CAMINEO.INFO.-
EZEQUIEL 17, 22-24
Salmo 91, 2-3. 13-14. 15-16
CORINTOS 2Cor 5, 6-10
MARCOS 4, 26-34
Estas dos parábolas del Reino nos hablan de la vida
cristiana, y nos dan una visión muy correcta y positiva de la vida cristiana. Nos
plantean un tema capital del cristianismo: la acción del hombre y la acción de
Dios. Distingo tres momentos, cómo dan entender las dos parábolas
1. Sembrar: El hombre planta la semilla, “…un hombre que echa simiente en la tierra”.
Somos nosotros que al abrir el corazón a Dios, plantamos semillas. Somos nosotros
que nos damos cuenta que nos hace falta hacer un paso más, y plantamos semillas:
la semilla de la oración, la semilla de los pobres, la semilla del servicio...
plantamos semillas y, entonces, hemos de pedir a Dios que las haga crecer.
Nosotros nos abrimos a Dios, nos llenamos de deseos hacia
las cosas de Dios y hacia las enseñanzas del evangelio, pero, después es Dios
quien hace crecer.
A veces, las semillas nos las plantan otros: como cuando éramos
pequeños y nuestros padres nos enseñaron a rezar las tres avemarías antes de ir
a la cama. Una semilla pequeña, muy pequeña, como la del grano de mostaza, pero
que fue creciendo, y creciendo... hasta
dar fruto y transformar nuestras vidas. Qué semilla tan pequeña y qué
fruto tan grande ha dado.
También nosotros estamos llamados a plantar semillas, pequeñas,
sencillas, en el corazón de los que nos rodean. Enseñar a rezar a los nietos: por
ejemplo, estos días dar gracias por el curso que han vivido, por todas las cosas
buenas que les han pasado, pedir que Dios bendiga el verano, que esté lleno de
cosas que les hagan crecer. Plantar semillas...
Nosotros plantamos semillas, Dios ya las hará crecer. Y esto
enlaza con el segundo momento después de la siembra: el crecer.
2. El crecer. Este punto es muy, muy, importante. La semilla
crece sin esfuerzo, sin trabajo: el crecimiento de la vida cristiana es gracia,
es don, es regalo. ¡Él ha de darlo todo! No es un esfuerzo nuestro. No es una
conquista nuestra. Él ha de darlo todo. Y nosotros, lo que hemos de hacer es,
fundamentalmente, esperar. Esperar que nos haga crecer, desear este crecimiento.
¿Cómo nos hacemos santos? Recibiendo los dones divinos. Irse
santificando, es ir recibiendo los dones divinos.
El otro día una jovencita de segundo de ESO, me hizo una
entrevista. Y una de las preguntas era: ¿Cuál es tu objetivo en la vida? Yo le dije:
“Ser santo”. ¿Y qué es ser santo? Alcanzar la plenitud absoluta del desarrollo
de la personalidad.
Y esto el hombre no lo puede hacer todo solo... ¡¡es un
don!! ¡¡Es una gracia!!
Es la experiencia comun de todos los santos: ¡¡todo es gracia!!
¡¡Todo es un don de Dios!! “Él duerme de
noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él
sepa cómo”.
Por ejemplo: rezar es un don, es una gracia. Si te cuesta
mucho rezar, no reces, quiere decir que Dios aún no te ha dado el don... Pero, pídele
el don. Pedir el don y esperar el don, sería sembrar, sería nuestra parte de la
vida cristiana, lo que nos tocaría a nosotros. Y hay un momento donde Dios te
da el don, y rezas sin esfuerzos...
Sembrar sería esperar la gracia de Dios, y después Dios
comunica la gracia, y la hace crecer, hasta dar fruto.
En todo aquello que te cueste en la vida cristiana, ¡¡pide
el don!!
Si una cosa no la puedes hacer con paz, no la hagas. Quiere
decir que no tienes la gracia para hacerla. Porque la vida cristiana va acompañada
de la paz. Pide el don para hacerla.
3. Los frutos, es
un elemento común a las dos parábolas. “...
primero los tallos, luego la espiga, después el grano”. “... echa ramas tan grandes
que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas”. Las dos parábolas
acaban dando fruto, un fruto a favor de los demás. El fruto como aquello que es
el sentido de la semilla, su razón de ser. Todo aquel crecimiento ha de llevar
a algún lugar, ha de tener algún sentido: los frutos.
La gracia de Dios fructifica en nosotros. Seguramente, si
en nuestra vida hay pocos frutos, es porque vivimos un cristianismo muy centrado
en nosotros y poco en la gracia de Dios. El dinamismo natural de la semilla es
dar fruto.
Lo que Dios quiere es que nosotros demos fruto y sea un
fruto abundante... y Dios nos dará la gracia para que así sea. Amén.