CAMINEO.INFO
JEREMÍAS 31, 31-34
SALMO 50
HEBREOS 5, 7-9
JUAN 12, 20-33
“Señor, quisiéramos ver a Jesús”. Qué expresión más bonita
la que dicen los griegos al apóstol Felipe: “Señor,
quisiéramos ver a Jesús”. Constantemente oigo este grito. ¡¡Sí, constantemente!!
No lo oigo físicamente, claro, pero, sí metafóricamente:
Cuando los adolescentes están
tristes, peleados con el mundo, desorientados, sólo pensando en ir de fiesta y beber
en exceso... ¿No están diciendo? “Quisiéramos
ver a Jesús”.
Cuando en el matrimonio todo son
pequeños roces, discusiones, equívocos, ¿no están diciendo? “Quisiéramos ver a Jesús”.
Cuando los abuelos sólo saben
quejarse y centrarse en cosas negativas, cuando se han olvidado de reír. ¿No
están diciendo? “Quisiéramos ver a Jesús”.
Constantemente oigo este grito.
Cuando has descubierto a Jesús como un amigo extraordinario, como una fuente de
donde mana una vida más auténtica, como aquel que cura innombrables males, entonces,
oyes este grito al contemplar la realidad. “¡Quisiéramos
ver a Jesús!”.
Afinemos los oídos y no nos cortemos
ni un pelo a la hora de decir y de proponer; “lo que tú necesitas es que Jesús
entre en tu vida”.
¡¡Cuando Jesús entra en nuestra
vida lo cambia todo!! ¡¡Y todo es todo!! Hasta al punto de que las cruces, las
cosas negativas, puedan ser vividas con gozo y alegría. ¡Increíble! “¿Quién da
más?”
La respuesta de Jesús a la
petición de Felipe es muy significativa... Jesús responde hablando de su
glorificación, hablando del grano de trigo que ha de morir, hablando de dar la
vida. En definitiva, Jesús responde hablando de su cruz... “Me quieren ver… si me quieren conocer de verdad: la cruz. ¡Que miren
la cruz! ¡Que me sigan en el camino de la cruz! ¡Que es el camino del amor!”
Al amor sólo podemos responder con amor. La respuesta a Jesús colgado en la
cruz, sólo puede ser una respuesta de amor: no una respuesta de cumplir un
precepto dominical y ya está, no una respuesta de una oración rutinaria donde
no ponemos el corazón y ya está... Jesús quiere de nosotros una respuesta de amor,
de amor verdadero y de amor personal, amamos a una persona: Jesucristo.
“El que quiera servirme, que
me siga”. Sólo desde el amor y con amor podemos seguir al Amor...
Guardini, gran teólogo
del siglo XX, define el cristiano como “aquel que está enamorado de Jesucristo”.
¿Estamos enamorados de Jesucristo? Es lo que venía a preguntar en la encuesta
que os pasé domingo pasado. “¿Me he encontrado en la persona de Jesús? ¿He
hecho una experiencia viva de encuentro con el Señor? ¿Me siento cautivado por él?
¿Tengo ganas de pasar ratos con él? ¿Estoy siguiendo una persona?”
El nuestro o es un seguimiento donde entra el amor o será un seguimiento
que no nos dará vida...
Pero, esto de enamorarse es un proceso: antes de enamorarnos será preciso
admirarlo. Admiramos a familiares, amigos, compañeros de trabajo por diversos
motivos... ¿admiramos a Jesucristo? Para admirarlo, antes hará falta
contemplarlo, contemplarlo en el evangelio, y en estos días que se acercan,
contemplarlo camino de la cruz, en su pasión, muerte y resurrección. Contemplamos,
admiramos, nos enamoramos y entonces lo seguimos...
Se acercan los mejores días
del año para contemplar, entender, admirar, el amor de Jesucristo. Los mejores
días del año para enamorarnos de él o recuperar aquel amor primero y que se ha ido
enfriando.
Hoy Jesús nos habla de su amor con una bellísima imagen simbólica de la semilla
que ha de morir para dar fruto. Jesús nos habla de él, de su pasión. Él se siente
grano de trigo, él ha de morir para dar fruto, él ha de morir para que nosotros
tengamos vida. Él es el grano de trigo.... Y lo hace por amor... porque ama, nos
ama a cada uno...
Esta frase nos ha de tocar el corazón y nos ha de llevar a pedirle a Jesús,
como que estamos enamorados de él: “Yo
también quiero morir contigo, yo también quiero dar fruto, ser fuente de vida
para mis hermanos”. Si no morimos no damos fruto, por tanto, hemos de desear
morir. “El que se ama a sí mismo se
pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida
eterna”. Morir es una tarea que tenemos encomendada.
¿Morir a qué? Morir a lo que me separa de Dios. Morir a lo que me separa de
mi hermano. Morir es pobreza, morir es austeridad, morir es olvido de uno mismo,
morir es cansarse, fatigarse por los demás, morir es odiar el pecado, morir es
mortificar deseos, pensamientos, actitudes, tendencias, que no son evangélicas,
etc. Morir es amar de verdad y sólo amar de verdad nos hace felices.
Pidamos a Jesús: “Enséñame a morir,
yo también quiero morir contigo, yo también quiero dar fruto”. Pidámosle la
gracia.
Que esta eucaristía nos ayude a poner el pie en el acelerador de las prácticas
cuaresmales para poder entrar en este camino de contemplación, admiración y
enamoramiento que nos da la vida verdadera...
(«glorificar» equivale a mostrar la
santidad y el poder de Dios