En tiempos de Jesús
los judíos tenían que cumplir muchas normas, rituales de purificación, rituales
de culto, muchos mandamientos: más de seiscientos preceptos era lo que los
judíos tenían que cumplir. Y esto generaba mucha confusión y de aquí nace la
pregunta del fariseo: “¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?” Enmedio de tantos preceptos surge la
pregunta: ¿qué es lo esencial, que es lo más importante? Porque lo más
importante había quedado desplazado.
Esto también nos puede pasar a nosotros. Hoy vivimos también
enmedio de mucha confusión: diversas guerras, cifras falsas sobre los abusos
sexuales en la Iglesia, cambio
climático, crisis económica, etc. Hay mucha confusión, y esto puede hacer que
aquello que es esencial quede desplazado, ofuscado.
¿Qué es lo esencial?
¿Qué es lo más importante? Si le preguntásemos a Jesús, hoy veintiocho de
octubre del dos mil veintitrés, ¿qué os parece que diría? ¡Lo mismo que dijo
entonces!: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma,
con todo tu ser”. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Jesús no diría “Lo más importante es tener salud”, ni “lo
más importante es tener mucho dinero”, ni “lo más… tener muchos likes en
Instagram”, ni “lo más importante es que todo el mundo hable bien de ti”.
Lo más importante: ¡¡Ama a Dios!! ¡¡Ama al hermano!!
Qué bonito, y qué suerte tenemos de que la gran enseñanza
de Jesús sea amar. Nuestra religión es la religión del amor.
Y cuando no amamos no somos felices...
Comentemos un poco los dos mandamientos: el primero: “Amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Este mandamiento es
el principal y primero. Los próximos días
cuando recemos es necesario que nos hagamos la pregunta... ¿Cómo estoy viviendo
este mandamiento? ¿Amo al Señor con todo el corazón...?
Quizás
alguno se pregunte: ¿Cómo puedo saber si estoy amando a Dios con todo el
corazón...? Yo lanzo algunas preguntas que pueden dar luz a la respuesta:
¿Te
gusta estar con Dios? ¿Rezar? ¿Hablar con él? ¿Meditar su Palabra? Si digo que
le amo, pero no quiero estar con él, alguna cosa falla...
¿Vives
la eucaristía como el gran momento de la semana? ¿Llegas a la hora? ¿La
preparas? ¿La vives desde el corazón?
¿Deseas
ser cada vez más de Dios?
¿Miras
de avanzar en el camino de la fe?
¿Te
sientes hijo amado de un Padre providente?
¿Procuras
hacer vida las palabras de Jesús?
Amar
Dios no es una cosa abstracta, sino que se concreta en nuestra vida.
¡¡Es
el mandamiento más grande, aquí nos lo jugamos todo!! ¡¡El ser o no ser
cristianos!!
Segundo
mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Que listo está Jesús
cuando detrás de “amarás a tu prójimo”, pone “como a ti mismo”.
¡¡Qué
vivo!! ¡¡Qué listo!! Porque todos más o menos amamos, pero las palabras “como
a ti mismo”, son una medida infalible para saber si estamos de verdad
amando o no al prójimo.
Sabemos
perfectísimamente qué quiere decir en cada situación “como a ti mismo”, quiere decir hacer aquello
que nos gustaría que los demás nos hicieran en aquella situación.
Dos ejemplos, sencillos y cercanos: Primer
ejemplo: Alguien de nuestra comunidad está enfermo y lo sabemos. ¡¡Amarlo
quiere decir hacer aquello que me gustaría que me hicieran a mi!! ¿Qué me
gustaría que me hicieran a mi? ¡¡Que me visitaran!! ¡¡Pues, ya sabes qué has de
hacer!! “Es que no lo conozco
demasiado...” ¿Te gustaría que cuando estás enfermo te vinieran a visitar
aquellos que no te conocen demasiado...? Sí. Pues, ya sabes qué has de hacer...
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Segundo
ejemplo. Ves un joven nuevo a misa, lo ves un poco despistado. ¿Qué quiere
decir amarlo? ¡Hacer lo que me gustaría que me hicieran a mi! Esto es: me
acogieran, la gente se me presentara, me diesen la bienvenida, me hablasen, que
no me dejaran solo, fuesen cercanos y amables. Me animasen a venir a misa, a
conocer la comunidad, a sumarse a las actividades que hacemos. Si esto es lo
que te gustaría que te hicieran a ti, ¡¡hazlo tu a los demás!!
Y en
cambio qué hacemos... ¡nada, nada de nada!! Me los miro de reojo y sigo
hablando con los de siempre. Hemos de crecer en capacidad de acogida...
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Con las palabras “como a ti mismo” Jesús nos pone delante de un espejo, un espejo al que no
podemos mentir.
Y un apunte final breve y poético: cuando Jesús nos pide
que amemos a Dios “con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser”, esto nos ha de
hacer ver que si nos pide que le amemos así es porque él ya nos ama de esta
manera: quiere decir que Dios nos
ama con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser. Nos hemos de hacer
presente este amor de Dios... que hace nuevo nuestro corazón. Hagámoslo esta
semana y hagámoslo ahora un poco...