Jesús con sus palabras hace una foto muy definida de los Fariseos:
“No hacen lo que dicen”, “todo lo que hacen es para que
los vea la gente”, “les gustan los primeros puestos en los banquetes y los
asientos de honor en las sinagogas”, “que les hagan reverencias por la calle y
que la gente los llame maestros”.
¿Cuál es el problema
de los Fariseos? ¿Qué les pasa? Lo que les pasa es algo muy cercano a todos nosotros.
Tienen un problema que también nosotros tenemos: en lenguaje bíblico su problema
tiene un nombre y se llama: ego, orgullo.
Vamos a analizar dos
de las críticas que Jesús hace a los fariseos, para recibir luces para
nosotros.
La primera crítica
que hace a los fariseos es: “no hacen lo
que dicen”. Su comportamiento, su hacer, no es coherente con sus palabras. ¿Por
qué “no hacen”?, porqué ya se creen buenos por cumplir unas normas y no quieren
ir más allá. El ególatra, el orgulloso mira lo poco que ha hecho, el humilde todo
lo que podría hacer...
También nosotros, a veces, “decimos y no hacemos”.
Aquí dentro de la
iglesia hablamos de caridad, de amar a los enemigos, a los pobres, de
perdonar siempre y en todo lugar, de construir el Reino de Dios, de ser luz y
sal, de evangelizar, de ser servidores, de morir por los otros ... pero ... y fuera
... ¿lo vivimos?, o mejor dicho ¿lo intentamos vivir... ?. Porqué esto es la
vida cristiana, intentar vivir cristianamente. Intentarlo cada día, sin desfallecer...
Quizá también a nosotros, a mí el primero, el ego, el orgullo
nos hace ver lo que hacemos (que no es demasiado) y ya nos creemos buenos...
Decía San Ignacio
de Loyola: “Somos puro impedimento”.
Dios quiere hacer maravillas en nosotros y nosotros se lo impedimos … Podríamos
hacer tanto... abiertos verdaderamente a Dios… Por eso nos hace tanto bien leer
biografias de santos … porque vemos las maravillas que Dios puede llegara hacer.
La segunda crítica de Jesús a los fariseos es que buscan recibir honores,
destacar, ocupar los primeros lugares, que la gente les salude y les llame
maestro.
Es el orgullo lo que provoca este comportamiento. No
actúan de cara a Dios si no para ser bien vistos de la gente. No buscan la
gloria de Dios sino la propia.
Esto es muy, muy fácil, que también nos pase a nosotros:
que lo que hacemos lo hacemos más pendientes de los otros, del qué dirán, del
qué pensarán, de quedar bien delante de los otros, que no de hacerlo para
agradar a Dios.
Esto
nos exige mirar nuestras motivaciones, hacer una mirada a nuestro interior para
descubrir la motivación para hacer las cosas... Nosotros podemos hacer una cosa
buena, pero si lo hacemos porqué los demás nos vean, hablen bien de nosotros, entonces
esta obra buena no nos hace bien, sino todo lo contrario.
Resumiendo:
Lo que encontramos en los Fariseos es ego, orgullo, y lo que encontramos a faltar es.... ¡la caridad! Caridad
que les llevaría a “decir y hacer”, y a buscar el bien de los demás y no su
propio bien.
Por esto,
Jesús acaba esta escena apelando a una actitud radicalmente evangélica: ser
servidor, y servidor humilde, que no se busca a sí mismo, sino el bien de los demás.
San Ignacio de Loyola decía: “Si no vivo
para servir, no sirvo para vivir”.
Acabo ya, recuerdo una escena de una película de Jesús,
“El hombre que hacia milagros”: los discípulos y Jesús han caminado mucho, está
oscureciendo, se paran en un lugar para dormir, los discípulos comienzan a
discutir quien será el primero en el Reino de Jesús, y en medio de estas
discusiones llega Jesús todo sonriente, cargado de leña para hacer un fuego, a
Jesús no le hace falta decir ni una palabra y los discípulos bajan la cabeza.
Lo importante es servir: para uno mismo y para los demás.
Que la comunión que viviremos con Jesús que no ha venido
a hacerse servir sino servirnos a nosotros nos haga a nosotros personas
servidoras. Y así ¡diremos y haremos!