CAMINEO.INFO.-
ISAÍAS 35, 4-7a
Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc- 10
SANTIAGO 2, 1-5
MARCOS 7, 31-37
Éste es un evangelio
que da pie a comentarlo casi casi frase a frase... Empecemos...
Jesús fue de Tiro a
Galilea pasando por la Decápolis. Son unos datos geográficos significativos,
porque sitúan la acción de Jesús en un territorio pagano, fuera del territorio
del Pueblo de Israel. Y, por tanto, curando a una persona no judía. Esto nos
habla a nosotros de la universalidad de la salvación. Jesús no sólo viene para
salvar al Pueblo de Israel, sino a todo el mundo. ¡Jesús viene par salvar a
todos! y éste a todos, esta universalidad, también está referida a los que nos
rodean y no acaban de vivir la fe. Y también Jesús para ellos es Salvador! ¡¡Es
así!! ¡Es necesario crecer en esta certeza!
La salvación de
Jesucristo es universal. También está dirigida a ellos. Si nos ven a nosotros
“salvados”, también ellos querrán ser salvados.
“Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar”. Un sordomudo es un hombre que vive aislado respecto a
Dios, aislado respecto a los demás, incomunicado, solo. Por tanto, carente de
aquellas relaciones que nos hacen personas y nos humanizan. Hay mucha gente
así… que necesitan a Jesús Salvador.
“...le metió los
dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua”. La Iglesia, desde los orígenes, ha visto en estos
gestos, un poco extraños, un símbolo de los sacramentos. Los sacramentos son
unos gestos, unas palabras, como vemos que Jesús hace hoy, con los cuales
¡Jesús continúa “tocándonos!”. Hoy Jesús toca al sordomudo. También nos toca a
nosotros a través de los sacramentos. Esto requiere, pide ¡¡nuestra fe!! a más
fe, más acción de Jesús.
Si hace dos mil
años, las acciones de Jesús a través de su cuerpo eran: eficaces, poderosas,
vivificantes, sorprendentes, donde la gente cambiaba de vida. Dos mil años
después, las acciones de Cristo a través de los sacramentos, son: eficaces,
poderosas, vivificantes, sorprendentes, donde la gente cambia de vida.
La Iglesia, con los
sacramentos, continúa la acción de Jesús. La Iglesia es el cuerpo de Cristo que
camina a lo largo de la historia. Crecer en la visión de fe de la Iglesia.
“Y, mirando al cielo, suspiró”. Jesús se dirige al
Padre. Jesús todo lo hace en comunión y con relación al Padre. En la medida que
vamos profundizando la relación con Jesús de una manera muy natural
(sobrenatural), iremos dirigiéndonos al Padre, relacionándonos con el Padre.
Porque vemos qué es lo que hace Jesús... Jesús nos remite al Padre…
No podemos olvidar
que una de las grandes tareas de Jesús es la de mostrarnos al Padre. Por tanto,
la relación con Jesús nos lleva a una relación con nuestro Padre (relación
filial).
Nos es necesario, a
lo largo del día, hacer como Jesús “mirar al cielo”, “alzar los ojos
hacia nuestro Padre”. Si aprendiéramos a hacerlo, cómo cambiaría nuestra vida,
porque todo tendría un tono divino, sobrenatural. ¿Cómo? Hace falta encontrar
“trucos” que nos ayuden a mirar al cielo. Ejemplo: Yo, hubo un tiempo que cada
vez que ponía la mano en una puerta, miraba hacia el cielo... Cada uno hemos de
ser capaces de encontrar momentos “de alzar los ojos al cielo”.
Jesús dijo: “Effetá”,
que quiere decir “ábrete”. Esta palabra es una palabra que decimos los
sacerdotes en cada bautismo. Después del bautizo, después de encender el cirio
bautismal, se hace (se puede hacer, es opcional) el rito del “effetá”.
Donde el celebrante toca los oídos y la boca del niño o la niña, diciendo: “El
Señor Jesús que hizo oír a los sordos
y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar
la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre”.
Palabras que nos
iluminan que somos llamados a escuchar la Palabra de Dios (oídos) y a proclamar
las maravillas que Dios hace en nuestra vida (boca).
“Y al momento se le
abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad”. Lo decíamos antes, la acción de Cristo es eficaz,
poderosa, transformadora. Nos hace falta crecer en esta convicción siempre que
participemos de un sacramento: ¡¡Jesús está actuando!!
Le hemos de pedir
que también abra nuestros oídos para escuchar y entender su palabra, y que
abra nuestros labios para proclamar las
maravillas que hace en nosotros... No tengamos miedo a explicar lo que Dios ha
hecho en nuestras vidas... Las personas que nos rodean, éstas por las cuales
Jesús también es Salvador, necesitan escuchar desde el testimonio, y no desde
la teoría, que Jesús está vivo, que actúa en nuestras vidas, que las
transforma...
Acabo ya con una
exhortación: Jesús quiere continuar abriendo oídos y destrabando lenguas, y
quiere hacerlo sirviéndose de nosotros. Si nos dejamos transformar por los
sacramentos, acciones de Jesús, todo será posible. “Todo es posible para el que
cree”.