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Lo que contemplamos hoy y mañana no es el final de un relato, el desenlace
de una historia, sino su centro. El lavatorio de pies, la pasión, y la muerte,
no son unos hechos más de los muchos que protagonizó Jesús, sinó el gran
acontecimiento que todo lo aclara y todo lo resume. Son los acontecimientos que
dan sentido a toda su vida.
De aquí las expresiones que hoy hemos visto que utilizaba Juan: “Sabiendo
Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado
a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Jesús, sabiendo
que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios
volvía”.
¡¡Expresiones que van en línea de que estamos a punto de contemplar el
núcleo de todo!!
Tanto es así que hay diversos teólogos que dicen que los evangelios no son
más que un relato de la pasión con una introducción un poco larga.
Los apóstoles esto lo entendieron perfectamente. La cruz fue el eje central de
su predicación. A pesar del escándalo que era en aquel tiempo morir como un
bandolero, como un asesino.
El lavatorio de pies, la pasión y la muerte, nos cambian el concepto de
Dios y el concepto de hombre. Es a la luz de estos acontecimientos que hemos de
redefinir ¿quién es Dios? Y ¿qué es el hombre?
Hoy con el lavatorio de pies expongo la idea “Ecce Déus” (¡Aquí tenéis a
Dios!), y mañana con la pasión la idea “Ecce homo” (¡Aquí tenéis el hombre!).
“Ecce Deus” (Aquí tenéis a Dios) (Éste es Dios)
Como dice Martín Descalzo en su libro sobre Jesús de Nazaret: “El Dios de todas las religiones es el Dios
del poder, de la omnipotencia. El Dios de Sócrates es la sublimidad del
pensamiento supremo. El Dios de los hindúes es el gran universo que teje todas
las existencias individuales. El mismo Dios del Antiguo Testamento es el Señor
de los ejércitos, el hacedor de portentos”.
Hoy, en el lavatorio de pies, descubriendo el auténtico rostro de nuestro
Dios. Descubriendo su más profunda identidad: Dios humilde. ¡¡Ecce Deus!! Son
dos palabras que parece que no pueden ir juntas: Dios y humilde.
Nuestro Dios se arrodilla delante del hombre....
Nuestro Dios coge la posición de esclavo (los judíos, incluso si eran
esclavos, tenían prohibido lavar los pies a nadie). De aquí la furibunda
reacción de Pedro....
Nuestro Dios es un Dios que se baja hasta el extremo, más no se podía
bajar, más no se podía humillar...
Nuestro Dios es un Dios de servicio...servidor
Nuestro Dios es un Dios de amor...
¡¡Un Dios humilde!!, humilde en el sentido más radical de la palabra. ¡Así
es el verdadero Dios! Ecce Deus. ¡Éste es Dios!
Nos hemos de quedar boquiabiertos, asombrados, alucinados, admirados. Ante
este Dios. Recuerdo en unas convivencias de Semana Santa con adolescentes y la
dinámica iba sobre el lavatorio de pies. Una vez explicado el gesto,
preguntamos, ¿qué os parece? Y un adolescente dijo: “¡esto es
impactante!”. ¡¡Lo había pillado!!
¡¡Esto es impactante!!
¡¡Y ahora viene lo mejor!! Muchas veces os he dicho que la Palabra de Dios
es viva. No la hemos de ver como cosas que pasaron en el pasado, sino que se
dirige a nosotros. Jesús nos habla a nosotros. Jesús nos cura a nosotros. Y
atención: Jesús nos lava los pies a nosotros.
Hoy Jesús se arrodilla delante nuestro y nos lava a
todos, los pies, ¡¡¡y es Dios!!! ¡¡Impactante!!
¡¡Tan claro lo tiene la Iglesia que por esto hacemos el
lavatorio de pies en esta celebración!! Para hacer presente que Jesús continúa
siendo aquel Dios que limpia los pies.
Hoy no haremos el lavatorio de pies, mesuras anticovid.
Ahora haremos un silencio más largo del normal. Cerraremos los ojos e
imaginaremos a Jesús arrodillado delante nuestro que nos mira con afecto y nos
limpia los pies...
Recomiendo hacer este ejercicio en la oración personal.
Te cambia la vida. ¡Hagámoslo ahora!