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Domingo I tiempo de Adviento

Sun, 29 Nov 2020 08:56:00
 

CAMINEO.INFO.-


Empezamos un año litúrgico. Un nuevo Tiempo litúrgico, el Adviento. De la misma manera que la eucaristía no funciona automáticamente, sinó que exige nuestra participación exterior (cantos, respuestas, oraciones) y también nuestra participación interior (en cada momento de la misa se nos pide una implicación interior diferente). También los tiempos litúrgicos fuertes, que son momentos de gracias especiales, exigen, por parte nuestra, una implicación. Recibiremos gracias en función de cómo vivimos la misa, recibiremos gracias en función de cómo vivimos el tiempo litúrgico.

 

Nuestro Padre quiere que crezcamos, que avancemos, que maduremos y nos quiere dar las gracias para hacerlo... Si un padre o una madre ve que su hijo no crece se preocupan, pues, igualmente nuestro Padre del cielo si ve que el tiempo de Adviento no nos sirve para crecer se preocupa. Hemos de tener esperanza, deseo intenso, de crecer, de avanzar, el Padre lo quiere...

 

A partir de las lecturas dos gracias que el Señor nos quiere conceder:

 

1. La actitud que nos proponía el profeta Isaías: “Nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos  todos obra de tu mano”. ¡¡Qué imagen más perfecta y más poética!! Hemos de desear ser arcilla en sus manos, tener suficiente docilidad para que Él nos pueda trabajar y modelar.

 

Los alfareros siempre tienen las manos sucias de barro. Dios siempre está involucrado en irnos modelando. ¡Especialmente en los Tiempos Litúrgicos fuertes!

 

A veces, podemos ser una arcilla un poco seca, el Señor le cuesta mucho trabajarnos. No encuentra docilidad. La arcilla pasa de seca a modelable gracias al agua.  ¿Sabéis cuál es el agua que necesitamos nosotros que somos arcilla un poco seca? La oración. La oración es el agua que hace que la arcilla seca, nosotros, seamos modelables por Dios. 

 

Le hemos de pedir a Jesús esta semana: Señor, que me deje modelar, que sea dócil. Ayúdame a ver donde hago la mía y no hago la tuya”. Nos es necesaria su luz.

 

La actitud de dejarse hacer. Cuesta, porque es contracultural. La sociedad nos habla de ser libres y hacer lo que nos dé la gana... que todo es relativo. En cambio desde la óptica bíblica, el hombre es hecho por Dios. Nosotros, criaturas de Dios, nos hemos de dejar hacer, dejar modelar por Dios y así llegamos a la felicidad... Él quiere hacer una gran obra de arte en nosotros, no le cambiemos su plan.

 

En la vida espiritual hay un momento mágico donde se hace un cambio; cuando dejamos de querer hacer la nuestra y empezamos a desear que sea Dios quien nos haga, que Él lleve el timón de nuestra vida.

 

Dice el salmo: «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas». Podríamos añadir: “Si el Señor no modela la arcilla, es inútil la forma que coja”.

 

San José María Rubio, jesuita, canonizado por Juan Pablo II decía: “Hacer lo que Dios quiere, querer lo que Dios hace”. Qué buena es esta frase... (…) ... ¡Y cuánta disponibilidad a ser modelado!

 

La segunda gracia que las lecturas nos quieren comunicar es la vela.

 

Hoy Jesús nos dice: “Mirad, vigilad”. “... Velad entonces...”, “no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos”. ...lo digo a todos: ¡Velad!”. Jesús sólo nos propone cosas buenas, sólo nos propone cosas que nos hagan bien. Por tanto, este velar, este estar despiertos es bueno, ¡¡nos conviene!! ¿Pero, qué querrá decir este “velar”?

 

Estar en vela se refiere a estar vigilante, atentos a las realidades espirituales. Es muy fácil distraerse con las cosas del mundo y muy fácil olvidarse de las realidades espirituales, vivimos en un mundo muy materialista.

En la oración de postcomunión le pedimos al Padre que nos ayude “a descubrir el valor de los bienes eternos y a poner en ellos nuestro corazón”. Poner el corazón en los bienes... ¿dónde tenemos el corazón puesto?

 

Hemos de conseguir vivir un estado de atención en las cosas de Dios: oración, la Palabra de Dios, la misa, confesarse, la relación con María, la presencia de Dios en los acontecimientos, en los pobres,... Descubrir el continuo advenimiento de Cristo en nuestra vida. Él siempre está allá, dispuesto a comunicar vida. Por esto nos es preciso velar.

 

Hagamos silencio y concretemos lo que hemos dicho en algún propósito.









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