Camineo.info.- Queridos hermanos y hermanas,
El evangelio de hoy es continuación del
evangelio de la semana pasada, donde el Señor nos exhortaba a no sentirnos
propietarios de lo que tenemos sinó administradores, y a administrar los bienes
teniendo en cuenta los pobres.
Hoy la primera lectura y el evangelio nos
denuncian un pecado, un pecado que todos cometemos, pero que cuesta mucho de
detectar: el pecado de omisión. ¿Qué es el pecado de omisión? Podemos hacer el
bien y, por comodidad, egoísmo, falta de sensibilidad, no lo hacemos. Cuando
hacemos el mal, es muy fácil darse cuenta. Pero el pecado de omisión nos puede
pasar desapercibido. Pide oración y discernimiento.
El profeta Amós lo expresa con una gran
fuerza, con sus palabras nos hace un
dibujo: “Ay de aquellos que se sienten seguros”… y habla “de los
confiados”… de sus “lechos de marfil”… de los que “se
arrellanan en sus divanes”… de los “corderos del rebaño”… de los “terneros
del establo”… de los “instrumentos musicales”, del “vino” y
de las “elegantes copas” y de que “se ungen con el mejor de los
aceites”.
Y curiosamente, este mismo dibujo es el que encontramos en el evangelio: “Había
un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día”.
Y también es coincidente en las dos lecturas la actitud de los ricos.
Denuncia el profeta Amós: “pero no se conmueven para nada por la ruina de la
casa de José”. Y en el evangelio observamos por parte del rico la misma
actitud de indiferencia. Al rico de la parábola no le hace ninguna pena el
desastre de la vida de Lázaro.
El pecado de omisión viene precedido por la indiferencia. La falta de
misericordia. Misericordia, literalmente, quiere decir dejar entrar la miseria
del otro en tu corazón, y actuar. Esto es ser misericordioso.
¡¡Hace tiempo me pasó una cosa muy bonita!! Fui a la
feria de anticuarios de Cardedeu, compré una mesita
de madera por cincuenta euros..., y me encontré un feligrés de una parroquia
donde yo había estado. Estaba ofreciendo a los anticuarios, enseñando unas
fotos, unos muebles muy bonitos de su casa. Yo
imaginé que estaban pasando por dificultades, pero me dice todo
contento: “No, no, los quiero vender para
ayudar unos vecinos que con tres criaturas se lo están pasando muy mal”.
Uuuuaaaauuu. Me emocioné... Esto es el evangelio, esto es lo que hemos dicho
estos días: ser administrador de los bienes / no ser indiferente / ser
misericordioso. Y él contento. Dice Jesús: “Hace más contento dar que recibir”.
Otro ejemplo: Una parte
muy importante de los ingresos de Cáritas Diocesana (Barcelona) es de las
herencias. Personas que al morir, los herederos no son los hijos o los nietos,
sinó Cáritas. El porcentaje ronda el 40% de ingresos para fondos privados.
Explicaba Santa Teresa de Calcuta una escena: va a visitar a una familia
muy pobre con cuatro hijos, y les lleva
un quilo de arroz, la madre cuando lo recibe sale corriendo a compartir con la
vecina y sus hijos aquel quilo, y se quedan medio quilo cada una.
Resulta extraño, ¿no?, ¡pero si tiene muy poco! ¡pero si ella tiene cuatro hijos!
Es verdad... pero los pobres al no tener el corazón endurecido por las riquezas
comparten con naturalidad. No son indiferentes al dolor de los demás.
Yo he estado cuatro veces de misionero en Sudamérica, también lo he visto:
los pobres son generosos, y lo son porque no tienen el corazón endurecido por
las riquezas. No son indiferentes.
Mirad
las vidas de los santos… no encontraréis ninguno que se haya dedicado a
acumular riquezas, sinó más bien la preocupación es la contraria: ¿cómo puedo
vivir más después, más pobremente, …? ¿De qué me puedo desprender mañana, el
mes que viene...?
Es
bonito ver como Jesús en esta parábola destaca la importancia de la Palabra: “Tienen
a Moisés y a los profetas”. Ya tienen la palabra. Es la Palabra la que
tendría que cambiar sus vidas, no un milagro espectacular. Es la Palabra la que
ha de ir cambiando nuestras vidas, no un
milagro espectacular.
Cristo
nos quiere mover, domingo tras domingo, a ir creciendo, ir avanzando por el
camino de la santidad. Y hoy lo hace poniendo delante nuestro el pecado de
omisión. Esto nos ha de llevar a nosotros a mirar nuestro interior, y pedir luz
para descubrir nuestro pecado de omisión.