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Como decía
ayer, lo que contemplamos hoy no es el final de un relato, el desenlace de una
historia, sinó su centro. El lavatorio de pies, la pasión, y la muerte, no son
unos hechos más de los muchos que protagonizó Jesús, sinó el gran
acontecimiento que todo lo aclara y todo lo resume. Son los acontecimientos que
dan sentido a tota su vida. ¡¡Son el núcleo de todo!!
Si ayer
decíamos “Ecce Deus” (“Aquí tenéis Dios”). Hoy dice Pilato: “Ecce homo”. “Aquí tenéis el hombre”. Y es verdad.
¿Qué quiere decir esta expresión? Quiere decir que Jesús es el hombre pleno,
maduro, perfecto, feliz. Él es el hombre al cual nosotros hemos de tender a
parecernos.
¿Y
por qué Jesús es el hombre pleno, maduro, perfecto, feliz? Porqué ama, porqué ama
verdaderamente.
“Aquí tenéis el hombre”. Desde la muerte
de Jesús en cruz, ser hombre es otra cosa. Antes de Jesús un gran hombre era
alguien con poder, con riquezas, con influencia, respetado y admirado por
todos. Con Jesús, un gran hombre es alguien que ha amado verdaderamente, hasta
el extremo, sin quedarse nada… ¡Esto es un gran hombre!
Hay
una grandeza al modo humano y una grandeza al modo divino. ¿A cuál aspiramos?
“Aquí tenéis
el hombre”. Por esto hemos de
contemplar la cruz, para que conforme, dé forma, a nuestra manera de vivir.
Pero ¿qué nos dice la cruz? ¿Cómo da forma a
nuestra vida? ¿Qué mensaje nos envía la cruz? La cruz nos dice que es
posible una nueva manera de amar.
Nos
lo dice poéticamente el Papa Benedicto en su encíclica “Deus caritas est”:
"Poner la mirada en el costado
traspasado de Cristo… , en la cruz, … Y a partir de allí se debe definir ahora
qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de
su vivir y de su amar.”
Hoy
en nuestro mundo, lo vemos a diario, no se sabe amar: guerras, tráfico de
armas, capitalismo salvaje, cada país mirando sólo para él (pandemia), ...
Pero, también más cerca: divorcios, violencia de género, abortos, padres que no
soportan a sus hijos, hijos que no soportan a sus padres, colocación y olvido
de los abuelos en las residencias, y tantas otras cosas...
Y
todo esto tiene su origen en que las personas no saben amar, y no saben amar
porque nadie les ha dicho, les ha enseñado, que es el amor verdadero. No han
contemplado a Jesús crucificado, no se han encontrado con Él. Por eso el Papa
ha dicho: “A partir de la cruz se debe
definir ahora qué es el amor”. Esto a nosotros debe urgirnos …
¿Y
cómo definimos el amor mirando a Jesús crucificado? El amor es entrega, entrega
de uno mismo, el amor es donación, donación de uno mismo a los demás. El amor
consiste en buscar el bien del otro anteponiéndolo al propio bien. El amor no
es que yo esté a gusto, sino que el otro sea feliz. El amor es capacidad de sufrimiento
por el otro. Así está definiendo Jesucristo el amor desde la cruz.
La
mejor lección para nuestra vida Jesús nos la da desde la cruz, y es una lección
sin palabras. “Cátedra silenciosa” decía el Papa Francisco. Hemos de
contemplarle a él crucificado para aprender esta lección.
Por
el pecado original tendemos al egoísmo con una gran fuerza y es la lección de
Jesús en la cruz y la donación que nos hace de su Espíritu lo que nos permite
ir venciendo este egoísmo que es muerte y de este modo andar por la vida amando
verdaderamente.
Contemplemos
a Cristo crucificado para que como decía el Papa allí encontremos "la orientación de nuestro vivir y de
nuestro amar".