CAMINEO.INFO.-
Leemos la Palabra de Dios para que ilumine nuestras
vidas, con esta actitud es necesario que la escuchemos y la meditemos. Ella nos
indica un camino a seguir, quizás nos parece un camino difícil pero con la
gracia de Dios es posible hacer este camino y vivirlo plenamente.
El hombre rico que corrió y se arrodilló a los pies de Jesús
le preguntó: “¿Qué haré para
heredar la vida eterna?” Este hombre rico siente que le falta alguna cosa.
Siente un vacío en su corazón. Tiene muchas riquezas pero las riquezas no
llenan el corazón. Cumple los mandamientos desde joven, pero siente un vacío,
no se siente pleno y entiende que tiene que haber alguna cosa más... Este vacío
lo pone Dios en nosotros para que le busquemos. ¡¡El vacío es un motor de
búsqueda!!
Es un hombre
valiente: mira su interior, reconoce el vacío, sale al encuentro de Jesús, le
formula la pregunta.
Es bueno hacernos preguntas. Preguntas
profundas. Preguntas sobre el sentido de la vida... ¿cuáles serían estas
preguntas?: ¿quién soy? ¿De dónde vengo, dónde voy? ¿Qué me hará feliz? ¿Qué
sentido tiene mi vida? ¿Qué tengo que hacer para …? ¿Por qué no estoy
alegre? ¿Por qué me preocupo? ¿Qué tengo que hacer con mis bienes? ¿Cómo puedo
amar a “fulanito”? ¿Por qué me cuesta tanto perdonar?
Hemos de hacer como
este hombre del evangelio: Mirar nuestro interior, descubrimos que hay un
vacío, que no nos sentimos llenos, y formulamos a Jesús preguntas. Nos dirigimos a Jesús con nuestros interrogantes.
“Jesús le contestó: Ya sabes los mandamientos: ”. Los mandamientos de
la Ley de Dios no están pasados de moda. No podemos olvidarlos. Jesucristo los
cita como una realidad que hay que vivir. Son como las pistas luminosas que en
la noche nos iluminan el camino. Señales de tráfico.
“Él replicó: -”.
“Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: -”. Estas palabras nos indican que no hay suficiente… los
mandamientos son como una primera etapa.
Jesús le dice: “Vende
lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo”.
¡¡Muchos santos lo
han hecho!!… En esta iglesia tenemos un santo que lo hizo...
San Antonio Abad: era un joven, hijo de unos payeses muy
ricos, cuando tenía dieciocho años sus padres murieron y heredó toda la fortuna. Tenía una hermana más
pequeña que estaba a su cargo. No habían pasado seis meses de la muerte de sus
padres que entra en una iglesia en la que se decía: “si quieres ser perfecto
en el amor, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro
guardado en el cielo. Después vuelve y sígueme”.
A Antonio estas palabras se le clavan en el corazón, parece
como si hubieran sido hechas expresamente para él. Así que fue meditando estas
palabras hasta que un día decidió venderlo todo: casas, campos, muebles,
animales, etc.,... y lo dio a los pobres. Sólo se guardó una pequeña parte de dinero, pensando
en su hermana.
Otro domingo en la iglesia se leyó en el evangelio aquel pasaje que dice: “Por tanto, no os preocupéis, pensando qué
comeréis, o qué beberéis, o cómo os vestiréis. ... Vosotros, buscad primero el Reino de Dios y
haced lo que él quiere, y todo esto se os dará por añadidura”. Al sentir
estas palabras que Jesús le dirigía
vendió todo lo que le quedaba e hizo que unas monjas cuidasen a su hermana y él marchó al desierto.
¡¡Fundador de la vida monacal = monasterios!! Seguidores fundaron dos
monasterios.
Y nosotros… ¿Hemos
de vivir estas palabras “Vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres,
así tendrás un tesoro en el cielo”? ¡Sí!
Me explico. Si somos
cristianos el amor de Dios cada vez llena más nuestros corazones. Ahora nos
llena pongamos cincuenta por ciento, y nos parece muy complicado esto de
vender, pero cuando nos llene ochenta y cinco por ciento, tendremos ganas de
vender cosas a favor de los demás. Cada vez amas más, y más, y más... Llega un
momento que deseas vender cosas que tienes y darlo a los pobres.
Tienes diez
pantalones... piensas qué más puedo vender...
¿¿Difícil?? Sí… pero Jesús ha dicho hoy “Dios lo puede
todo”. ¡¡Nosotros nos cuesta, pero Jesús nos ayuda!!
Nos anima a hacerlo
también las fuertes advertencias que Jesús hace contra les riquezas. Las
riquezas cierran nuestro corazón. Ponemos en ellas nuestra confianza y no en
Dios.
¿Y todo esto dónde
nos llevará? Lo dice Jesús al
final del evangelio: “Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas,
o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el evangelio, recibirá ahora,
en este tiempo, cien veces más”. Qué negocio conocemos que te dé el ciento
por uno. Tú das uno y te dan cien. A Dios no le ganaremos en generosidad.