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XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario |
XXXIII Domingo del Tiempo OrdinarioSun, 15 Nov 2015 11:19:00
CAMINEO.INFO.-
DANIEL 12, 1-3 SALMO 15 HEBREOS 10, 11-14.18 MARCOS 13, 24 – 32
Ante los atentados de París estamos todos consternados, entristecidos y desesperanzados. Y en este contexto de violencia irracional escuchamos el texto más apocalíptico del evangelio de Marcos.
Cuando escuchamos un texto apocalíptico, nos podemos quedar en las palabras más espectaculares y catastrofistas, y olvidar su sentido más profundo, los textos apocalípticos son textos profundamente esperanzados.
Ya pueden tambalearse el cielo y la tierra, ya pueden oscurecerse el sol y la luna, ya pueden caer del cielo las estrellas... “que sus palabras no pasarán”, lo que no tambalea es el amor de Dios. Todo pasa, es cierto, ¡excepto una cosa! Hay una cosa que no pasa, que no es relativa, que no es hoy y deja de ser mañana... sus palabras y su amor no tienen fecha de caducidad, … de consumo preferente sí... je je
Por tanto, en medio del dolor por París, en medio de la angustia de los textos apocalípticos, la esperanza.
¿Cuál es el fundamento de nuestra esperanza? El apóstol es consciente que más decisivo aún que dar razón de la fe, es dar razón de la esperanza (1Pe 3,15). La gente pedirá que deis razón de vuestra esperanza: ¿Qué es lo que da sentido a vuestra vida? ¿Por qué os levantáis cada mañana y vais al trabajo, a la escuela, a la universidad? Sinceramente, y no lo digo para justificar mi paradita, me cuesta muchísimo de justificar la esperanza en un mundo sin Dios. Sin Dios no sé donde se pone la esperanza, no sé donde fundamentarla. ¿En la humanidad? ¿Se puede creer en la Humanidad después de Auschwitz?
Esperanza en Dios. Esperanza de que sus palabras no pasarán, esperanza de que su amor no tambaleará nunca. Esperanza en que continúe su intervención en la Historia y en nuestra historia.
¿Quién nos liberará de las garras de la muerte? ¿Quién dará a nuestra vida un sentido capaz de liberarnos de la fuerza de nuestro egoísmo autocentrador? ¿Quién vindicará las víctimas del odio y de la injusticia que la humanidad ha ido sacrificando a lo largo de la historia? ¿Quién cerrará todas las heridas, quién vendará todas las llagas? ¿Quién hará resplandecer la verdad como el mediodía, la justicia como el mediodía al fin de los tiempos? ¡¡Dios!!
Dios, que es misericordia infinita y amor sin posta. Dios que se acerca, que ya está a las puertas. Dios, de quien sus palabras no pasarán, no tambalearán, no caducarán.
¡París es palpable! ¡Dios no es palpable! Sé que cuesta en medio del dolor palpable, tocar la esperanza impalpable. Isaías pienso que lo expresó con una precisión inigualable cuando dijo:”Dios que se esconde, Dios salvador”.
Queremos alcanzar Dios, enlatarlo, encontrarlo del todo, apoderarnos de él, explicarlo, pero no podemos, se nos escabulle. “Dios que se esconde, Dios salvador”. Dios se esconde del mundo para evitar que el mundo se apodere y lo convierta en una cosa más a su servicio. En este sentido pienso que sólo un Dios que se esconde puede ser un Dios salvador.
Y aunque no sea adviento, acabo haciendo una referencia: Dios no está ausente, nosotros estamos ausentes, París es una ausencia de Dios en nosotros. Dios es adviento, continuo advenimiento, continua venida, y de aquí nace nuestra esperanza.
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