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HECHOS DE LOS APÓSTOLES 10, 25-26. 34-35. 44-48
Salmo 97, 1. 2-3ab. 3cd-4
PRIMERA CARTA JUAN 4, 7-10
JUAN 15, 9-17
Cuánta
belleza que hay en las lecturas de este domingo. Pero no sólo una belleza
formal o expresiva, sino belleza porque se hace referencia al sentido profundo de
la vida, al estilo de vida que estamos llamados a vivir nosotros los cristianos:
el amor.
La
segunda lectura y el evangelio nos hablan de amor con numerosas frases, destaco
tres: “Dios es amor”. “Amaos los unos a los otros como yo os he
amado” “Como el Padre me ha amado,
así os he amado yo”.
De las
lecturas de hoy podemos extraer tres ideas:
La
primera idea: Hoy Jesús nos dice “Este es
mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”, después de
sentir y meditar estas palabras parece
legítima la expresión: ¡imposible!
Imposible
amar como él, imposible amar como Jesucristo nos ama, Jesucristo ama con la fuerza
de Dios, Jesucristo es perfecto Dios y perfecto hombre, ¿cómo podemos llegar a amar
con esta fuerza, con esta intensidad, con esta profundidad? ¿Cómo puede ser que
Jesús nos pida una cosa así? ¿Amar como Dios? ¡¡Imposible!!
Imposible
amar hasta dar la vida por los demás, o con un amor equivalente a dar la vida
por los demás, ¡imposible! Nosotros somos comodones, vamos a la nuestra, amamos
a los nuestros y poco más, estamos centrados en nosotros mismos. ¿Cómo puede
ser que Jesús nos pida algo así?
Parece
que haya un abismo entre su capacidad de amar y la nuestra. Es verdad hay un
abismo. Pero, atención: ¡Este abismo lo salvamos estando injertados en Jesucristo!
Él es la vid, nosotros los sarmientos, si estamos en él podemos amar como él…
si él está en nosotros podremos amar como él. Porque nos comunica su Espíritu, el
Espíritu Santo, nos comunica su principio vital, el motor de sus actos.
Es muy
significativo que el evangelio de hoy venga justo a continuación del de domingo
pasado, porque son dos evangelios profundamente relacionados.
Sin estar
injertados en él, nuestras capacidades de amar son débiles, ¡con él en nuestra
vida podemos llegar a hacer cosas impensables! Hacer cosas más grandes que las
que él hizo, como dice Jesús mismo. ¡¡No nos autolimitemos!!
Siguiendo
con esta idea, en la segunda lectura San Juan nos dice: “Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios”, viene de Dios. Con otras palabras nos hace el mismo planteamiento:
estamos llamados a amarnos los unos a los otros, y esta fuerza para amar nos viene
de Dios. La fuerza para amar nos viene de Dios.
San Juan
nos dice también que “Dios es amor”, aquel
que vive unido a Dios, unido al Amor, es capaz de amar.
Yo me
pongo un poco nervioso cuando los sacerdotes hablamos mucho de amarnos, de hacer
el bien, de ser buenos, de imitar Jesús, de amar los pobres,... y no hablamos de
este necesario arraigo en la persona de Jesucristo.
Depende
de cómo lo digamos podemos hacer homilías voluntaristas, donde el acento se pone
en nuestro esfuerzo, en nuestra voluntad, y no en la gracia de Dios: amar como
Jesús, servir a los demás como Jesús,
morir por los demás como Jesús, sólo lo
podemos cumplir si estamos enraizados en Jesucristo. Es el arraigo en Jesucristo
que hace que nosotros podamos amar con la fuerza de Dios.
La segunda
idea es que esta manera de amar no es pesada, no es angustiante, no es cansada,
esta manera de amar es alegre y gozosa. Jesús hoy nos dice “Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra
alegría llegue a plenitud”. No hay lugar para la tristeza, no hay lugar para
la rutina, no hay lugar para perder el tiempo, injertados en Cristo sólo hay lugar
para la alegría y el gozo completos. El que vive en Dios y ama, es una persona
feliz, a pesar de las circunstancias y las dificultades que le envuelvan.
En la tercera
idea Jesús nos dice cómo hacer todo esto posible: “Ya no os llamo siervos…: a vosotros os llamo amigos”. Jesús nos invita
a una relación de amistad, a un encuentro, una relación. En la cual nos
comunica el Espíritu Santo.
Y no olvidemos
que él ha sido el primero de amarnos. Y hoy, en el evangelio, nos declara su
amor: “Como el Padre me ha amado, así os
he amado yo”. Te lo dice a ti, y a ti...
Cuando
nos pongamos a rezar, pensemos en esta declaración de amor. Mejor dicho: todo
el día hagámonos presente esta declaración de amor. ¡¡Ya veréis cómo cambian las
cosas!!
Que
esta eucaristía nos lleve a todos a crecer en esta relación personal a la que
Jesús nos llama...