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XI Domingo del Tiempo Ordinario |
XI Domingo del Tiempo OrdinarioSun, 14 Jun 2015 05:14:00
CAMINEO.INFO.-
EZEQUIEL 17,22-24 SALMO 91,2-3. 13-14. 15-16 CORINTIOS 5, 6-10 MARCOS 4, 26-34
Jesús nos ofrece dos parábolas con un fuerte contenido espiritual: la parábola del crecimiento de la semilla y la parábola del grano de mostaza. Jesús lo hace con imágenes de la vida ordinaria de la gente de su tiempo; semillas, sembrar, regar, crecimiento, segar, frutos. Y con estos elementos les revela aspectos del Reino de Dios.
Por suerte, aunque nosotros no estamos en una sociedad agraria, estas imágenes también nos llegan y son comprensibles para nosotros. A partir de las parábolas intuimos que Dios ha plantado alguna cosa divina en nuestros corazones humanos. Hemos recibido una semilla, nosotros somos la tierra, y esta semilla ha de ir creciendo, hasta dar su fruto. En este sentido se expresaba el versículo antes del evangelio: “La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo; quien lo encuentra vive para siempre”.
A partir de aquí algunas consideraciones que nacen de las dos parábolas:
1. “Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo”. A veces, nos impacientamos con nuestro crecimiento espiritual, querríamos avanzar más rápidamente, querríamos tener más experiencias espirituales, querríamos ser más santos, querríamos no volver a cometer aquel error que tanto nos duele... querríamos... pero…
Todo tiene sus ritmos, el crecimiento de la semilla tiene su ritmo, nuestro crecimiento espiritual tiene su ritmo... Hemos de saber entrar en el ritmo de Dios, en la paciencia de Dios, en la confianza y el abandono en Dios y olvidar prisas, impaciencias,... Que el estrés que comporta la vida moderna no entre en nuestras vidas espirituales... Que el utilitarismo de la vida moderna no nos lleve a vivir una vida espiritual que busca “utilidades prácticas”...
Todo esto, también tiene a ver con lo que decíamos en la homilía del Domingo de la Santísima Trinidad sobre el misterio de Dios. Dios nos ha sido revelado por Jesucristo, pero, nunca dejará de ser un misterio... La relación con Él pasa por la fe, y la fe a veces, es oscura. Como dice la poesía de San Juan de la Cruz: “de noche iremos para encontrar la fuente, solo la fe nos alumbra, solo la fe nos alumbra”. Esta “noche”, habla de la noche de los sentidos y de la noche del espíritu... Por las cuales pasa toda persona y que son momentos de desolación, de crisis, de incomprensión, de purificación, que bien vividos darán lugar a una nueva etapa espiritual. En el libro La noche oscura, de San Juan de la Cruz explica estas dos noches. ¡¡Libro fantástico!!
Yo he pasado por épocas de mi vida que no entendía que estaba haciendo Dios conmigo. Pero, entre rebelarme contra un “Dios que no funciona” o contra “yo que no funciono”. Prefiero más la segunda.
2. Segunda consideración, hay en nosotros una semilla de eternidad. Tenemos a Dios plantado en nuestros corazones. Dios reina en nuestros corazones. Decía el místico medieval Meister Eckhart muy bellamente: «La semilla de Dios está en nosotros. Si el agricultor es inteligente y trabajador, crecerá para ser Dios, cuya semilla es; sus frutos serán de la naturaleza de Dios. La semilla de la pera se vuelve un peral; la semilla de la nuez, se vuelve un nogal, la semilla de Dios se vuelve Dios».
El dinamismo cristiano nos lleva a ser divinizados, cristificados, a que la presencia de Dios en nosotros vaya creciendo.
La fe empezó siendo una cosa pequeña en nuestra vida; tres avemarías antes de ir a la cama, o el “Jesusito de mi vida”... pero, aquella pequeña semilla ha ido creciendo, ¡ha crecido! En los inicios no era nada, como una semilla de mostaza, ¡”es la semilla más pequeña”! Pero, crece, y crece. Y crece porque Dios hace crecer, y porque nosotros colaboramos a este crecimiento. Y esta presencia, ahora, ¡inunda todo nuestro ser!
Cada vez que oímos estas parábolas del Reino, hemos de pedir ¡“Señor, que crezca en mí tu presencia, inúndame, penetra todo mi ser”!
Que poco se parece la semilla y la planta. Tampoco nuestros inicios con la fe que vivimos ahora. Y lo que nos verifica esta divinización, esta cristificación son los frutos. (la tercera consideración)
3. Los frutos, es un elemento común a las dos parábolas. “...luego la espiga, después el grano”. “... que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas”. Las dos parábolas acaban dando fruto, un fruto a favor de los demás. El fruto como aquello que es su sentido, su razón de ser. Todo aquel crecimiento ha de llevar a algún lugar, ha de tener algún sentido; los frutos.
Nosotros somos como el grano de trigo, que ha de morir para poder dar fruto. Morir en nosotros para poder dar fruto a favor de los demás... Y alguno ha dicho que al cristianismo le falta épica...
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