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Encuentro acertadísimo que en
el inicio de un nuevo año litúrgico Dios a través de San Pablo nos diga: “En
fin, hermanos, por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos” ... Qué tono más solemne, como
remarcando la importancia de lo que quiere decir a continuación. “Habéis
aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues proceded así y os
pido que avancéis aun más”.
Dios,
hoy nos dice, “avanzad aun más”. “N,
N, N, te pido que avances aún más”. Hay un tono positivo, motivante. ¡¡Vas
bien, pero sigue avanzando!! ¡¡Qué bonito!! ¡No desoigamos la voz del Señor!
A
partir de aquí surgen dos preguntas: ¿en qué he de avanzar aún más? Sobre todo
en el amor. ¿Y dónde fallamos más? En la familia ... Por tanto, avanzar en el
perdón en la familia, en la paciencia, en la serenidad, en la servicialidad, en
la comprensión del otro. No es fácil. Y segunda pregunta: ¿y cómo puedo avanzar
aún más? ¡¡Por tu propio esfuerzo, no!! ¡¡No seamos voluntaristas!! Hemos de
pedir a Dios la gracia, nos hemos de acercar a Jesús. Porque solos no podemos,
no lo logramos. “Sin mi nada podéis”.
Esta semana en la oración
personal hablemos de todo esto con Jesús. Y Dios responderá, seguro, porque el amor de Dios es perfectivo, quiere
perfeccionarnos, hacernos crecer.
El amor
de los padres hacia los hijos también es perfectivo. Los padres quieren ver
como sus hijos van creciendo en sabiduría, en gracia, en generosidad, en todo.
Dios Padre igual, pero con mucha más intensidad. ¡Nos hace falta situarnos ante
un Dios que nos quiere hacer avanzar, hacer crecer!
Empezamos
el Tiempo Litúrgico del Adviento. El Adviento nos quiere ayudar a vivir, por
las tres venidas de Jesús.
1. La venida histórica de Jesús, (miramos hacia el pasado). Esta venida
nos la hace presente la liturgia en los días de Navidad.
Hoy nos ha sido anunciada en la
lectura del Antiguo Testamento. Y acababa este anuncio diciendo: “Y la
llamarán así: “El Señor es nuestro bien”. Qué expresión más bonita. ¡Fácil
de rezar con ella! Él es el bien más grande, es el bien que nos dará la felicidad y la paz, es el bien que más bien
hará en nuestra vida, es, por tanto, el
bien que hemos de buscar.
2. Venida-intermedia (miramos el presente). Jesucristo nos sale al
encuentro (viene a nosotros) de muchas maneras: en la iglesia, en la liturgia,
en los sacramentos, en los sacerdotes, en los pobres, en los demás, en los
acontecimientos, en los imprevistos...
Este jueves en La contra de La
Vanguardia, había una interesante entrevista a una filósofa, donde hablaba de
cómo vivir los momentos oscuros, difíciles. Habitualmente se recomiendan cosas
para salir de ellos rápidamente, para evitarlos, y ella venía a decir que estos
momentos eran momentos de luz. Cito algunas frases:
“Yo considero que nuestro sufrimiento no
es una señal de que estamos rotos, sino de que somos tiernos, perceptivos e
inteligentes, sentir es una riqueza.
Estar triste o ansioso es sólo un periodo
en tu vida que va y viene. Hay que romper con la positividad tóxica.
Los estados de ánimo sombríos nos dan
acceso al autoconocimiento, la conexión, la compasión, la empatía.
La ira, el enfado, la ansiedad, el enojo son maestros.
Cuando te sientes mal, en lugar de tratar
de distraerte o solucionarlo, siéntate con ello y pregúntate qué está pasando,
por qué te sientes así.”
Jesús cada día viene a nosotros de mil maneras diferentes. También
en tus momentos oscuros y difíciles. Es la venida intermedia.
Las palabras de Jesús en el
evangelio de hoy encajarían con esta venida: “Estad siempre despiertos, rezando
en toda ocasión”. Que no quiere decir no dejar nunca de rezar, sino quiere
decir descubrir, crecer en la consciencia del continuo advenimiento de Cristo
en nuestra vida. Cuando descubrimos a
Cristo en la vida ordinaria, estamos rezando, porque nos situamos en la
presencia de las personas divinas.
3. Venida al final de los
tiempos (miramos hacia el futuro). La Parusía. La liturgia de los primeros
domingos de Adviento se centra más en esta venida.
El evangelio de hoy nos
presenta la venida definitiva de Cristo: “Entonces verán al Hijo del hombre
venir en una nube, con gran poder y majestad”.
Son textos que nos ayudan a
recordar una cosa que pienso que tenemos poco presente: la vida eterna, nuestra vida tiene el mejor final posible.
Somos peregrinos que andamos hacia la casa del Padre.
El
Adviento nos quiere ayudar a vivir las tres venidas de Jesús.
La espiritualidad del Adviento
es la espiritualidad de la esperanza. Pienso que es bonito darse cuenta que
vivir es casi, casi, lo mismo que esperar. Hagamos la prueba: quitemos de
nuestra vida todo lo que sea esperar / proyectar / desear /mirar adelante. Si quitamos
todo esto ¿Con qué nos quedamos? ¡¡Con nada!! La vida sin esperanza es una vida
bloqueada, derrotada, cautiva, rutinaria, repetitiva. Una vida sin esperanza ya
no es vida.
Hace poco hablaba con una joven
que lo estaba pasando mal, y me salió del corazón: “Algún día te casaré”.
¡Enmedio de la oscuridad, introducía una luz, una esperanza, un futuro!
¡¡Necesitamos la esperanza!!
San Agustín: “No hay nada más triste que una vida sin
esperanza”. Y tantos y tantas tienen vidas sin esperanza. ¡¡Seamos
mensajeros de esperanza!!
¿Y cuál es nuestra esperanza? Esperanza de que Él viene,
Él viene a encontrarnos, Él se acerca, Él se hace encontradizo, y deja de ser
un Dios distante, escondido detrás de no sé qué galaxia. ¡Él viene a salvarnos!
¡Adviento es tiempo de esperar todo esto!
Y como que queremos avanzar aún más le abrimos el corazón
diciendo: “¡¡Ven Señor Jesús!!”.