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Encuentro acertadísimo que en
el inicio de un nuevo año litúrgico, Dios a través de San Pablo nos diga: “En
fin, hermanos, por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos”. Qué tono más
solemne, como remarcando la importancia de lo que quiere decir a continuación. “Habéis
aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios, pues proceded así y os
pido que avancéis aun más”.
Dios, en el inicio del año
litúrgico, nos dice, “que avancéis aun más”. Un tono positivo,
motivante. ¡¡Vais bien, pero, seguid adelante!!
¡No
desoigamos la voz del Señor! ¿Cómo? ¿Cómo puedo avanzar un poco más?
Cuando
empieza el año civil mucha gente se hace propósitos. Nosotros al empezar el año
litúrgico es bueno que en el silencio de la oración, en algún momento de
intimidad con el Señor, le preguntemos: “¿Cómo puedo avanzar más?” Es una
pregunta muy bonita. Porqué es una pregunta que denota: confianza en Dios,
esperanza, deseo de crecer.
Y Dios responderá, seguro, porqué el amor de
Dios es perfectivo, quiere perfeccionarnos, hacernos crecer.
El amor
de los padres hacia los hijos también es perfectivo. Los padres quieren ver
como sus hijos van creciendo en sabiduría, en gracia, en generosidad, en todo.
Dios Padre igual, pero, con mucha más intensidad. ¡Nos es preciso situarnos
ante un Dios que nos quiere hacer avanzar, hacer crecer!
Empezamos
el Tiempo Litúrgico del Adviento. El Adviento nos quiere ayudar a vivir, por
las tres venidas de Jesús.
1. La venida histórica de Jesús, (miramos hacia el pasado). Esta venida
nos la hace presente la liturgia en las últimas semanas del Adviento. Cuando se
acerque la Navidad es la venida que contemplaremos más intensamente.
Hoy nos ha sido anunciada en la
lectura del Antiguo Testamento. Acababa este anuncio diciendo: “Y la
llamarán así: El Señor es nuestro bien”. Qué expresión más bonita. ¡Fácil
de rezar! Él es el bien más grande, es el bien que nos dará la felicidad y la
paz, es el bien que más bien hará a nuestra vida, es, por tanto, el bien que
hemos de buscar.
2. Venida-intermedia (miramos el presente). Jesucristo nos sale al
encuentro (viene a nosotros) de muchas maneras: en la iglesia, en la liturgia,
en los sacramentos, en los sacerdotes, en los pobres, en los demás, en los
acontecimientos, en los imprevistos...
Jesús cada día viene a nosotros
de mil maneras diferentes. Es la venida intermedia. Las palabras de Jesús en el
evangelio de hoy encajarían con esta venida: “Estad siempre orando”. Que
no quiere decir no dejar nunca de rezar, sino quiere decir descubrir, crecer en
la consciencia del continuo advenimiento de Cristo en nuestra vida. Cuando
descubrimos a Cristo en la vida ordinaria estamos rezando, porqué nos situamos
en la presencia de las personas divinas.
3. Venida al final de los
tiempos (miramos hacia el futuro). La Parusía. La liturgia de los primeros
domingos de Adviento se centra más en esta venida.
El evangelio de hoy nos
presenta la venida definitiva de Cristo: “Entonces verán al Hijo del hombre
venir en una nube, con gran poder y majestad”. Ya hemos hablado de ella en
los últimos domingos.
El
Adviento nos quiere ayudar a vivir las tres venidas de Jesús.
La espiritualidad del Adviento
es la espiritualidad de la esperanza. Pienso que es bonito darse cuenta que
vivir es casi, casi, lo mismo que esperar. Hagamos la prueba: quitemos de
nuestra vida todo lo que sea esperar / proyectar / / desear. Quitemos todo esto
¿Con qué nos quedamos? ¡¡Con nada!! La vida sin esperanza es una vida
bloqueada, derrotada, cautiva. Una vida sin esperanza ya no es vida.
San Agustín: “No
hay nada más triste que una vida sin esperanza”. Y tantos y tantas tienen
vidas sin esperanza.
¿Y cuál es nuestra esperanza? Esperanza de que Él viene,
Él viene a encontrarnos, Él se acerca, Él se hace encontradizo, y deja de ser
un Dios distante, escondido detrás no sé qué galaxia. ¡Él viene a salvarnos!
¡Adviento es tiempo de esperar todo esto!
Hagamos unos momentos de silencio y preguntemos a Jesús
¿Cómo puedo avanzar más?...