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Hace años, hace bastantes años, un mes de agosto, después
de acabar un partido de tenis de dos horas, una persona que celebraba su
aniversario, me ofreció una copa de cava. ¿El resultado? ¡¡La mejor copa de
cava de mi vida!! No porque el cava fuera muy bueno, que no lo era, sino por la
sed que yo tenía. Mi sed convirtió
aquella copa de cava, en la mejor copa de cava de mi vida.
Pienso que el evangelio de hoy es una invitación a sentir
sed. Mucha sed. Fijaros qué cosas dice Jesús refiriéndose a los efectos del pan
de la eucaristía: “vivirá para siempre”, “para la vida del mundo”, “no tenéis vida en vosotros”, “lo
resucitaré en el último día”, “habita en mi y yo en él”, “vivirá por mí”,
“vivirá para siempre”.
Perdonadme la expresión: “¡¡esto es brutal!!”. Jesús nos
promete estos frutos tan grandes, vinculados al pan eucarístico.
¡¡Qué cosa tan maravillosa se nos promete!!: tener vida,
vida verdadera, vida para siempre y que él esté en nosotros. ¿Lo tenemos
presente, actualizado? No. Pues, nos es necesario rezarlo, meditarlo, de manera
que vaya impregnando nuestra vida. Qué bonito en la oración rezar con estas
expresiones… ¿A qué nos llevará esto? A sentir una gran hambre de este pan...
¿Qué hace que ésta de
hoy pueda ser la mejor eucaristía de tu vida? ¡¡Tu hambre!! Mi sed hizo de
aquella copa de cava la mejor de mi vida. Nuestra sed de Dios, nuestra sed de
Cristo, nuestra hambre de su Palabra,
nuestra hambre de estar con él, nuestra hambre de obrar como él, nuestra hambre
de amar como él, es lo que hará de cada eucaristía un encuentro con Cristo muy
y muy especial.
¡Hemos de venir a la eucaristía, hambrientos, ir a la
oración, sedientos!
Recordemos la Oración de Postcomunión del primer domingo
de Cuaresma: “Después de recibir el Pan del cielo que alimenta la fe,
consolida la esperanza y fortalece el amor, te rogamos, Dios nuestro, que nos
hagas sentir hambre de Cristo, pan vivo y verdadero, y nos enseñes a vivir
constantemente de toda palabra que sale de tu boca”.
“¡¡Que nos hagas sentir hambre de Cristo, pan vivo y
verdadero”. ¿¿Tenemos esta
hambre?? Pidamos esta hambre... ¡Pidámosla siempre! ¡¡Es el antídoto contra el
virus de la rutina!!
"Sine dominico non possumus!" “Sin el don del Señor, sin
el Día del Señor no podemos vivir”: así
respondieron en el año 304 algunos cristianos de Abitina, en la actual Túnez,
cuando, sorprendidos en la celebración eucarística dominical, que estaba
prohibida, fueron conducidos ante el juez y se les preguntó por qué habían
celebrado en domingo la función religiosa cristiana, sabiendo que esto se
castigaba con la muerte. "Sine dominico non possumus".
¡¡Tenían tanta hambre del pan de la eucaristía que se jugaban la vida!!
De qué tenemos hambre? Miremos nuestra vida... qué
hambre... ¿qué deseo nos mueve?… ¿Hay hambre de Cristo? ¿Tenemos hambre de
Cristo? Pidamos esta hambre…, hoy mismo...
Hoy en la oración de postcomunión, que habla de los
efectos de la eucaristía en nosotros, dice:” “transformados en la tierra a
su imagen”. ¡¡Cómo no sentir hambre de un pan que nos hace semejantes a
Cristo!!
“¡¡Que tengamos hambre de Cristo, pan vivo y verdadero!!”.
Amen!