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Queridos hermanos y hermanas,
Tan tranquilos que estábamos nosotros, más pendientes del Barça – Madrid que del tiempo de Adviento, cuando, de repente, nos aparece el profeta Juan Bautista con sus palabras ardientes y viscerales.
Y lo que nos viene a decir el profeta es algo que ya nos suena: conversión, “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Y un poco más adelante pone el dedo allí donde duele, diciendo: “Dad el fruto que pide la conversión”.
Ante estas palabras se pueden dar diversas reacciones:
• Pueden molestar. ¡¡Con lo bien que estábamos!!... y, ahora ¿nos hemos de convertir...? pero, si esto es muy difícil...
• Pueden sorprender, no es Cuaresma, qué dice, ahora, éste de conversión...
• Pueden generar indiferencia, total es un profeta que nos lo dice... si no me convierto cuando me lo dice Jesús, imaginaros cuando me lo dice el profeta este, “que llevaba un vestido de piel de camello”. Qué aspecto debía hacer, ¿no?
• Pero, las palabras del profeta pueden generar esperanza en nuestros corazones.
Esperanza, porque refleja un optimismo antropológico. Me explico: cuando nos llama a la conversión, lo hace ¡¡porque cree que es posible cambiar!! ¡¡Está en nuestras manos!!
¡¡Seamos realistas!! ¡¡Nos hace falta la conversión!! ¡¡A todos!! ¡A mí, el primero! Y a cada uno de una manera diferente, pero, ¡nos hace falta!
Y el Tiempo de Adviento, nos dice que nos hace falta la conversión para poder vivir la Navidad de una manera diferente. Para vivir las fiestas navideñas como Dios quiere, nos es necesario hacer algunos cambios.
Si no nos convertimos, viviremos lo de siempre, como siempre, sin novedades. Y éste no es el dinamismo que Dios quiere. Para hacer una nueva experiencia en esta Navidad, para descubrir nuevas luces, para conseguir nuevos compromisos, nos es precisa ahora la conversión...
Y, ¿cómo nos convertiremos?, porque esto es un poco abstracto... dos caminos.
1. Abrir una ruta al Señor, allanarle el camino. Facilitemos un poco más que pueda entrar en nuestros corazones. Revisemos qué podríamos hacer... Cada uno se lo sabe... Dos sugerencias...
Quizás, una cosa tan sencilla como repetir a lo largo del día, la expresión tan bonita del Adviento: “Venid, Señor, Jesús”. Repitámosla mucho, mucho, mucho, hasta que venga...
Quizás, otra cosa tan sencilla como recibir el sacramento de la reconciliación, viernes próximo. ¡¡Nos hace tanto bien, recibir el perdón de Dios a través del sacramento, tiene tanta fuerza!!
2. Esto de cara a llenarnos de Dios. De cara al exterior, vuelvo a lo mismo que decía. Cada uno sabe qué quiere decir conversión para él, ahora, en este momento de su vida.
La oración colecta de la semana pasada decía: “Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras...”
Hoy, San Pablo nos da una buena pista, nos dice: “Acogeos mutuamente, como Cristo os acogió … ”. ¡¡Uuuaaauuuhhh!!
Sea lo que sea, nos hace falta hacer cosas diferentes para poder vivir las palabras que hoy nos dirige el profeta: “Dad el fruto que pide la conversión”.
¡¡El tiempo de espera, nunca es una espera quieta, sin hacer nada!! sino búsqueda dinámica de la conversión de corazón.
Si no, corremos el riesgo de apagar el fuego del Espíritu Santo, y convertirlo en una candela aromática... y no es lo mismo... J
Hagamos silencio...