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PRIMER LIBRO DE SAMUEL 3, 3b-10. 19
Salmo 39, 2 y 4ab. 7. 8-9. 10
CORINTIOS 6, l3c-15a. 17-20
JUAN 1, 35-42
En la primera lectura contemplamos a Samuel un poco
despistado, no sabe reconocer la voz de Dios, y las indicaciones de su maestro
Elí le ayudan a hacerlo.
En la Diócesis de Milán, hace ya unos cuantos años, el
Cardenal Martini puso en marcha una iniciativa muy interesante, se llamaba “Proyecto
Samuel”. Pretendía que todo joven de dieciocho años, hiciera un receso de un día
y saliera del receso con un acompañamiento espiritual. La motivación para iniciar
este proyecto era doble. Por un lado el entorno en el que viven los jóvenes es
cada vez un entorno más secularizado, más mundano, y esto genera en el joven muchos
interrogantes. ¡¡Esto nos pasa a todos!! Interrogantes que alguien ha de saber
responder. Y, por otro lado, es muy fácil
engañarse en la vida espiritual. Esto también nos pasa a todos, todos hemos hecho
experiencia.
La tarea más crucial, más determinante, que tenemos todos
nosotros encomendada por Dios, es, como decíamos en el salmo, “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
Jesús mismo nos dice: “Mi alimento es
hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra”. Pero, si no estamos
alerta, es posible que en lugar de hacer la voluntad de nuestro Padre acabemos haciendo nuestra
propia voluntad. ¡¡¡OJO!!
¿Cuántas veces hemos rezado, diciendo “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”?...
A nosotros, creyentes, se nos pide un giro copernicano.
Si antes de Copérnico, se pensaba que la tierra era el centro del Universo, a
partir de Copérnico queda claro que el Sol es el centro del sistema solar. Pues,
como decía, a nosotros, creyentes, se nos pide un giro parecido: en lugar de
que Dios se adapte a nosotros, a lo que nos parece, que quiere decir que nosotros
somos el centro. En lugar de esto, es preciso que nosotros entremos en el proyecto
de Dios, es preciso que nosotros descubramos qué es lo que Él quiere, porque él
es nuestro centro.
Este giro tiene otro nombre: descentramiento. Yo ya no soy
el centro de mí mismo. Me descentro. Y Dios Padre es nuestro nuevo centro. .
Este descentramiento, este giro copernicano no es fácil. Es
muy fácil auto engañarse. Es muy fácil acabar haciendo la nuestra y olvidar lo
que Dios quiere de nosotros. De aquí nace la importancia de ser acompañado en este
viaje apasionante: de descubrir en cada momento lo que Dios quiere de nosotros.Desde mi conversión siempre he estado acompañado por un sacerdote.
Pasemos al evangelio: Dice Juan relatando su encuentro con
el Señor: “Serían las cuatro de la tarde”.
¡Qué bonito que Juan tenga vivo el recuerdo de aquella tarde, muchos años después!
¿Qué matrimonio no recuerda el día que se conocieron? ¿Qué
sacerdote, religioso o religiosa no recuerda el inicio de su vocación?
Pues, Juan también recuerda aquella tarde que marcaría su
vida. Nada sería igual para Juan a partir de aquella tarde. Juan se encuentra con
Jesús, el Señor, y, esto da un nuevo horizonte a su vida.
Un signo de este cambio que comporta para el discípulo, encontrarse
con Jesús es el cambio de nombre de Simón por Pedro. Este cambio de nombre nos habla
de la transformación profunda que se da en el discípulo, gracias al encuentro con
Jesús.
¿Qué encontraron aquella tarde? Jesús no les ofrece riquezas,
no les ofrece poder, no les ofrece éxitos humanos. ¿Qué encontraron? ¡¡Encontraron
Jesús!! Se encontraron con su mirada, con su manera de hablar, un habla nuevo, con
autoridad, que da luz. Se encuentran con una persona cercana, afable, amable...
El seguimiento que harán los discípulos se fundamenta en
una experiencia viva del Señor, no en una doctrina, ni un consejo moral, ni unos
mandamientos a seguir, sino una experiencia de relación con una persona. Es muy
importante esto: esta relación con Jesús será la que fundamente su seguimiento.
En nuestra vida, ¿podemos decir que hemos hecho esta
experiencia viva de encuentro con el Señor? En nuestra oración personal tengamos la humildad
de preguntar al Señor: “¿Nos hemos encontrado?”
Si la
respuesta es “no”, tranquilo, ¡ya sabes
qué has de hacer! ¡¡Acoge la invitación que nos hace hoy a todos!!: “Venid y lo veréis”. Hoy te dice:”Ven y lo verás”. No rehusemos su
invitación. Él también quiere pasar la tarde contigo...
Pienso que a nuestro cristianismo le falta experiencia de
encuentro con Jesús... Sí que hay misas, y oraciones, y buen comportamiento,
pero, nos falta el encuentro... (En las catequesis para adultos hemos ido hablando
de cómo hacerlo).
Cuando se pruduce este encuentro, que cambia tu vida, tú
también podrás decir, como Andrés: “Hemos
encontrado al Mesías”. Amén.