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Y hoy celebramos la ascensión de Jesús al cielo. Si hoy celebrásemos
que Jesús marcha, ésta tendría que ser una fiesta triste. Que marche alguien, y
más alguien como Jesús, siempre es una cosa triste, pero no celebramos que Jesús
marchó, ni que se alejó, ni que se
separó de nosotros.
Celebramos que Jesús
entra en la plenitud del Padre ya como Dios y como hombre, su humanidad es
glorificada. Y atención: esto le permite un nuevo tipo de relación con toda la
Humanidad, con cada uno de nosotros. Humanamente hablando Jesucristo marcha,
pero divinamente hablando Jesucristo se hará más presente.
Es aquello que dice
San León el Magno: “comenzó de un modo
inefable a ser más presente por
su divinidad, al alejarse su humanidad”. Que Jesús continúa presente no
tenemos ninguna duda. En el versículo antes del evangelio, Jesús nos ha dicho: “Yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Y esta
presencia de Jesús se da de una manera especial en los sacramentos. Dice también
San León el Magno: “Aquello que fue visible en nuestro Redentor, ha pasado
ahora a los sacramentos”.
Las acciones
salvadoras de Jesús han pasado a los sacramentos. Esto a nosotros nos pide la
fe: no vemos a Jesús, pero la fe nos dice que actúa, que continúa comunicando
su salvación, sus gracias, a través de los sacramentos, como lo hacía hace dos
mil años.
Esta fe la hemos de
actualizar cada vez que vamos a celebrar un sacramento, “voy a participar de
una acción salvadora, comunicadora de gracias, de Jesús”. Muy importante
actualizar nuestra fe en la presencia y la acción de Jesús en el sacramento.
Sábado y domingo
pasado, era Jesús quien se acercaba a las personas que recibían la unción de
los enfermos para actuar sobre su cuerpo y su espíritu. Como tantas veces hizo
en su vida terrenal.
Cuando confieso, es
Jesús quien perdona, como perdonó al
paralítico sus pecados. A mí, antes de dar la absolución me gusta hacer unos
momentos de silencio, donde digo más o menos esto: “ahora hagamos unos momentos
de silencio para actualizar, para recordar, que estamos celebrando una acción
de Jesús sobre tu corazón, pídele en
estos momentos de silencio que te llene con su perdón y su misericordia”.
Hemos de avanzar en
esta visión de fe sobre el sacramento. Entonces ya no depende de si me motiva
más o menos, si tengo tiempo o no tengo tiempo, si me hace vergüenza o no me
hace... cuando contemplamos a Jesús actuando en los sacramentos nos quitamos estos sentimientos. Y
coge fuerzas el punto central: “voy a participar de una acción salvadora de
Jesús sobre mi persona”. Pidamos que nos
haga crecer en esta fe.
Segunda idea: cuando hacemos excursiones con los
sacerdotes, hacia el mediodía ponemos en el “google maps” la palabra
“restaurante” para saber donde podemos comer... y salen indicados en el mapa
los de los alrededores. Imaginemos que tuviéramos un “google espiritual” y
pusiéramos la palabra “Jesús Resucitado”. ¿Qué nos saldría?
Primero saldría “el cielo”. Antes en tiempos de Jesús y
durante muchos siglos el cielo era evidente lo que era… el cielo. Lo que
tenemos sobre la cabeza. Con la aparición de la astronomía, donde podemos ver
planetas que están a millares de años luz, qué es el cielo, no está nada claro.
¿Situamos el cielo fuera del Universo? El Papa San Juan Pablo II dijo que el
cielo no era un espacio físico. ¿Qué es el cielo? Ahora hace unos días escuché
una definición del Obispo Munilla que me cuadró mucho: el cielo es Dios mismo.
En el “Google maps”
la primera opción de donde está Jesús resucitado, “el cielo, que es Dios
mismo”.
Pero ¿¿habría otras
presencias de Jesús?? ¿Aparecerían en este google espiritual otras indicaciones
de donde está Jesús? ¡La respuesta es que sí! Y aparecerían cientos alrededor
nuestro: sagrarios, pobres, personas necesitadas de alguna cosa, sacerdotes,
lugares donde se está celebrando un sacramento, espacios donde dos o tres están
reunidos en nombre de Jesús,... Aparecerían multitudes de puntos.
Cuando Jesús estaba
entre nosotros podía estar en un lugar. ¡¡Ahora su presencia es mucho más
amplia!! ¡¡Y es una tarea ineludible descubrir estas presencias!! Pedir a Jesús
que nos gradúe las gafas de la fe para descubrirlo tan presente entre nosotros.
Tercera idea: Domingo que viene, Solemnidad de Pentecostés, con la que culmina toda la
Pascua. Os propongo que a nuestra oración, el tema central sea el Espíritu
Santo: recemos con
los textos del Nuevo Testamento, o puntos del catecismo que hablan del Espíritu
Santo, o hacer oración al Espíritu Santo.
La idea
es que hagamos algo que nos ayude a prepararnos para Pentecostés: donde
esperamos que lo que pasó ahora hace dos mil años, vuelva a pasar. Es el gran
milagro de la liturgia: que hace presentes acontecimientos del pasado para que
podamos participar de ellos como los primeros discípulos.