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Seguramente este evangelio os ha “sonado” mucho... Ahora
hace un mes leímos un evangelio parecido... Jesús preguntaba a sus discípulos
qué discutían por el camino y ellos callan, porque por el camino habían
discutido cuál sería el más importante. Y, entonces, Jesús dijo: “Si alguno quiere ser el primero,
que sea el último de todos y el servidor de todos”. Y después puso un niño
en medio de ellos. Esto pasaba en el capítulo 9 de Marcos.
Jaime y Juan no lo debían acabar de entender del todo,
porque en el capítulo 10 aparece el evangelio que acabamos de leer. Y lo que
ahora diré es todavía más grave para Jaime y Juan, y es que estamos ya situados
en las puertas de la entrada de Jesús a Jerusalén. Por tanto, después de unos
tres años de estar los discípulos con Jesús.
Vuelvo a decir lo que decía: que aquellos que hace tres
días estaban pescando sardinas en el lago, un tiempo después aparecen
discutiendo “si pueden sentarse uno a la
derecha y el otro a la izquierda” en el reino de Jesús. Y, entonces, decía: Todos somos así, no nos engañemos... Es nuestra tendencia natural, que es una
tendencia de muerte. Y es una tendencia fortísima contra la que hemos de
luchar. Es la tendencia al egocentrismo, a estar centrados en nosotros mismos,
es el egoísmo, el yo, yo, yo... es el
deseo de honores, de aplausos, de felicitaciones, es el deseo de poder, gloria,
admiración, ...
Esta reiteración en la escena, que pase después de tres
años de vida con Jesús, a nosotros nos lanza un mensaje: ¡¡Vigilemos!! ¡¡Seamos
muy humildes!! ¡Pidamos mucho la gracia de Dios! Si los discípulos que
estuvieron tres años con Jesús se equivocan, tienen criterios errados al final
de estos tres años, con más motivo nos puede pasar a nosotros lo mismo. ¡No nos
creamos que lo hacemos todo bien! Escuchemos cada palabra de Jesús como si
fuera la primera vez que la escuchamos.
“...ser
servidor… ser esclavo de todos… servir a los demás... dar la vida por todos los
hombres”.
En la oración de esta noche, pidamos la gracia de
vivirlo, cada día un poco mejor. Vivirlo es una gracia que nos hace falta
pedir, ¡impetrar!
Y es necesario hacerlo con el convencimiento de que en
este camino encontramos la vida verdadera... Es la constante paradoja del
evangelio: parece que pierdes la vida, porque la estás dando, ¡y en realidad la
encuentras!
Segunda idea: Jaime
y Juan presentan a Jesús sus aspiraciones, aquello que les parece más
importante... ¿Qué es lo más importante en tu vida? ¿A qué aspiras ahora en tu
vida?...
“Jesús yo deseo vivir una vida tranquila,
como jubilado, ayudando de vez en cuando a mi hija y mis nietos”, plantéale
a Jesús a ver qué te dice... Los discípulos plantean a Jesús sus aspiraciones,
plantéale tú también las tuyas... a ver qué dice... Quizás te dice: “sí, pero,
de otra manera...”
“Jesús yo estoy contento de cómo va todo,
estoy en un buen momento, que nada no cambie”. Plantéale a Jesús a ver qué
te dice. Pero, quizás, te dice: “tu
marido y tus hijos pasan de mí, y tú
dices ¡que estás contento y que no quieres que cambie nada!. ¿Tú, qué evangelio
has leído?”
En el evangelio
vemos como los discípulos se dejan corregir de su mentalidad no evangélica.
Presentemos nuestras
aspiraciones/proyectos al Señor y dejémonos corregir, dejemos que él diga la
suya a nuestra vida.
Respecto a aquello
que es importante en tu vida, a qué aspiras en tu vida... me decía, no hace
mucho, un acogedor de prometidos, que hacen los cursos prematrimoniales, que a
la pregunta de ¿qué es lo más importante en tu vida?, cada vez menos personas
respondían: el amor. Daban respuestas de aquello más originales, pero, la
palabra “amor” ¡ya no aparecía! Una sociedad donde el amor va desapareciendo,
es una sociedad donde se va oscureciendo la verdad del hombre.
“Dios es amor”,
nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, lo cual quiere decir que
nosotros “somos amor”. Quiere decir que crecemos como personas, que maduramos como personas, que
entramos en el camino de la felicidad personal, en tanto ¡cuanto amemos!
Nuestra estructura antropológica es ser “hombre-para-los-demás”.
Por esto, al vivir
la paradoja del evangelio, nos lo jugamos todo, nos jugamos nuestra felicidad.
Porque para ser verdaderamente feliz, sólo hay un camino: amar de verdad, al
estilo de Jesús. Amén...