Si María es
importantísima en la vida de un cristiano, en estos días tiene aún más gran
importancia. Tres grandes lecciones nos da María en esta escena:
1. La lección de la
humildad: La contemplamos turbada y extrañada por las palabras del ángel: “...llena
de gracia, el Señor está contigo”. Las palabras del ángel apuntan hacia su
grandeza, y ella, que se siente pequeña, se turba y se extraña. María, a pesar que
es “llena de gracia”, a pesar “que el Señor está con ella”, se siente
pequeña. ¡Es humilde! En el magníficat ella misma nos dice: “ha mirado la humillación de su esclava”.
Todo esto nos habla de su humildad.
¡Ella es el icono de
la humildad!
¡Qué diferente de nosotros!,
que no somos nada y nos creemos que lo somos todo, que somos pequeños y nos
creemos que somos grandes, que estamos llenos de pecados y nos creemos inmaculados...
Nos cuesta la humildad,
a mí el primero. Una manera de descubrirnos poco humildes es revisar nuestras
reacciones: los adolescentes y jóvenes con los padres, los padres con los hijos,
las esposas con los esposos, los esposos con las esposas, el sacerdote con los
feligreses, revisémonos y encontraremos
reacciones que denotan una falta de humildad: no toleramos la crítica,
el comentario, que nos planteen alternativas, o la posibilidad de que estemos equivocados...
¡¡Nos pensamos que somos tan buenos y lo hacemos todo tan bien...!!
Ser humildes en estos
días de consumo, materialismo, de comidas familiares, de comer mucho, de beber demasiado,
¡¡no es fácil!!
Qué lección de humildad
nos da María, cuánto bien nos hace contemplarla turbada y extrañada por las palabras
del ángel. Pidámosle que nos ayude a ser humildes, a vernos pequeños e
imperfectos.
2. Segunda lección: Después
contemplamos a María preguntando al ángel: “¿Cómo
será eso, pues no conozco a varón?”. María en esto no duda, no pone en duda
lo que dice el ángel. Como sí hace Zacarías (“¿Cómo
estaré seguro de eso?”). María plantea un hecho objetivo: “me estás diciendo que seré Madre y yo todavía
no tengo marido”. Plantea una situación objetiva.
A veces, quizás, hemos
caído en una imagen un poco pánfila de María. María no es tonta. María piensa, y reacciona preguntando. Es
iluminador, para nuestra vida de oración.
Hacer preguntas a Dios
no es dudar de él. Es bueno hacerle preguntas. En nuestra plegaria personal es
necesario que hagamos preguntas al Señor...
No preguntas del estilo...
“Señor, ¿por qué me envías esto?”... sino, preguntas del estilo “Señor, ¿cómo se
convertirá esto en una fuente de bendiciones?” No preguntas del estilo... “Señor,
¿por qué has permitido que mis nietos marchasen de la Iglesia?, sino, “Señor ¿qué
quieres que haga ante esta situación?”
María nos enseña a
preguntar a Dios, pero nunca dudando de él. ¡Qué gran lección! En estos días
intensifiquemos nuestra plegaria, y nuestras preguntas al Señor.
3. Tercera lección: Contemplamos
a María confiando y abandonándose en el Señor: “Aquí está la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra”. ¡Ante el increíble plan de Dios! ¡Ante un hecho que
cambia su vida! ¡Ante una nueva realidad
que aparece de repente! ¡Ante un anuncio que cambia sus planes personales!...
María confía, acepta de corazón, y se abandona en manos de Dios.
María habría podido hacer
más preguntas “¿y cuándo pasará”?, “¿y qué he de hacer?”, “¿y qué le tendré que
explicar?”, etc. Preguntas que habrían nacido de su miedo, de sus dudas, de su
falta de confianza.
María confía y se abandona
en manos de Dios. ¡Qué gran lección!
Para nosotros que a la
mínima nos quejamos a Dios, que queremos ir haciendo mediocremente, que esto de
la voluntad de Dios nos cae bastante lejos, a nosotros, que, a veces, ponemos a
Dios en segundo lugar, ¡qué gran lección nos da María hoy!
María hoy nos da tres
grandes lecciones (humildad, preguntar al Señor y confiar y abandonarse en Dios),
pero, que han de entrar en nuestro corazón. Y lo harán si rezamos con María...
Acabo ya, en estos días,
que las cosas del mundo no nos distraigan de aquello que es esencial: Dios con
nosotros. Roguémoslo cogidos de la mano de María, la madre de Jesús, nuestra madre,
que tanto tiene a decirnos...