Celebramos la Solemnidad de la Sagrada
Familia, que nos lleva a poner el foco en la familia. La familia es un gran
invento. Es algo tan genial que el Hijo de Dios quiso nacer en el sino de una
familia…
De las muchísimas cosas que se podrían
destacar de la familia, yo, hoy, destaco una: el amor incondicional. En la
familia hay un amor que no está condicionado por nada: mientras que el mundo te
dice: te amo si eres guapo, inteligente, tienes salud, dinero, un buen trabajo,
unos buenos contactos, ... en la familia el amor no pone condiciones, no está
condicionado: si sacas malas notas te siguen amado, si eres feo o fea te siguen
amando, si no triunfas te siguen amando, si no tienes salud te siguen amando.
En la familia el otro siempre es digno de ser amado.
La familia es el ámbito del amor
incondicional... y por tanto, del amor verdadero. Por tanto, es en la familia
que aprendemos a amar de verdad... No el amor condicionado del mundo, sinó el
amor incondicional de la familia.
¿Y si el otro es un impresentable,
también lo tengo que amar? ¡¡Sí!! ¡¡Es más, los impresentables los tenemos que
ver como una oportunidad para amar de verdad!! Me explico: es muy fácil amar a
los buenos, a los guapos, a los amables, a los serviciales, pero quien nos hace
crecer en el amor son los impresentables. Los que nos hacen avanzar en el
camino del amor verdadero son los que son difíciles de amar... Los tenemos que
ver como una oportunidad para crecer en la única cosa que nos hará felices:
amar de verdad.
Este amor incondicional es una
participación del amor de Dios, que nos ama incondicionalmente. Dios nos ama
seamos buenos o malos. Vayamos cada día a misa o no pongamos nunca un pie en la
Iglesia. No podemos hacer nada que haga que Dios nos ame menos. Su amor es
incondicional, que no quiere decir que le sea igual lo que hagamos con nuestra
vida.
Llevemos a la oración nuestras
dificultades para amar…dialoguémoslas con Jesús… y pidámosle que nos ayude a
amar como él, incondicionalmente.
Sigamos hablando de la familia, de la
Sagrada Familia…
María y José han recibido un don, a
Jesús, y con ese don un encargo, una misión: educar a Jesús. Este encargo, esta
misión, comporta una autoridad para educar a Jesús, o sea, reciben las gracias
necesarias para educarlo.
También vosotros padres (y también los
abuelos que hacen de abuelos/padres), al recibir el don de un hijo (nieto),
estáis recibiendo la autoridad para educarlo. La autoridad significa que en
unión con Cristo tenéis el auxilio de la gracia de Dios para desarrollar esa
tarea.
Si los padres/abuelos no creen en su
autoridad para educar no podrán educar.
Es esencial que los padres/abuelos crean
que unidos a Cristo tendrán la fuerza y la sabiduría necesarias para educar a
los niños día a día, superando dificultades de toda clase…
Esto es una gran liberación para los
padres. Me he encontrado con muchos padres con dudas ante el futuro educativo
de sus hijos… ”¿cómo lo haremos? ¿y si hace esto, y las amistades y la
adolescencia y si...?”. Yo les digo: “¡¡No
tengáis miedo!! ¡¡Dios os irá mostrando el camino!!
Muchas veces la crisis de obediencia es
primero una crisis de autoridad. Los padres no se creen con la gracia, la fuerza, el don, la sabiduría, para
educar.
Hay una expresión que es la “gracia de
estado”: quiere decir que cada función comporta unas gracias para desarrollar
la función, la tarea: el obispo tiene la gracia de estado para hacer de obispo,
el sacerdote tiene la gracia de estado para… y los padres tienen la gracia de
estado para hacer de padres…
Esta consciencia de la gracia de estado
abre al padre y a la madre a una confianza y esperanza en la acción de Dios por
encima de ellos…
Dos cosas que dificultan
todo esto: a) Tener poco presente en la oración esta dimensión. b) Tener poco
tiempo disponible. El Papa Francisco en Evangelii Gaudium, en el número
setenta, cuando habla de las dificultades para educar y transmitir la fe y
valores, dice: “Algunas
causas de esta ruptura son: la falta de espacios de diálogo familiar”. Atención, primer motivo: “la falta de espacios de
diálogo familiar”, es preciso pensarlo, ¿qué espacios de diálogo familiar de
calidad tenemos?, ¿qué espacios de diálogo padres-hijos? ¿qué espacios de
diálogo entre los esposos? Pienso que nos hace falta apagar pantallitas y
hablar... Sin diálogo de calidad no es posible la educación.