Dice San Pablo una
frase muy importante, una frase que tendríamos que poder decir todos: “Todo
lo puedo en aquel que me conforta”.
¿Qué quiere decir “todo
lo puedo”? Me siento capaz de todo. No tengo miedo. Estoy dispuesto a
acoger y vivir en paz lo que venga: salud o enfermedad, riqueza o pobreza,
libertad o encarcelamiento. ¡¡¿Cómo puede ser esto?!! Dice San Pablo: “En
aquel que me conforta”. Se refiere a Jesús. San Pablo se ve con corazón
para todo, lo dice desde la prisión de Éfeso, porque tiene a Jesús con él.
San Pablo se expresa
así porque ha hecho una experiencia parecida a la que ha hecho el salmista del
salmo de hoy, el Buen Pastor. ¿Qué dice este salmo? Si mi pastor está conmigo no me falta nada, es
igual si paso por un valle oscuro o por un prado verde.
Así hemos de ser los
cristianos: personas valientes que miran el futuro sin miedo. No sabemos cómo
irán las cosas, pero sabemos sin ninguna duda, que Jesús, que el buen pastor
estará con nosotros.
También nosotros
hemos de poder decir: “Todo lo puedo en Jesús, mi buen pastor, que me conforta y me da fuerzas”.
Es una gracia que
hemos de pedir en la oración personal. La vida cristiana es un don que
recibimos, que recibimos porque lo pedimos, porque lo deseamos, porque lo
anhelamos.
Me decía hace poco
una chica: “nunca me siento sola, él
siempre camina conmigo, al futuro no le temo, pues él estará conmigo”.
Pasemos al evangelio. Esta parábola nos habla del rechazo
de Jesús por parte de los dirigentes del Pueblo de Israel. Pensemos que estamos
en el capítulo veintidós de Mateo, a pocas semanas de la muerte de Jesús. De
aquí el sentido de esta parábola.
La
parábola es un cuento que tiene una enseñanza. La parábola la hemos de
interpretar:
¿Quién
es el rey? El rey es Dios Padre.
¿Quién
es el hijo que se casa? El hijo es Jesús.
¿Y
con quién se casa Jesús? Con la humanidad, con nosotros.
¿Qué
es la boda? La boda es una gran fiesta, un gran banquete para celebrar la
alianza de Dios con la Humanidad, con nosotros. Dios hace en Jesús una alianza
nueva y eterna. Una alianza es un pacto. A lo largo de todo el
AntiguoTestamento, Dios ha hecho diversas alianzas, el hombre las ha ido
rompiendo todas. Hasta que Dios hace la alianza nueva y eterna.
¿Os
suenan las palabras “alianza nueva y eterna”? ¡En todas las misas...! En la
consagración. “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna”.
De
esta parábola podemos deducir una idea muy bonita:
1. La vida cristiana es una invitación que
Dios hace a cada uno de nosotros. La vida cristiana es una invitación, un
ofrecimiento.
Y nosotros podemos
acoger o rechazar… En esta parábola es muy sorprendente lo que pasa: los
primeros invitados rechazan ir a la boda.
Es una cosa impensable:
¡¡Rechazar ir a una
boda!!
¡¡Más cuando es la
boda de un rey!!
Más impensable
cuando dan los motivos: ir al campo, los negocios. Que quiere decir seguir con
sus rutinas.
Verdad que se nos
hace impensable este rechazo de la boda. Pues, igual de impensable se nos ha de
hacer el rechazo a Jesús, el rechazo al don de Dios, el rechazo a la invitación
que Dios Padre nos hace en Jesús. Dios Padre en la persona de Jesús nos lo da
todo. En Jesús encontramos todo lo que necesitamos para tener una vida plena y
eterna.
Cuando vas a una
boda hay una cosa que deseas con mucha fuerza: poder hablar unos momentos con
los novios: queremos poder preguntar qué sienten, queremos poder expresar qué
sentimos nosotros. En las bodas, nos ha pasado a todos, deseamos encontrarnos
con los novios.
¿A qué nos invita
Dios Padre cuando nos convida a una boda? Nos invita a un encuentro, a un
encuentro, con Jesús, su Hijo. ¿Nos hemos encontrado de verdad con Jesús?
Vivimos unos ciertos actos de piedad, pero ¿nos hemos encontrado de verdad con
Jesús?
La eucaristía es un
encuentro con Jesús, pero ¿lo vivimos así...? El momento de la comunión es la
expresión máxima de la comunión con Jesús, con lo que él es, con lo que él
hizo, con lo que él dijo.
Acabo
ya, en las bodas hay alegría, fiesta, fraternidad, esto es la vida cristiana
bien vivida. ¡¡Dios no nos quiere tristes!! ¡¡Dios quiere nuestra alegría!! Por
esto nos convida a encontrarnos con su hijo.
Abrámosle
el corazón...