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Hoy, Jesús hace una cosa
muy importante: clarifica cuál es la religiosidad buena, correcta, que hace
bien al hombre. Es una escena esencial, determinante y que tiene mucho a
decirnos.
Este
texto puede iluminar aspectos de nuestra religiosidad. La crítica que Jesús
hace a los fariseos la escuchamos y vemos que a nosotros también nos aporta
luz. Jesús con estas palabras quiere ayudarnos a vivir más perfectamente
nuestra relación con Él.
Es necesario empezar diciendo que Dios, al Pueblo de Israel, en el Sinaí,
le dio diez mandamientos, que no se han de ver como diez prohibiciones, sino
como los consejos de un padre a un hijo para que camine por el camino del bien.
En la primera lectura hemos leído como Dios después de dar los diez
mandamientos, les dice: “No añadáis
nada a lo que os mando ni suprimáis nada”. Pero, con el paso de los años,
los judíos fueron ampliando estos preceptos con multitud de prácticas,
prohibiciones, y rituales. En tiempos de Jesús había más de seiscientos
preceptos que era preciso cumplir.
Jesús choca con la manera de entender la religiosidad de los fariseos y
maestros de la ley, una religiosidad muy centrada en un cumplimiento externo de
muchos preceptos y prácticas religiosas.
Estas prácticas no les ponían en contacto con Dios, se quedaban en la
práctica exterior. De alguna manera habían hecho de la mediación, un absoluto
(lo importante es hacer la cosa, no cómo se hace y por qué se hace), se quedan
en la mediación, y no la viven como un instrumento para entrar en contacto con
Dios. Todo esto les lleva a una vivencia muy rigorista y legalista de la
religión. Por esto, Jesús dirá: “Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que
me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”.
Pienso que todos llevamos un pequeño fariseo en nuestro interior... Todos
tenemos una tendencia a reducir la religión a unas prácticas externas (a hacer
unas cosas, y no damos demasiada importancia al cómo las hacemos y por qué las
hacemos) y, entonces, la práctica religiosa que hacemos no nos ayuda a entrar
en un contacto real y transformador con Dios.
Muchas veces pensamos “tengo que ir a misa...” “tengo que
rezar…” “tengo que rezar el rosario…”. Y no vivimos estos actos como un momento
de encuentro con Jesucristo. Lo hacemos un poco por cumplir, rutinariamente.
Con poca consciencia de lo que estamos haciendo. ¡Y tan importante es hacer las
cosas, como es cómo las hagamos!
Jesús choca frontalmente con una religiosidad como ésta. Reacciona ante un
culto y unas prescripciones que no tocan el corazón de las personas. Aquí está
la clave: que el culto toque el corazón, llegue al corazón, que el corazón esté
presente en el acto cúltico.
Por esto dice, citando al profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los
labios,...
pero su corazón está lejos de mí...”
¿Me lo podría decir a mí? ¿Nos pasa, quizás, a nosotros, que en misa
decimos palabras (honrarlo con los labios), pero, nuestro corazón está lejos
(no pensamos en lo que estamos diciendo)? ¿Cómo rezo el gloria, el credo, el
padrenuestro? ¿Está el corazón detrás de cada una de las palabras que
pronunciamos?
¡Eh! Que si nos despistamos un día no pasa nada... el problema lo tenemos
cuando, habitualmente, sólo honoramos a Dios con los labios, con nuestra
presencia de 8 a 8,45 h., (de 12 a 12,45
h.), pero, nuestro corazón está lejos, nuestra vida está lejos de lo que
celebramos externamente.
¿Dónde está nuestro corazón cuando celebramos la misa? ¿Cuándo leemos la
Palabra de Dios? ¿Dónde está nuestro
corazón cuando rezamos? Es preciso que las palabras del Señor, que hoy nos
dirige, iluminen nuestra vida.
¿Cómo lo concretamos esto para lunes?... cada uno sabrá lo que tiene que
hacer...
Acabo ya, hace tiempo una persona me dijo: “¡qué fácil ser cristiano, sólo hay que venir a misa en domingo!”. Yo
le dije: “Hombre, esto es como decir que
para jugar en el Barça sólo hace falta saber jugar a fútbol. Nosotros llevamos
toda nuestra vida a la eucaristía y la eucaristía transforma toda nuestra vida.
Ser cristiano no es sólo venir a misa el domingo”.
Hoy Jesús nos ha dado pistas muy importantes de cara a tener una
religiosidad humanizadora y transformadora. Que así sea...