CAMINEO.INFO.- Vale la pena destacar que cuando se trata del pan de vida, de la
eucaristía, Jesús habla muy claro. Fijaros hoy lo que dice, y es sólo una parte
del discurso del pan de vida del capítulo VI de Juan.
“Yo soy el pan de la vida”. “...el pan que baja del cielo, para que el
hombre coma de él y no muera”. “Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que
coma de este pan vivirá para siempre”. “Y el pan que yo os daré es mi
carne para la vida del mundo”.
Después de escuchar a Jesús ¿¿cómo alguien que se considera cristiano puede
rechazar la eucaristía??... ¿¿cómo??... Sería incomprensible. Si Jesús dice que
es el pan que da la vida, la vida plena, eterna, auténtica, ...¿cómo puedes
rechazar este pan? ¿Cómo puedes mirar de vivir tu fe al margen de la
eucaristía? ¿O participando de ella el domingo que te va bien y que tienes
tiempo?
En tiempo de Jesús el pan era un alimento imprescindible. Cuando había
cosechas de trigo malas, la gente podía morir de hambre. Al decir Jesús que él
es el pan. Hemos de entenderlo también en clave de alimento imprescindible. En
esta línea van sus expresiones. No dejan
ningún tipo de duda.
Pienso que hay dos maneras de vivir la vida cristiana:
a) Yo hago mi camino y en este camino pongo a Dios de la manera que a mí me
va bien. Miro de ser buena persona, rezo un poco cada día. Pero soy yo quien
marca el camino. Yo soy el centro. Se hace lo que a mí me parece mejor. Y si no
voy a misa una temporadita no pasa nada. Porque a mí me parece que no pasa
nada. “Yo hago lo que me apetece”. Y si convivo con mi novio, no pasa nada,
porque a mí me parece que no pasa nada. “Yo hago lo que a mí me parece”. Y si
odio a un vecino, no pasa nada, porque a mí me parece que no pasa nada. Seguro
que encuentro autojustificaciones para odiarlo.
Este camino es muy fácil. Todo es según tus gustos. Hay muchos cristianos
en este camino.
2. La otra manera de vivir la vida cristiana es mirando de hacer el camino
de Dios, no tu camino, no nuestro camino sino el camino que Dios quiere. Aquí
ya no soy yo quien manda. Aquí miro de ser dócil a lo que Dios quiere.
Aquí hago confianza en lo que la Iglesia, que es madre, fundada por Jesucristo, me enseña.
Aquí reconozco que soy un pobre pecador que necesita toda la ayuda posible
que la Iglesia me ofrece.
Aquí Dios no es un sentimiento, sino una opción de vida.
Aquí vivo de la fe, no de las emociones del momento.
Aquí me dejo iluminar por la Palabra, me dejo interpelar por Dios que me
habla.
Aquí, en este camino, la misa tiene un espacio ineludible, innegociable. No
hay domingo sin misa.
Aquí dejo que sea Dios quien lleve el timón de mi vida. Él es el piloto, y
yo soy el copiloto.
¡¡Son dos caminos muy diferentes!! Lo que ayuda mucho a estar en este segundo
camino que acabo de explicar es participar la misa.
Al participar de la misa cada domingo me abro a la Palabra que Dios tiene
para mí aquel día.
Al participar de la misa escucho la homilía, me dejo iluminar por otro.
Al participar de la misa me doy cuenta que no camino solo en la fe, sino que
caminamos en comunidad, que así lo ha querido Dios.
Todo esto me ayuda a descentrarme, a no ser yo el centro. Me ayuda a no ser
yo quien marca el camino a seguir. Y dejar que sea Dios quien marca el
camino...
También se puede venir a misa y estar en el primer camino, pero no creo que
sea habitual. A no ser que vengamos a misa muy poco dóciles, cerrados y
autosuficientes.
En el primer camino, no dejo a Dios ser Dios. Mi Dios es un ídolo que yo me
he hecho. Según mis necesidades, según mi manera de ser, según mis
circunstancias, según mi psicología.
En el segundo camino: Dios es Dios en mi vida. Y este Dios hace que mi vida
sea una vida transformada por la fuerza de Dios... Que así sea...