Explicamos,
brevemente, la parábola. Se nos habla de un hombre “al irse de viaje”, este
hombre es Jesús que se va de entre
nosotros, el día de la ascensión. Llama a sus administradores y les confía sus bienes… A todos nos ha
confiado unos bienes, unos talentos.
Y que no vuelve
“hasta dentro de mucho tiempo”, esto es en la parusía.
Y cuando vuelve
“pide cuentas”, esto es el juicio final.
A los que han dado
fruto les dice: “Pasa al banquete de tu señor”. Premio de la vida eterna.
Y al que no ha dado
fruto: “echadle fuera, a las tinieblas”. Su actitud lo ha condenado.
Tres
ideas, gracias, que nos quiere conceder esta parábola:
1.
Ser conscientes de lo que tenemos, y que nos lleve a ser agradecidos: Los
talentos, (esos millones), son los dones, las cosas positivas que Dios nos ha
dado a cada uno, y que son diferentes para cada persona: Estos talentos que
hemos recibido son por ejemplo:
. Haber podido recibir una educación y
formación cristiana.
. Gozar de unas posibilidades económicas que
muchos no tienen.
. Tener salud, tener brazos y piernas.
. Poder ver, oír, caminar, cantar, soñar, amar,
…
Y muchísimos más
talentos. Las cifras de la parábola (cinco talentos equivalen a treinta mil
denarios, treinta mil jornales), son
cantidades desorbitadas, desproporcionadas, que Jesús utiliza para que
nos demos cuenta de los muchos talentos que se nos han dado. No pocas veces de
penitencia he dicho: haga una lista de diez cosas positivas. ¿Por qué? Porque
estamos rodeados de positividad y muchas veces no la sabemos ver. ¡¡Ponemos el
foco sobre dos cosas negativas, cuando tenemos veinte de positivas!!
Por tanto, ¡¡primero
ser conscientes de los tantísimos dones que tenemos, y después agradecerlos!!
Tenemos tendencia a la queja y muy poco a la acción de gracias.
2. Somos
administradores: “Llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus
bienes”. De todos los bienes que Dios nos da (materiales o espirituales)
somos administradores. Tenemos una tendencia muy fuerte a creernos dueños de
las cosas. Y desde la óptica cristiana hemos de vernos como administradores.
Hay una gran
diferencia entre la actitud interior del que se ve dueño de algo y la actitud
interior del que se ve administrador, responsable ante un solo dueño, Dios. La
frase: “Yo con mis cosas hago lo que
quiero”, no es cristiana. Esta frase denota que me siento propietario y que
no sigo ningún criterio para administrar mis bienes fuera de lo que a mí me
parece bien.
¡¡¡Somos
administradores!!! ¡¡Administremos nuestros talentos!! ¿Tienes tiempo? ¿Qué
haces con él? Tu y tus cosas… mal. Tienes habilidades. Qué haces con ellas?
Todo ello son talentos que Dios nos dio. ¿Qué hacemos con ellos. Porque
atención… tercera idea…
3. Vamos a ser
juzgados según nuestra administración: Todos estos regalos, todos estos dones,
todos estos talentos hemos de utilizarlos bien, han de rendir, han de producir
obras buenas: hoy Jesús nos pregunta a cada uno: ¿y tu cómo utilizas los
talentos, los dones que yo te he dado?. (Pensarlo durante la semana).
Porque fijaos una
cosa muy interesante: al de un talento no lo acusa de haber hecho nada malo. No
ha hecho nada malo. Al de un talento se le está acusando de no haber hecho el
bien, de no haber hecho rendir ese talento que tenía. Podría haber hecho mucho
bien y no lo ha hecho. Hoy Jesús nos habla del pecado de omisión, podría hacer…
pero no hago. Miedo, zona de confort,
pereza, egoísmo.
Podríamos hacer
tanto bien y transformar tanto la parroquia si pusiéramos nuestros talentos al
servicio de Dios.
¿Estamos haciendo todo el bien que podemos?, ¿Estamos
apasionados por hacer el bien? (como dice San Pablo). ¿Somos conscientes de que
estamos llamados los cristianos a transformar la sociedad, a que surja ya aquí
el Reino de Dios?, ¿con qué nos conformamos? con no matar, no robar y no ser
infiel. Ese no es el plan de Dios.
Hace años participé en una obra de teatro que se
titulaba: ”TODO LO QUE NO SE DA, SE PIERDE”. Ese abrazo que no diste …se perdió
Que esta eucaristía
que nos hace entrar en comunión con Nuestro Señor Jesucristo nos haga más
conscientes de todo el bien que estamos llamados a hacer.