Domingo pasado no
contemplábamos una aparición de Jesús resucitado sino una imagen que él nos
daba de sí mismo: “Yo soy el buen Pastor”. Afirmación que nos habla de un Jesús
vivo y presente en nuestra vida.
Hoy seguimos en esta misma línea: no contemplamos una aparición de Jesús resucitado sino una imagen que nos da
de sí mismo: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”. Una imagen muy
pascual porque también nos habla de un Jesús que vive y que comunica vida.
La figura del Buen
Pastor daba mucho juego, pero Jesús quedaba como alguien que estaba fuera de
nosotros. En cambio, en la imagen de la vid y los sarmientos Jesús está en
nosotros, y ello nos introduce dos temas esenciales del cristianismo, sin los
cuales no se entiende la vida cristiana. ¡Atención!
1. Jesucristo, Dios,
desea la unión con nosotros. ¡¡Dios necesita la unión con nosotros, sin
nosotros le falta algo!! ¿Qué sería una vid sin sarmientos? ¡¡Nada!! ¿Qué
serían los sarmientos sin la vid? Nada. ¡¡Nos necesitamos!! Cuando pensamos en
Dios, pensamos en su deseo de unión con nosotros. Dios se muere de ganas de
entrar en nosotros.
¡¡Es brutal!! ¡¡No
hay ninguna religión que afirme esto!! Cuando reces, lo primero que has de
hacer, al ponerte en su presencia es hacerte presente este deseo de Dios de
entrar en ti. ¡Es muy potente!
Los cristianos desde los inicios entendieron muy bien este deseo de Dios de
unión con nosotros. Por esto San Pablo dice en Gálatas 2,20 “Y ya no vivo
yo, es Cristo quien vive en mí”. Unos siglos después San Agustín, que a
veces quería provocar a su auditorio, decía: “Se puede decir que no somos cristianos, que “somos Cristo”. Y ahora
hace poco más de doscientos años el Cura de Ars decía hablando de Cristo y
nosotros: “Somos dos trozos de cera fundidos
en uno solo”.
En un evangelio tan corto como éste, siete veces sale la
expresión “permaneced en mí” : “permaneced en mí, y yo en vosotros”. “el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la
vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”. “El que permanece en mí y
yo en él…”. “Al que no permanece en mí
lo tiran fuera…”.”Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros…”.
Jesús nos viene a
decir: “quiero vivir en vosotros,
déjame vivir en ti”. Él manifiesta su deseo de unión con cada persona.
2. El segundo tema
que se deduce de esta imagen es que participamos de la misma vida del Cristo.
Aquello que da vida a la vid, es aquello que da vida al sarmiento. La savia alimenta la vid, la savia
alimenta al sarmiento. Vid y sarmiento
tienen un mismo principio vital, aquello que vivifica la vid, vivifica el
sarmiento. Cristo nos comunica su propia vida (= Espíritu Santo).
Él es la vid, si el sarmiento, nosotros, no estamos
unidos a la vid no tenemos vida, es imposible que vivamos, y nos sequemos
(espiritualmente hablando, claro). En el sarmiento la vida le viene de estar
injertada, unida, a la vid, el sarmiento crecerá cuanto más injertada esté en
la vid.
Podemos estar unidos a la vid con una pequeña ramita o
con un buen tronquito. De nosotros depende: cuantos más medios pongamos
(oración, eucaristía, confesión, meditación de la Palabra de Dios, ...) y como
mejor vivamos estos medios más grande será el tronco y más podremos recibir la
presencia de Cristo, la vida de Cristo, el Espíritu Santo.
Hay quien está unido a Jesucristo por una pequeña ramita,
por la cual casi no pasa alimento, y hay quien está unido con un tronco bien
consistente que deja pasar mucho alimento. De los medios que pongamos y de cómo
los vivamos dependerá lo que recibamos...
Resumiendo: Deseo de Dios de la unión con nosotros y participamos del mismo
principio vital que Jesucristo, el Espíritu Santo. Todo esto toca la
esencialidad de la vida cristiana.
De todo esto surgen algunas preguntas: ¿me hago presente
el deseo de Dios de unión conmigo? ¿estamos injertados en Jesucristo? ¿Tenemos
la vida planteada para recibir el alimento que él nos da? ¿Tenemos un deseo de
crecer en esta vida que Jesucristo nos da?
Y para aclarar todo esto, una de las frases de Jesús más potentes de todo
el evangelio: “Sin mí no podéis hacer nada”. ¡No es que sin Dios no puedas mucho, es que sin Dios no puedes nada!
¡¡Lo recibimos todo de él!! Sin él nada. Sin Dios somos unos sarmientos que se
secan.
La vida, la vida verdadera, auténtica,
eterna, la recibimos de Jesús. Él es la Vida.
“Son mí no podéis hacer nada”, ponemos la frase en positivo: “Conmigo lo podéis todo” ¡¡que bonito!! ¡Nos lo hemos de creer!
Que esta eucaristía nos ayude a quedar más estrechamente
unidos a la vid, a Jesucristo, porque sin él no podemos hacer nada y con él lo
podemos todo...