CAMINEO.INFO.-
Hoy Bartimeo se convierte en nuestro
maestro. Iré indicando, siguiendo el hilo de la narración, algunas gracias que
podemos recibir:
• Bartimeo desea ver, tiene un fuerte deseo de
ver. También nosotros hemos de tener deseos fuertes, intensos, si no no veremos
nada. Hemos de tener un deseo fuerte de ver a Dios más presente en nuestra
vida, de ver a Dios más presente en nuestros hermanos, de ver una parroquia que
crece en número y en santidad. Deseos de ver… si no tenemos deseos de ver... no
veremos nada… Sin esperanza, la vida cristiana pierde su aliciente, su sentido
y languidece. ¡El deseo nos impulsa!, como a Bartimeo.
• La gente le dice que calle y Bartimeo no se
deja intimidar y sigue gritando… es más, grita aún
más fuerte. Hoy en día hay muchos que nos quieren hacer callar, muchos que nos
quieren intimidar, muchos que se ríen de nuestras creencias. Nosotros ni caso,
como Bartimeo. Es más, esto tendría que ser un espolón para gritar aún más
fuerte. Fuerte no, no quiero decir ponerse a gritar, sinó estudiar más, rezar más, esperar más.
El
ambiente contrario que hoy en día vivimos puede provocar dos cosas: que nos
dejemos arrastrar o que nos enraicemos más fuertemente en Cristo. De nosotros
depende... que mire cada uno su vida y descubra qué es lo que está haciendo. Si
dejarse llevar o enraizarse más y
más en Jesucristo. ¡Si no lo tienes
claro, quieres decir que te estás dejando llevar!
• Bartimeo dice: “Hijo de David, Jesús, ten
compasión de mí”. Qué oración tan bonita. Partiendo de su pobreza, de su
necesidad, está reconociendo a Jesús como su Salvador y
le pide compasión, que se apiade de él. Exactamente como hemos de hacer
nosotros. Hagamos nuestras las palabras del ciego Bartimeo.
• Jesús
en medio del ruido, de la muchedumbre que le acompaña, el evangelista habla de “bastante
gente”, oye los gritos del ciego. Jesús oye los gritos de los necesitados.
Dos lecturas del hecho: Jesús también oye nuestros gritos. Segunda lectura,
como seguidores de Jesús también nosotros hemos de oír los gritos de los
necesitados. Tantos dramas nos rodean. Hace falta escuchar...
• Jesús dice: “Llamadlo”. Hay unos que
hacen caso a Jesús y van a buscar al pobre, al ciego. Y lo ponen en el centro
de la escena... Hemos de hacer caso a Jesús... escuchar su voz y hacerle caso.
Los pobres en el centro. En el centro de nuestra vida, en el centro de la
Iglesia.
• “Soltó el manto”. En aquel tiempo los mendigos, los que
vivían de las limosnas, tenían una capa que ponían delante de ellos, y la gente
les tiraba el dinero en la capa. Por tanto, la capa es su medio de vida. Este
gesto de tirarla y dejarla atrás habla de la fe de Bartimeo. Pedro, Jaime y
Juan dejan las barcas, Mateo el lugar de la recogida de impuestos, el ciego, su
capa. ¿Y nosotros?
. Jesús
le dice: “¿Qué quieres que haga por ti?” Es la misma pregunta que Jesús
hacía domingo pasado a Jaime y Juan. ¡No es una casualidad! Ellos responden
diciendo que quieren los lugares de honor. El ciego responde diciendo que
quiere ver.
Hoy
nos lo pregunta a nosotros… ¿Qué quieres...?
• “Maestro,
que pueda ver”. A la pregunta de Jesús ¿Qué quieres que te haga? La
respuesta correcta es la del ciego. Nosotros podemos ser como los discípulos
Jaime y Juan que pedimos cosas equivocadas. Y la escena de hoy nos muestra la
respuesta verdadera: hemos de desear ver. Atención: los discípulos pensaban que
veían y no era así, estaban ciegos.
Nos
hace falta reconocer que también podemos ser ciegos, en diversas dimensiones de
nuestra vida, o en diversas circunstancias que vivimos, y hemos de pedir como
el ciego: poder ver. Seamos muy humildes...
• Jesús
le dice: “Anda, tu fe te ha curado”...¿Cuántas veces dice Jesús esta
frase? ¡Incontables! ¿Cuántas veces en el evangelio la fe hace posible lo que
es imposible? ¡Incontables! Por la fe una virgen será madre. Por la fe Pedro
camina sobre el agua. Por la fe tantos enfermos quedan curados. Por la fe
tantos pecadores recibirán la salvación. ¡Por la fe! La fe salva, la fe hace posible lo que es
imposible.
“Todo
es posible para el que cree”,
pidamos más fe... ¡¡y veremos milagros!!
No podemos dudar de la omnipotencia de
Dios. ¡Dios lo puede todo! Si lo hacemos estamos empequeñeciendo a Dios, y
podemos acabar haciendo un Dios a nuestra medida, incapaz de hacer nada.
¡Entonces atamos las manos a Dios!, ¡si lo empequeñecemos, él no puede actuar!
Y Bartimeo “lo seguía por el camino”... Hagamos ahora un momento de
silencio y aprendamos a decir como Bartimeo “Hijo de David, Jesús, ten
compasión de mí”. Amén.