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Sorprende mucho, o nada, depende cómo se mire, que
aquellos que hace tres días estaban pescando sardinas en el lago, un tiempo
después discutan “quién será el
más importante” en el reino de Jesús.
Es sorprendente, pero, a la vez, ¡¡tan, tan habitual!! Todos somos así, no nos
engañemos... Es nuestra tendencia natural, que es una tendencia de muerte. Y es
una tendencia fortísima contra la que tenemos que luchar. Es la tendencia al
egocentrismo, a estar centrados en nosotros mismos, es el egoísmo, el yo, yo,
yo... es el deseo de honores, de
aplausos, de felicitaciones, es el deseo de poder, gloria, admiración,...
Y Jesús viene para transformar esta tendencia de muerte,
estos “no valores”, y comunicarnos una tendencia de vida: la donación a los
demás, el servicio a los demás, sobre todo a los pobres... qué volteo a las
categorías del mundo.
Lo hemos escuchado muchas veces, pero, volvámoslo a
escuchar: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el
servidor de todos”. Y después pone un niño, símbolo de la debilidad y la
fragilidad, en el centro, pidiendo que sea acogido como si fuera Él mismo.
Antes de pasar a desarrollar las palabras de Jesús,
admirarnos de la belleza de sus palabras: ¿quién ha hablado así? ¡Cuánta
sabiduría! ¡¡Qué contenido, qué profundidad!!... ¡a quién estamos siguiendo!...
Emociona seguir alguien que habla así... Qué palabras tan llenas de sentido, de
proyecto, de implicación en la vida ordinaria, enlace con aquello que nos hace
verdaderamente humanos...
¡¡Cuánta belleza!! Que nos genera a nosotros adhesión a
su persona, a seguirlo, a poner medios para estar cerca, ¡como venir a misa!
Vale decir también que son palabras que nos tendrían que
generar un poco de tristeza... Tristeza porque muchos y muchas que nos rodean
no escucharan estas palabras llenas de luz, de sabiduría y de verdad.
¡Tristeza!
“Quien
quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Jesús no nos da lecciones poéticas y bonitas. Jesús nos
expone lo que vive, lo que experimenta. La suya es una vida de ocupar el último
lugar y llegar a ser servidor de los demás, de la Humanidad entera. Siendo Dios
se ha abajado y se ha hecho hombre, y servidor de los hombres. Hasta el punto
de lavar los pies a los discípulos para que entendieran claramente la idea,
hasta el punto de morir en la cruz...
Jesús nos muestra que la verdadera grandeza está en
servir, con amor. No servir porque es mi obligación, porque me toca, sino
servir con amor y con alegría.
Os propongo que en la oración personal… entréis al
corazón de Jesús cuando dice estas cosas... ¿qué os parece que encontraréis? Jesús dice “Quien
quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”...
¿qué hay en su corazón? Yo encuentro el gozo de servir, la alegría de servir,
la felicidad en el servicio, en el darse a los demás. Y por esto, enseña lo que
enseña.
Servir con amor nos hace crecer como personas, porque
amar es lo que nos hace personas. Bernanos, en “Diario de un cura rural”: “El
infierno es no amar”.
¿Somos serviciales? ¿Llegamos a ser servidores de los
demás? ¿Servimos con amor? ¿Servimos con alegría? ¡¡Pidamos la gracia de crecer
en servicio!!
La segunda idea nace de este gesto de Jesús tan
entrañable y sorprendente a la vez: Después de haber estado discutiendo por el
camino, quién era el más importante, Jesús hizo venir un niño, lo pone en el
centro, y dijo: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a
mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.
Profundicemos un poco esta afirmación:
. En
tiempo de Jesús, los niños no contaban, no tenían derechos. Son símbolo de
debilidad y fragilidad.
. Jesús
pone al niño “en medio”. Es un gesto simbólico, en el centro …
. Jesús
identifica acoger al niño, como acogerlo a Él y como acoger a Dios mismo.
La enseñanza es clara: Es necesario poner en medio, en el
centro de nuestra vida, al que no cuenta, al pobre, al débil... Esto nos pide
descentrarnos: ¡¡no nos miremos tanto, miremos más a los demás, a los
pobres!! Enlaza perfectamente con todo
lo que decíamos del servicio.
Y para dar fuerza a la propuesta Jesús acaba diciendo:
¡¡Quien acoge un niño, un pobre, un débil, me está acogiendo a mí, está
acogiendo a Dios...!!
Ante textos como éste, vemos que tenemos camino para
hacer... Cuando meditemos evangelios como éste, pidamos la gracia de vivirlos.
Son pura gracia. Inalcanzables para
nuestras fuerzas... Pidamos la gracia en unos momentos de silencio...