dios.
• El
pueblo es convocado, acuden todos (hombres, mujeres y criaturas capaces de
entenderlo)
• La
lectura se prolonga de la mañana al mediodía.
• Se
prepara una tarima de madera especialmente para proclamar la palabra.
• Se
organiza un equipo de levitas para ir exponiendo el sentido de lo que se leía.
• Se
inicia la lectura... se ponen de pie ante el libro y se postran con la frente
en el suelo y adoran a Dios.
• Al ir
escuchando el pueblo se emociona.
Lloran al darse cuenta de su infidelidad.
Lloran porque desconocían tantas cosas que
Dios había hecho por ellos.
Lloran al palpar el amor de Dios hacia
ellos, pecadores.
• La
lectura acaba con una exhortación a la alegría, a celebrar un banquete. Porque
la acogida de la palabra de Dios que han hecho hace de éste un episodio gozoso.
El pueblo de Israel vemos como han hecho
experiencia de lo que hoy hemos repetido en la respuesta al salmo: “Tus
palabras, Señor, son espíritu y vida”. Por eso se postran, por eso
escuchan, por eso lloran, por eso se alegran. Porque experimentan la palabra de
Dios como “espíritu y como vida”.
Aprendamos de esta escena: a aproximarnos
a la Palabra, a pasar tiempo delante de ella, a que tenga en nuestra vida el
espacio debido, a entender que se dirige a nosotros, que no nos cuenta cosas
que pasaron, sino acontecimientos de nuestra vida. Hoy cada uno de nosotros
está en esa sinagoga en la que Jesús ha hablado, lo que ha dicho a cada uno de
nosotros lo dice. Probadlo y veréis maravillas en vuestra oración personal.
La Palabra, el Evangelio, no es como otro
libro. Dice el Concilio Vaticano II: “La
persona de Cristo es la que continua hablándonos hoy cuando se leen las
Escrituras”. San Agustín: “El evangelio es la boca de Jesús”.
Cristo nos espera allí, en la Palabra, dispuesto a
hablarnos, a iluminarnos, a darnos paz, sabiduría, coraje, y todo lo que
necesitemos. No dejemos de acudir a la cita con él.
Mirad las palabras que Jesús utiliza para
hablar de su mesianismo, de su tarea hacia nosotros: “El Espíritu del señor
está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el evangelio
a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la
vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del
Señor”.
Resumiendo su misión se sintetiza en
cinco palabras: Buena Nueva, libertad, luz, liberación, año de gracia.
No podemos estar lejos de Jesús que nos
quiere dar regalos tan fabulosos. No podemos estar lejos de su Palabra a través
de la cual, Jesús nos quiere dar regalos tan fabulosos.
Sus palabras no son una bonita composición
poética. Sus palabras son una realidad... Esto es una realidad que está cerca
de nosotros y que se hace presente en nuestra vida cuando le abrimos el
corazón, cuando rezamos, cuando leemos el evangelio.
Dialoguemos ahora con Jesús qué papel ha
de tener el evangelio en nuestra vida...