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Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

Sat, 17 Nov 2018 22:23:00

CAMINEO.INFO


DANIEL 12, 1-3
Salmo 15, 5 y 8. 9-10. 11
HEBREOS 10, 11-14. 18
MARCOS 13, 24-32


Cuando escuchamos un texto apocalíptico nos podemos quedar en las palabras más espectaculares y catastrofistas, y olvidar su sentido más profundo, los textos apocalípticos son textos profundamente esperanzados: Jesucristo vendrá como Señor y juez de la historia. Y esto nos abre la puerta a la esperanza.

 

Esperanza de que Dios es “dueño”, soberano, de la historia. Dios guía y conduce la historia, nuestra historia personal y la de toda la Humanidad. A Dios no se le escapa la historia de las manos.

 

Que guíe la historia no quiere decir que provoque el mal, o que le sea indiferente la presencia del mal. Quiere decir que a través nuestro va escribiendo la historia (nosotros somos los brazos de Dios en la historia), y cuando nosotros le fallamos, porque utilizamos mal nuestra libertad, entonces, Dios reconduce la historia. Reconducir la historia quiere decir que Dios hace posible que de un mal salga un bien, que donde abundó el pecado, sobreabunde la gracia. La suya es siempre una respuesta de amor. Dios no puede hacer otra cosa que amar.

 

Como que esto es un poco abstracto, vamos a un ejemplo concreto: Dios que es Señor de la historia, ¿quiere que el Mediterráneo se haya convertido en un cementerio lleno de inmigrantes? ¡¡No lo quiere!! No forma parte del plan de Dios. ¿Y qué hace Dios? ¿se lo mira tranquilamente desde arriba? ¡No! Dios mira de tocar el corazón de todos los hombres y mujeres de buena voluntad para que acabe esta situación que clama a nuestras conciencias. Mira de reconducir la historia. ¿Encontrará nuestros corazones, abiertos y sensibles a  sus inspiraciones? Éste es otro tema. Nosotros somos los brazos de Dios en la historia.

 

Esperanza de que sus palabras no pasarán. Ya pueden tambalear el cielo y la tierra, ya pueden oscurecerse el sol y la luna, ya pueden caer del cielo las estrellas... “que  sus palabras no pasarán”, lo que no tambalea es el amor de Dios. Todo pasa, es cierto, ¡excepto una cosa! Hay una cosa que no pasa, que no es relativa, que no es hoy y deja de ser mañana... sus palabras y su amor no tienen fecha de caducidad,... Hoy que todo caduca... ¡¡su amor no caduca!! Fecha de consumo preferente sí...

 

Fecha de consumo preferente sí: más vale consumir el amor de Dios antes de la parusía o de nuestra muerte... J

¿Cuál es el fundamento de nuestra esperanza? ¿Qué es lo que da sentido a vuestra vida? ¿Por qué os levantáis cada mañana y vais al trabajo, a la escuela, a la universidad, a recoger los nietos? Sinceramente, y no lo digo para justificar mi paradita, me cuesta muchísimo de justificar la esperanza en un mundo sin Dios. Sin Dios no sé dónde poner la esperanza, no sé dónde fundamentarla. ¿En la humanidad? ¿Se puede creer en la Humanidad después de Auschwitz? ¿En el amor humano, sin Dios? Mi generación, los que tienen cincuenta años, de cada cuatro matrimonios, dos divorciados. La generación que ahora tienen treinta años, por extrapolación estadística, sale que de cada cuatro, tres divorciados. ¿qué pasará con los que tienen veinte años? ¿Por qué pasa? Porque no hemos puesto la esperanza en Dios.

 

Si no hay ternura, perdón, compasión, respeto, ¿cómo vivir gozosamente cincuenta años de casados?... ¡¡Imposible!!

 

Dice San Agustín: “No hay nada más triste que una vida sin esperanza... Bien, sí, una esperanza sin fundamento”. ¿Cuál es el fundamento de la esperanza del matrimonio cristiano: ¿me esforzaré en este proyecto de vida, lo cuidaré, velaré para hacer las cosas bien...? ¡¡No!! El fundamento, un cristiano no lo pone en él, lo pone en Dios. Dios me dará la fuerza para amar, perdonar... Dios me dará la sabiduría para... Dios... Dios...

 

El Evangelio apocalíptico de hoy es una invitación a poner nuestra esperanza en Dios. Señor y juez de la historia.

 

¿Quién nos liberará de las garras de la muerte? Dios.

¿Quién dará a nuestra vida un sentido capaz de liberarnos de la fuerza de nuestro egoísmo autocentrador? Dios.

¿Quién vindicará las víctimas del odio y de la injusticia que la humanidad ha ido sacrificando a lo largo de la historia? Dios.

¿Quién cerrará todas las heridas, quién vendará todas las llagas? Dios.

¿Quién hará resplandecer la verdad como el sol del mediodía? ¡¡¡Dios!!

 

Esperanza en Dios. Esperanza de que sus palabras no pasarán, esperanza de que su amor no tambaleará nunca. Esperanza en que continúe su intervención en la Historia y en la nuestra historia.






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