CAMINEO.INFO.- Si Adviento y Navidad culminaban con el
Bautismo de Jesús, donde se da la manifestación más clara del Espíritu Santo en
los cuatro evangelios. Cuaresma, Semana Santa y Pascua culminan con
Pentecostés, la gran fiesta del Espíritu Santo.
¿Por
qué esto es así...? No es una casualidad... Es así porque nada tiene sentido si
Jesús no nos comunica el Espíritu Santo. Cuánta sabiduría hay en la liturgia.
Seguro
que os habéis dado cuenta, pero, los cincuenta días de pascua son un poco
curiosos: Jesús resucita sí, pero hemos ido viendo que faltaba alguna cosa:
hemos visto estos cincuenta días a los discípulos desconcertados, dudosos,
haciéndole preguntas raras, volviendo a la vida normal de pescadores,… aquí
faltaba alguna cosa. Le han visto resucitado pero falta alguna cosa.
¡¡Faltaba
el Espíritu Santo!! Sin él nada tiene sentido. Le hemos de hacer entrar en
nuestra vida, nos ayudará mucho. A partir de que reciben el Espíritu Santo todo
cambia: ya saben cuál es su misión y tienen la fuerza y valentía para llevarla
a término. ¡Son hombres nuevos! ¡¡Criaturas nuevas!!
Pentecostés
podríamos decir que es la resurrección de los Apóstoles. Jesús ha resucitado,
pero cómo participamos de esta victoria, por la donación del Espíritu Santo.
Paráclito:
el que da fuerza, el que anima, el que motiva.
Hemos
leído que los discípulos reciben el Espíritu Santo en la fiesta de Pentecostés.
Pentecostés era una fiesta judía, que se celebraba cincuenta días después de
Pascua, era una fiesta agrícola, y en ella los judíos presentaban al templo los
primeros frutos de sus cosechas.
¿Qué
es el Espíritu Santo? El primer fruto de la pasión y resurrección de Jesús.
¡¡Cómo cuadra todo!!
El Espíritu
Santo tiene una grandísima importancia en la vida del cristiano. Aquel que nos
permite conectar con todo lo que Jesús dijo, hizo, nos enseñó, es el Espíritu
Santo. Aquel que nos permite encontrarnos con Jesús es el Espíritu Santo. Aquel
que hace que Jesús no quede sólo como un modelo de buenas conductas y comportamientos,
es el Espíritu Santo.
Aquel
que nos hará iniciar nuevos caminos en la parroquia es el Espíritu Santo. Aquel
que nos dará las luces y el coraje para hacerlo es el Espíritu Santo.
Podríamos
decir que Cristo es el centro de la fe, pero para acceder a este centro es
necesario hacerlo desde el Espíritu Santo. Toda la vida cristiana se nutre del
Espíritu Santo.
Que hay un tema donde no sabes qué hacer,
hacia donde tirar... te falta el don de consejo del Espíritu Santo.
Que hay una cosa en la que caes
constantemente y no sabes cómo evitarlo, te falta el don de fortaleza.
Que no has sentido a Dios como Padre, que
no has hecho experiencia del amor de Dios… te falta el don de piedad.
Recordad las dos imágenes:
Buen pastor, guía a cada paso.
Vid verdadera, da vida constantemente.
¿Cómo? Por la donación del Espíritu
Santo.
Santidad: Dóciles a sus inspiraciones...
ES siempre indicando, siempre sugiriendo,
siempre comunicando vida...
Muy importante para nosotros: Atentos a
las mociones, inclinaciones, voz de Dios en la conciencia. Esto es ser santo:
ser dócil a estas inspiraciones.
Hoy haremos la plegaria eucarística IV,
es un poco larga. Manifiesta muy bien la
importancia del Espíritu Santo. Dice así: “Y porque no vivamos ya para
nosotros mismos, sino para él (se refiere a Jesús), que por nosotros
murió y resucitó, envió, Padre, al Espíritu Santo como primicia para los
creyentes, a fin de santificar todas las cosas, llevando a plenitud su obra en
el mundo”.
Me gusta porque marca como dos etapas...
Cristo que ha hecho su tarea, y ahora al marchar Cristo comienza la tarea del
Espíritu Santo. Una vez ha marchado, el primer don es el Espíritu Santo. El
Espíritu Santo que acaba la obra de Cristo en el mundo, santificando todas las
personas y todas las realidades.
Pidamos el don del Espíritu Santo.