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Es una pena que hablemos del Antiguo
Testamento cuando la traducción más acertada y más significativa para nosotros,
habría sido hablar de Antigua Alianza, antiguas alianzas. La palabra testamento
no nos dice nada, en cambio la palabra alianza es muy sugeridora. Un Dios que
hace alianza...
La primera lectura nos habla de la
alianza que Dios quiere hacer con el Pueblo de Israel. El texto es un canto,
una poesía, que expresa el amor de Dios hacia
su pueblo. Empieza diciendo: “Por amor de Sión no callaré”. Y
empieza a expresar muy poéticamente este amor de Dios hacia su pueblo. Ama
tanto su pueblo que no puede callar, no se puede alejar, no puede dejar de
bendecirlo, de protegerlo, de amarlo, de implorar que vuelvan a Él.
Todo esto que Dios dice al Pueblo de
Israel nos lo dice a nosotros. ¡¡Recordémoslo siempre!!
Acaba la primera lectura presentándonos a
Dios como el novio, el pueblo como la novia, y Dios que está contento de tener
la novia. Es un texto profético que nos habla de la alianza esponsal que
Jesucristo hará con nosotros.
Y a partir de Jesucristo hablamos de
Nuevo Testamento, cuando la traducción más correcta habría sido Nueva Alianza.
Las Antiguas Alianzas son las hechas con Noé, Abraham, Moisés,... y la Nueva y eterna
alianza es la hecha por Jesucristo. En la consagración del vino, el sacerdote
dice: “...porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y
eterna…”. Con Jesucristo se
inicia una nueva y eterna alianza por la cual somos miembros de la familia de
Dios, somos hijos en el hijo. No puede haber honor, gracia, regalo, alianza,
más grande que ésta. Es necesario que nos lo repitamos en la oración: “Soy
miembro de la familia de Dios...”.
Ya sabéis que la primera lectura y el
evangelio siempre están relacionados de alguna manera. Esta relación nos ayuda
a descubrir que la boda de Caná es un símbolo, de la alianza de Dios con su
pueblo, una imagen de la boda definitiva de Dios con su pueblo.
Tres ideas breves, tres gracias, de este
evangelio:
La primera: Jesús hace llenar seis
tinajas de piedra destinadas a las prácticas de purificación que, según
los estudiosos de la época, tenían
capacidad, cada una, para cien litros de agua. Dos preguntas surgen: •la primera
¿por qué llena estas pilas destinadas a la purificación y no las ánforas
normales destinadas a servir el vino?, • la segunda ¿por qué llena todas las
tinajas, las seis, y hasta arriba, si está claro que con la mitad de una
tendrían bastante?
El resultado es que Jesús convierte unos
seiscientos litros de agua en seiscientos litros de vino. El evangelista nos
comunica las medidas detalladamente (seis tinajas, con capacidad de unos cien
litros cada una, “las llenaron hasta arriba”).
La intención del evangelista es que queden claras las cantidades porque
con todo esto nos está diciendo alguna cosa: estas cantidades desproporcionadas
nos hablan de la salvación que Jesucristo nos viene a llevar: una salvación
desbordante, que sobre abunda lo que podemos esperar.
Este texto y otros nos están
manifestando, a través de les cantidades, que el don, la gracia de Dios, su
salvación, su amor no tienen medida. Se comunican de una manera desbordante.
Por esto os he dicho algunas veces: “Dios
quiere hacer maravillas en vosotros”. Porque es la manera de Dios de hacer las
cosas. Esta sobre abundancia la vemos en los santos... y la podemos ver también
en nosotros...
La segunda idea que hay que destacar hace
referencia al “vino bueno”. La presencia de Jesucristo es una presencia
transformadora, transforma las cosas en “mejor”. Jesús se manifiesta a través
del mejoramiento. Jesús nos quiere mejorar a nosotros, que somos un vino
normalito (algunos bastante aguado), en el mejor vino. Jesús es también el vino
bueno, no se puede comparar a otros vinos, y quiere que nosotros lo seamos. La
presencia de Jesús en nosotros ha de provocar novedad, cambio, mejora.
La tercera idea que quiero comunicaros
surge de la pregunta: ¿Cómo recibiremos la salvación desbordante, cómo seremos
transformados/mejorados por Jesucristo? La respuesta nos la da María: “Haced
lo que él diga”. La condición de posibilidad, lo que hace posible que
recibamos la salvación desbordante, lo que hace posible ser transformados
es obedecer la palabra de Jesús,
obedecer la Palabra de Dios.
¿Pero, cómo la obedeceremos si no la
conocemos? ¿Y cómo la conoceremos si no la meditamos? ¿Y cómo la meditaremos si
casi nunca la leemos? Resumiendo, que
nos es necesario acercarnos, aproximarnos, a la Palabra de Dios para hacer lo
que Él nos diga. Así su salvación desbordante se hará
presente en nosotros.