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VI Domingo del Tiempo Ordinario: "Quiero, queda limpio"

Sat, 14 Feb 2015 23:23:00
 

CAMINEO.INFO.-

LEVÍTICO 13, 1-2.44-46
SALMO 31
CORINTIOS
10, 31-11, 1
MARCOS 1, 40-45


En este gesto que hoy contemplamos está concentrada toda la historia de salvación. Cristo es la mano de Dios extendida hacia la Humanidad. La Humanidad es tocada por Dios, para que ésta pueda apartarse del mal, quedar curada y recibir de Él una nueva vida, la vida en abundancia.

Es la de hoy, una escena sorprendente. La lepra en aquel tiempo era una enfermedad que creían que era muy contagiosa. En la primera lectura hemos leído las prescripciones que tenían que cumplir los leprosos:

• Tenían que “tener su morada fuera del campamento”.
• Tenían que ir “harapientos y despeinados” para que se reconociera de lejos su enfermedad.
• “La barba tapada”.
• Gritando: “¡Impuro, impuro!”, cuando alguien se les acercaba.

Tal como va la escena vemos que este leproso no lo hace, no grita “impuro, impuro”. Al llegar donde era Jesús se arrodilla, se quita la ropa que lo cubría y entonces, dice: “Si quieres, puedes limpiarme”.
En aquel momento, todos al ver que se trataba de un leproso debieron retroceder y exclamarse, pero Jesús se acerca al leproso y le toca con la mano.

Tres enseñanzas a partir de la escena

a) “Si quieres, puedes limpiarme”, es una manifestación de fe en el poder de Cristo, por esto, Jesús lo podrá curar. Jesús “necesita” nuestra fe. ¡Pidamos siempre que nos dé más fe!

“Si quieres, puedes limpiarme”, qué frase más bonita. ¡Es una oración! Es una oración que también a nosotros nos hace falta hacer. Aquí y hoy, desde nuestras debilidades hemos de decir a Jesús: “Si quieres, puedes limpiarme”. Y lo hemos de decir con mucha fe. Aquí y hoy, es la eficacia de la liturgia, todo es aquí y hoy.

Y Jesús nos dirá: “Quiero: queda limpio”. Cada vez comprendo con más fuerza que la única manera de estar ante Dios, es como un pobre, como un leproso, como el publicano en el templo: humildes, esperándolo todo del Padre.

b) Qué contraste se produce en la escena: cuando el leproso se quita la ropa que le tapaba, unos se separan de él, y Jesús se acerca a tocarlo con la mano.

Si nos preguntasen; ¿en tiempo de Jesús quién era el más marginado? ¿El más mal visto? ¿El que estaba en una posición más precaria? La respuesta es clara y contundente: Los leprosos.

Por tanto, con esta escena, Jesús nos quiere decir alguna cosa a nosotros que queremos vivir como Jesús vivió, y queremos actuar como Él actuó. Si Él se acercó y se compadeció de los seres más marginados de su momento, ¿no tendríamos que hacer nosotros lo mismo?

Uno de los verbos más asociados a la persona de Jesús es: “compadecerse”. “Jesús, compadecido, lo tocó con la mano”. Compasión (sufrir con) es el verbo por antonomasia de los cristianos. Siempre nos tendríamos que estar compadeciendo.

El papa Francisco denuncia esta carencia nuestra y de la sociedad, diciendo que hemos perdido la capacidad de llorar. A los jóvenes de Filipinas, les decía: “Queridos chicos y chicas, al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar. Solamente ciertas realidades de la vida se ven con los ojos limpios por las lágrimas. Los invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo? Aprendamos a llorar…. Jesús, en el Evangelio, lloró. Si vos no aprendés a llorar, no sos un buen cristiano. Y éste es un desafío. Sean valientes. No tengan miedo a llorar.” ¡Compadecerse es saber llorar!

c) Hace poquitos días una persona me preguntó: “habla mucho de encontrarse con Jesús, pero, ¿cómo se hace esto? ¿cómo nos encontramos con Jesús? me resulta difícil”. Yo le dije: “a mí lo que mejor me funciona es imaginarme las escenas del evangelio, cuando imagino a Jesús en cada escena me encuentro con Él, con su persona, y mirándolo, veo cosas que me sirven para mi vida”. Quizás, la primera vez no sale, pero, es tan bonito vivir este encuentro real con su persona.

Y a veces, hay textos, como el de hoy, que no sólo te permiten contemplar exteriormente la escena, sino que te permiten entrar en el corazón de Jesús. Dice el evangelista: “Jesús, compadecido”. Una palabra que nos permite entrar en su corazón, y encontrarte con Él, aún más realmente y profundamente.







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