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¡¡Cristo ha resucitado!!
Es el grito que nos lanzaba la Vigilia Pascual y que iremos repitiendo durante todo
el tiempo de Pascua.
Un grito que nos llena
de alegría. Aquel que contemplábamos como nacía en un pesebre, ¡ha resucitado!
Aquel que contemplábamos predicando una Buena Nueva que nos da vida, ¡ha
resucitado! Aquel que estos días contemplábamos padeciendo la pasión y la muerte,
¡ha resucitado!
Sin la resurrección,
si Jesús no hubiera resucitado, no sabríamos
nada de lo que pasó en Belém, ni nada de la Buena Nueva predicada por él, ni nada
de la pasión de un judío de ahora hace dos mil años. Sin resurrección no hay
cristianismo. Esto quiere decir que la
resurrección es principal para nosotros. Dudar de la resurrección es dudar de
todo, absolutamente de todo. Por esto, algún domingo de Pascua explicaré los
signos que hacían creíble, razonable, que Jesús había resucitado.
Decimos que Jesús ha
resucitado pero, ¿a mí cómo afecta que Jesús haya resucitado? Él ha resucitado,
muy bien, y yo ¿cómo participo de este acontecimiento? Es un hecho que pasó hace
dos mil años, a mí ¿cómo me llega?
La respuesta es clara:
a través del Bautismo. Por esto, la liturgia de la vigilia es tan bautismal:
. La
presencia del cirio pascual,
. Todo
el simbolismo de la luz (que viene del bautismo, donde recibimos la luz del
Cristo)
. Las
lecturas, algunas explícitamente bautismales, el paso por el mar Rojo
(prefiguración de les aguas del bautismo que nos salvan de los enemigos) o la
primera lectura del Nuevo Testamento, donde San Pablo hace una catequesis sobre
el bautismo.
. Y
la liturgia propiamente bautismal que haremos al acabar la homilía.
Pero, no sólo el bautismo
coge protagonismo en la Vigilia Pascual, sino, durante todo el tiempo de Pascua.
Toda la Pascua es un tiempo muy bautismal:
. Al
inicio de la celebración de las eucaristías de Pascua hacemos la aspersión del agua.
. Y
en lugar del credo, hacemos la renovación de las promesas bautismales.
. Durante
la Cuaresma no hemos bautizado para poderlo hacer durante la Pascua. Como hoy hacemos
con Nuria.
Por tanto, la liturgia
nos quiere dejar muy clara esta vinculación entre la resurrección del Señor y
nosotros a través del bautismo.
El
Papa Francisco en una audiencia general (8/1/14) hizo una catequesis sobre el
bautismo y decía: “Entonces terminamos por considerarlo sólo como un
evento que ha sucedido en el pasado – y ni siquiera por voluntad nuestra, sino
de nuestros padres – por lo tanto no tiene ninguna incidencia más en el
presente. Debemos despertar la memoria de nuestro Bautismo: despertar la
memoria del Bautismo. Estamos llamados a vivir nuestro Bautismo cada día, como
realidad actual en nuestra existencia”.
Ésta es la pretensión del tiempo pascual, despertar
la memoria de nuestro bautismo, entenderlo mejor, porque nos llevará a vivir mejor
nuestra vida cristiana.
Continuaba diciendo el Papa unas palabras bellísimas:
“Nosotros, por el Bautismo, somos
sumergidos en aquella fuente inagotable de vida que es la muerte de Jesús, el
más grande acto de amor de toda la historia; y gracias a este amor, podemos
vivir una vida nueva, no más a la merced del mal, del pecado y de la muerte,
sino en la comunión con Dios y con los hermanos”.
Qué definición tan
bella del bautismo: somos sumergidos en una fuente inagotable de vida, el amor
de Cristo, y gracias a este amor vivimos una vida nueva. ¡Qué bonito!
En nuestro bautismo fuimos
sumergidos en una fuente inagotable de vida, que es el amor de Cristo, y, esto
nos pone en comunión con Dios, con los hermanos y así vencer el pecado y la muerte.
Hoy Nuria queda injertada
en Cristo... un nuevo sarmiento en la vid. Hoy, a través del Bautismo, Cristo le
comunica la vida nueva, como una semilla que ha de ir creciendo. En la medida
que padres y padrinos hagan su tarea de iniciarla
a la vida cristiana, la vida nueva del Cristo Resucitado irá creciendo en su
interior.
Pongámonos, estos días,
ante el Cristo resucitado y agradezcamos y actualicemos haber estado sumergidos
en una fuente inagotable de vida...