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Una vez escuché esta pegunta: ¿Tu crees
que a Cristo se le puede tocar? Me hizo pensar... Es una pregunta clave. Por
que si a Cristo no le podemos tocar significa que Él está en el pasado.
¿Tú crees que a Cristo se le puede tocar?
Yo creo que sí. Y la eucaristía es la prueba de que podemos tocarle. Y hemos de
venir a misa con la confianza de la
hemorroísa. Lo tocaré y quedaré sanado. Hoy podemos tocar al maestro, hoy
podemos quedar curados. Hemos de querer tocarlo. Hemos de querer que nos sane.
Venimos a misa para tocar a Jesús como
hoy lo toca esta mujer. Una multitud toca a Jesús, y tan sólo una queda curada,
porque sólo una lo toca con fe. Podemos ser multitud que toca a Jesús sin fe, o
ser aquel/lla que lo toca con fe.
“Había una mujer que padecía flujos de
sangre...”. La sangre es un
signo de vida. Llevaba años perdiendo vida. ¿Por dónde perdemos nosotros la
vida? ¿Qué nos quita vida?
La enfermedad, la pérdida de vida de la
hemorroísa es lo que le hace buscar al maestro. ¡No estaba bien! Buscan al
maestro los que no están bien. Es ese algo que nos falta lo que nos lanza a
buscar a Dios...
No maldigas eso que te hace sufrir,
porque eso es a la vez lo que te hace acercarte a Dios. Lo que os hace sufrir
puede ser nuestra salvación. Cuando te sientes triste, ansioso, sufriente,
pecador, insatisfecho, vacío, entonces le buscas...
Eso que parece una cosa negativa, muchas
veces es el motor de la búsqueda.
Dios pone en nosotros una gran sed... Sed
de manantial. Para que le busquemos. No nos quedamos saciados con un vasito de
agua.
“Muchos médicos la habían sometido a toda
clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez
de mejorar, se había puesto peor”. Esta frase hay tantos y tantas que la podrían suscribir.
Persones que han probado de todo para sanarse, para llenar el vacío que hay en
nosotros, para evitar el sufrimiento: new age, reiki, yoga, sanadores, tarot,
cartas,... doce años con estas historias no son pocos. Que bien que nos lo explica
Marcos...
¡Sólo Jesús sana!
Hay muchos que buscan la salvación donde
ésta no se puede encontrar. Y donde se encuentra, todo lo contrario, como muy
bien lo explica Marcos. Hemos de ayudar a esta gente que está perdida.
“Inmediatamente se secó la fuente de sus
hemorragias”, y notó que su cuerpo estaba curado. “Inmediatamente”. Sale mucho en el
evangelio. Quiere remarcar la potencia sanadora de Jesús.
“Jesús, notando que
había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente,
preguntando: <¿Quién me ha tocado el manto?> Los
discípulos le contestaron: ”
Muchos tocan a Jesús, muchos lo aprietan
por todas partes. Pero, para Jesús no hay multitudes. Jesús nos ama a cada uno,
de manera individual. Jesús nos sabe distinguir de la multitud. Para él, no
somos multitud, nunca. “Cómo me escuchará a mí, si somos tantos...” no sufras…
para él no hay multitudes.
Contemplemos diferentes maneras de estar
cerca de Jesús. “Tocando con fe” o “tocando sin fe”. Con resultados muy
diferentes.
La mujer toca el manto. El manto la pone
en contacto con Jesús, con el cuerpo de Jesús. El manto sería todo aquello que
nos pone en contacto con la persona de Jesús.
Primeramente, la Iglesia, cuerpo de Cristo.
Pero, también la liturgia, los sacramentos, la Palabra de Dios. Todo esto es
tocar el manto de Jesús. Todo esto nos pone en contacto con la persona de
Jesús. ¡Acto de fe!
¿Dónde buscamos la sanación? La sanación
está en Cristo, en el cuerpo de Cristo, en la Iglesia.
“Jesús, que sabia muy
bien el poder que había salido de él”. Jesús se nos da. Él nos da su poder, su fuerza, su
energía humano-divina. Y esto cada vez que te acercas a él con fe.
Es bueno que imaginemos la mirada entre
Jesús y la mujer... Él la mira feliz por su fe, feliz de haberla sanado, y ella
postrada la mira con agradecimiento... Podrá empezar una nueva vida.
Pidamos tocar al Señor y quedar sanados ...