Si yo pregunto, ¿quién quiere ser pobre y pasar hambre?
Nadie levantará la mano. Pero si pregunto, ¿quién quiere ser rico y comer bien?
Veré muchas manos levantadas, pero esto no acaba de encajar con el evangelio.
¡Vamos a explicarlo!
Las bienaventuranzas y maldiciones que Jesucristo nos
dirige hoy a nosotros son sorprendentes, duras, lejanas (nos quedan lejos, no
somos capaces de hacerlas nuestras). Es necesario que busquemos descubrir qué
nos quiere decir Jesús con este evangelio.
“Bienaventurados los pobres, los que ahora padecéis
hambre, los que ahora lloráis, Hay de vosotros, ricos, ay de vosotros los que
ahora estáis hartos, ay de vosotros, los que ahora reís!”. ¿Qué nos quiere decir Jesús?
La primera lectura y el evangelio se iluminan mutuamente. Hoy, esta
iluminación es fundamental para entender mejor las palabras de Jesús.
En la primera lectura se nos ha dicho: “Bendito quien confía en el Señor y pone en el
Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua..., no teme la llegada del estío, su follaje siempre
está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto”.
Bendito quien confía en el Señor, y pone en el Señor su confianza. Será un
árbol plantado junto al agua. ¡Qué
imagen más potente! ¿Has puesto tu confianza en el Señor? Eres como un árbol
plantado junto al agua. ¡¡Es igual lo que pase (pobreza, hambre, llantos,
persecuciones) tu estarás bien, tu podrás ser feliz!! ¡Ésta es la promesa de
Jesús!
¿Por qué podrás ser feliz? Porque tienes al Señor (el agua viva), porque
confías en su ayuda, porque en él has puesto la confianza. Y si tienes al Señor
ya no te falta nada. Si tienes al Señor ya lo tienes todo: ser pobre, pasar
hambre, llorar, ser perseguido, se vive de otra manera. ¡Si tenemos a Jesús lo
tenemos todo! ¡No hay riqueza comparable! Si tenemos a Dios todo el resto es
secundario...
¿Quién cambiaría a Dios por mil millones de euros? Nadie. Si hemos
entendido quién es Dios, claro... El Ser con mayúsculas, el Amor más grande, el
bien más grande, Él que es la Verdad, la Vida, el Camino, la Luz. “Solo Dios
basta”, “escógeme a mi, que lo soy todo” ¡Si tenemos a Jesús lo tenemos todo!
He hecho cuatro experiencias de misión a Sudamérica, dos a Argentina, una a
Santo Domingo y otra a Cuba. Allá, entre
los pobres, estas bienaventuranzas las he visto hechas vida. En medio del
hambre, la pobreza, e incluso, las persecuciones, los cristianos estaban
felices, porque tenían a Dios en su corazón. ¡Si tenemos a Jesús lo tenemos
todo!
Y desde Europa pueden parecer ignorantes, pero nada de eso, tienen una
experiencia profunda de Dios. Confían en Dios, en su ayuda, en él ponen la
confianza, no en las cosas materiales.
¿Cómo vivimos nosotros todo esto? ¿Lo que voy diciendo cómo nos interpela?
¿Somos como un árbol plantado junto al agua? ¿Confiamos en la ayuda del Señor?
¿Encontramos en el Señor nuestra seguridad?
¿Qué nos pasa? Pues, que nosotros hemos fundamentado, un poco bastante,
nuestra felicidad en las riquezas, el bienestar, las comodidades, en el tener
de todo. Y esto aparta al Señor de nuestras vidas. No el tener riquezas, sino
en poner en ellas la confianza, en poner en ellas el corazón.
Dice el Papa Benedicto en su libro sobre Jesús de Nazaret: “Con Jesús entra
la alegría en la tribulación”. ¡Genial! ¡Si tenemos a Jesús lo tenemos todo!
¿Dónde tenemos plantado nuestro corazón? ¿cuál es el fundamento de nuestra
alegría? ¿tener de todo, comodidades, dinero, una casa bonita, éxito, o tener a
Jesús en nuestro corazón? Es preciso hacernos esta pregunta, mirar nuestro
interior y contestarla... y ser muy sinceros con nosotros mismos.
Recémoslo durante la semana... el otro día me decía una señora que le
costaba recordar los “deberes” que yo ponía, si alguien quiere recibir la
homilía por escrito tengo un grupo de difusión de WhatsApp que la reciben cada
semana.
Seamos como “árbol plantado junto al agua (= Jesús: él es el agua viva)..., no teme la llegada del estío, su follaje
siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto”.
Las bienaventuranzas son la forma de vida de los que plantan su corazón
junto al río de agua viva.