CAMINEO.INFO.- Vale la pena destacar la gran cantidad de textos del
evangelio que hacen referencia a la misión, a la predicación. Es un tema
bastante reiterativo. Tanto es así que la Iglesia se entiende a sí misma como
esencialmente misionera. Y esto nos ha de llevar a nosotros a entendernos
también como misioneros, enviados a comunicar una Buena Nueva. Hoy las lecturas
nos presentan dos elementos comunes:
1. Dios llama, Dios envía a una misión, a una tarea.
En
la primera lectura llama a Amós a hacer de profeta y en el evangelio envía a
los discípulos a predicar. ¡Dios llama, Dios envía, a ellos y a nosotros! No
podemos leer el evangelio como una Palabra dicha en el pasado. Hoy por esta
Palabra proclamada, Jesús nos envía a la misión. No podemos decir “No” a Jesús.
“No, yo no sé hacerlo”. “No, mis hijos no quieren saber nada”. ¡¡Somos enviados
por Jesús!!
2. A
veces Dios llama a misiones que cuestan, que no gustan demasiado. Cuando escucháis
hablar de misión, seguro que os vienen a la cabeza los hijos y los nietos, y
pensáis ”imposible, este tema está muy complicado”.
Dios
os llama a una misión que no es fácil. Tampoco Amós y los discípulos lo
tuvieron fácil. ¡¡Veámoslo!!
En la primera lectura Amós que era pastor es llamado a
hacer de profeta. Él no lo ha buscado, él no lo ha querido, él no formaba parte
de ninguna escuela de profetas. Pero, él que escuchaba al Señor y quería
cumplir con su voluntad entiende que el Señor le pide hacer de profeta y hará de profeta, y será un
gran profeta. La misión no era fácil, pero la llevará a término.
En
el evangelio vale la pena procurar imaginar la escena: hasta aquel momento los
discípulos han seguido a Jesús, no han intervenido, han observado, han sido
unos espectadores de la predicación de su maestro. No han hecho ninguna acción
hacia el pueblo, ni han dicho ninguna palabra.
De repente, Jesús los envía a predicar de dos en dos, es
fácil imaginar su sorpresa, su inquietud: ellos son pescadores, gente del
pueblo, sencillos, no doctos, no sabios, no tienen poder religioso, ni económico,
ni político, son gente sencilla. No se lo esperaban esto.
La misión no era fácil, pero la llevarán a término. Igual
que vosotros, que todos nosotros. La misión no es fácil, pero si hacemos como
Amós y los discípulos, la podremos llevar a término.
En el plan de Dios nosotros somos apóstoles,
evangelizadores, cada uno allá donde está y con los quien está. No podemos
“pasar” de este tema.
¿Y cómo hacerlo?
Primero confiar. Jesús en cada página del evangelio
reclama confianza. Confiar en él. Él envía. Por tanto, él sabe qué hace.
Amós y los discípulos, confían. Cuando Jesús los envía de
dos en dos unos cuantos días y les recomienda no coger nada para el camino (ni
pan, ni alforja, ni dinero, ni otro vestido) es una llamada a la confianza.
A confiar en él que envía.
Confiar en que él nos ayudará. Él nos dará sus gracias
para llevar a término la tarea. Como hace con los discípulos, “dándoles
autoridad”.
Confiar en que él ha tocado el corazón de aquel al que
queremos comunicar la Buena Nueva.
Esta confianza, se amasa, se construye, en la oración.
Si lo intentas, nunca es un fracaso. El fracaso es no
intentarlo.
¿Qué cuesta? ¡Sí! ¡También a ellos!! ¡¡Todo lo que vale
la pena, cuesta!!
Los discípulos hoy predicaban “la conversión”.
Nosotros nos hemos de convertir.
¿Cómo hacer ser apóstoles? primero confiar. En segundo
lugar pedir la luz para vivir aquel evangelio, leído esta semana, que nos pide
tener la astucia de la serpiente, y la prudencia de las palomas. Pedir la
sabiduría para hacer propuestas que combinen la astucia y la prudencia. Cuatro
cosas muy sencillas que me vienen a la cabeza: regalar un libro (tenemos la
librería), regalar una película, ir al cine a ver una buena película, y
hablarlo después, dar algún material de los que tenemos a la entrada, para
gente alejada.
Tercer paso, es rezar por la persona a la que queremos
comunicar la Buena Nueva.
¡¡El fracaso es no intentarlo, no que no nos hagan caso!!
Seamos fieles a la llamada que hoy nos hace Jesús.