CAMINEO.INFO.- Jesús no deja nunca de sorprender. Sabemos que Jesús
viene a traer una salvación que es universal, pero hoy esta universalidad coge
un talante muy omniabastante, que lo abasta todo.
Dice Jesús: “El que os dé a beber un vaso de agua,
porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa”. “El que
no está contra nosotros está a favor nuestro”.
¿Qué nos está diciendo? Ningún gesto de caridad queda sin
recompensa. Ningún gesto de amor, de cariño, queda sin recompensa. ¡Qué bonito!
Todos aquellos que hacen el bien, sean cristianos o no lo sean, sean
practicantes o no lo sean, tendrán su recompensa. Todos estamos incluidos en
esta frase.
Si Jesús es tan benevolente, tan misericordioso, tan
integrador, tan abierto, ¿por qué nosotros no lo somos? ¿Por qué ponemos
barreras? ¿Por qué miramos al otro por encima del hombro? ¿Por qué lo juzgamos?
... ...
Estamos llamados a
pensar como Jesús, actuar como Jesús y sentir como Jesús. Por tanto, es
necesario hacer nuestra esta magnanimidad, este deseo de abrazarlo todo.
Al final, esta frase
manifiesta el gran amor de Dios por toda
la Humanidad. El amor de Dios rezuma por cada palabra que sale de la boca de
Jesús.
Que no digamos nunca, ni pensemos nunca, lo que hoy Juan
dice a Jesús: “No es de los nuestros”. ¡Qué expresión tan fea! ¡¡Nos
hemos de sentir hermanos de todos!! ¡¡Todos son de los nuestros!! ¡¡Todos!!
Qué bonita la
realidad que Jesús nos anuncia de que ningún gesto de amor queda sin
recompensa. ¡Qué bonito! ¡¡Todo gesto de amor, tiene recompensa!! ¡¡Crecer en
esta certeza!!
Que también nos hace
pensar en el texto del miércoles de ceniza... Si ayunas... Si haces caridad...
Si rezas... No lo hagas para que te vean, Dios que ve lo que es secreto, te lo
recompensará...
¿Qué quiere decir
que tendrá recompensa?
Yo veo dos
recompensas:
1. Aquí en la tierra
… das un vaso … Jesús te hace el corazón más bueno, más servicial. O Jesús te
da una cosa que le habías pedido, ... Recompensa aquí y ahora.
2. En el cielo. Todo
lo que hacemos nos va encaminando hacia el cielo.
¿Nosotros vemos la
recompensa? No. ¿Nosotros sentimos la recompensa? No… ¡¡pero está!! ¡¡Dios nos
bendice mucho!! ¡¡Y no nos damos cuenta!!
Pasemos a las
sorprendentes advertencias que nos hace Jesús al final de este evangelio: “Si
tu mano te hace caer, cortátela... Si tu pie te hace caer, cortátelo… Y, si tu
ojo te hace caer, sacátelo...”
No hemos de entender
sus palabras en un sentido literal, pero sí tomarnos muy seriamente unas
palabras tan sobrecogedoras. Lo decíamos el otro día ¿cuál debe ser la vivencia
interior de Jesús para expresarse de esta manera? Pienso que si se expresa de
esta manera es porque ve el pecado como el mal más grande para la persona. No
hay nada peor que el pecado. Nada hace más daño que el pecado. Nada rompe más
el plan de Dios que el pecado de los hombres. ¡Lo que hace infeliz al hombre es
el pecado!
Si éste es el sentir
de Jesús también ha de ser el nuestro...
Las palabras de
Jesús son una llamada a dejar cualquier cosa que te haga pecar. Romper
radicalmente con cualquier cosa que te haga pecar. No podemos jugar con el
pecado, ni con las ocasiones de pecado.
Si quedar con las
amigas es ocasión de pecar, no quedes. Si salir de noche es ocasión de pecar,
no salgas. Si el ordenador es ocasión de pecar, no lo abras en ciertos
momentos, o hazlo en un espacio comunitario.
Lo que nos hace
infelices es el pecado. ¡Y con el pecado es preciso romper radicalmente!
Pidamos
a Jesús que nos ilumine con qué nos hace falta romper para no cometer ciertos
pecados...