CAMINEO.INFO.- Estamos viendo el
segundo domingo de Cuaresma y en estos inicios es bueno hacernos dos preguntas:
a)
Respecto
de nuestra actitud interior. ¿Cómo va nuestro deseo de conversión? ¿Nuestra
esperanza de convertirnos? ¿Nos sentimos llamados por Dios a la conversión?
¿Nos vemos como pecadores necesitados de conversión?. Es Dios quien nos llama a
la conversión, no podemos desatender su llamada:
b) Respecto a las prácticas cuaresmales:
¿Hemos establecido ya algunos compromisos en las prácticas del ayuno, de la
oración y de la caridad/limosna?. Estas prácticas que nos propone la Iglesia,
inspirada por el Espíritu Santo son vida. Todo sacrificio realizado con verdadero espíritu cristiano nos
eleva, nos santifica. Cada sacrificio hecho por amor es una puerta abierta por
donde la gracia penetra de manera torrencial (recordad el 100 x 1).
Con nuestros
compromisos cuaresmales respondemos a la llamada del Padre a la conversión.
Y estas prácticas
cuaresmales debemos vivirlas con mucha esperanza. Hoy las palabras de San Pablo
nos animan a tener una gran esperanza: “Él que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?”. Si el Padre nos ha dado al Hijo,
cómo dudar de los dones que el Padre nos va a conceder en esta cuaresma. ¡De
eso no podemos dudar!
¡Que esta sea la
mejor cuaresma de tu vida! Dios lo quiere. Ponte tu un poco las pilas: deseo de
conversión, practicas cuaresmales.
Dos ideas breves
sobre la escena de la transfiguración:
Primera idea: Dice
la voz de la nube: “Escuchadlo”. ¡Imposible... vivir la Cuaresma si no
escuchamos a Jesús! ¡Imposible... convertirnos si no escuchamos a Jesús!
¡Imposible!
¿Alguno de nosotros
quiere desobedecer a Dios Padre?... nadie... pues, escuchemos al Hijo...
El Papa Francisco en
una homilía de la transfiguración decía: ”¿Cuáles son
las tareas del cristiano? Tal vez me diréis: ir a misa los domingos; hacer
ayuno y abstinencia en la Semana Santa; hacer esto... Pero la primera tarea del
cristiano es escuchar la Palabra de Dios, escuchar a Jesús, porque Él nos habla
y Él nos salva con su Palabra.”
La
primera tarea: escuchar a Jesús. A la mayoría no nos educaron así: lo primero era ir a misa, lo
segundo era cumplir los mandamientos, y lo tercero confesarte de vez en
cuando... No nos dijeron nada de escuchar a Jesús, de encontrarnos con él, de
tener un trato de amistad con él... El acento era otro.
¡¡Tenemos
que hacer un cambio!! ¡¡Esto es la conversión!! Cambiar para ajustarnos mejor a
lo que Dios quiere. Y Dios quiere que escuchemos al Hijo. ¿Cómo lo escuchamos?
Leyendo el evangelio.
Pregunta
el Papa en esta homilía: “Pero os hago una pregunta: ¿dedicamos un poco de
tiempo, cada día, para escuchar a Jesús, para escuchar la Palabra de Jesús? En
casa, ¿tenemos el Evangelio? ¿Escuchamos a Jesús en el Evangelio, leemos un
pasaje del Evangelio cada día?… La Palabra de Jesús es el alimento más fuerte
para el alma: nos nutre el alma, nos nutre la fe”.
Segunda idea: La
Cuaresma nos cuesta: deseo de conversión, prácticas cuaresmales, escuchar al
Hijo (¡y hacerlo cada día !).
Pero la
transfiguración nos ayuda mucho, nos permite ver hacia donde caminamos, nos da
el sentido final de este camino; queremos transfigurarnos, queremos participar
más intensamente de la divinidad de Jesucristo. Al llegar la Pascua queremos
que la vida del Cristo Resucitado estalle en nosotros.
La transfiguración
nos dice: “venga, venga, que has de participar de la victoria de Cristo
Resucitado”. ¡Date prisa!
Viendo a Jesús
transfigurado hemos de pensar, rezar, pedir: “¡yo también quiero ser
transfigurado, yo también quiero ser transformado, quiero que la vida divina se
haga más presente en mi!”.
Deseemos, perdonadme
la expresión, no ser tan humanos y ser un poco más divinos, no ser tan el
“Francesc Jordana” y ser un poco más como Jesús; limpios, luminosos,
resplandecientes.
¡¡Le hemos de mirar
a él!! ¡Porque es Él quien da sentido al camino cuaresmal...
Jesús transfigurado
no parecía Jesús... Nosotros hemos de esperar una gran transfiguración, un gran
cambio, una gran conversión... que los que nos rodean nos digan “no te reconozco”.
¡¡Es posible!! ¡¡Ánimo!!