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Dios nos habla a través de su Palabra.
Los textos que leemos no lo hacemos porque sean bonitos o antiguos, sinó porque
entendemos que a través de esta palabra Dios nos está hablando a cada uno.
Esto quiere decir que hoy Jesús me dice a
mí: “Francesc, te aseguro que los
publicanos y las prostitutas te llevan la
delantera en el camino del Reino de Dios”.
¡¡Ahí es nada!! Esto me interpela, a mi y
a todos, claro. Y de aquí surgen dos preguntas: ¿Qué están haciendo los grandes
sacerdotes y los notables del pueblo que lleve a Jesús a hablar así? ¿Qué están
haciendo las prostitutas para que Jesús hable así de ellas? La parábola que
hemos leído nos da la respuesta.
De entrada, esta parábola puede parecer
un poco simplista. Uno dice que sí y no va, el otro dice que no y sí que va. Y
queda muy claro quien ha hecho lo correcto.
((Pero la parábola de Jesús no va por
este camino tan simplista. El contexto de esta parábola nos ayuda a entenderla.
Es muy habitual para interpretar un texto, y así lo hacen los expertos en
Biblia, ver los textos que hay antes y los textos que hay después. El contexto
nos ilumina el texto que queremos analizar)).
Entonces, los textos del contexto nos
hablan de la no aceptación de Jesús por parte de los grandes sacerdotes y de
los notables del pueblo. Y es en este contexto que la parábola de hoy se nos
hace más entendedora. Y es
muy cercana a nosotros, más de lo que parece.
El hijo que dice que no, “pero después recapacitó y fue”, simboliza a los pecadores, publicanos y
prostitutas que de entrada negaban a Dios, dicen No a Dios con la vida que
llevan, pero después de escuchar a Juan Bautista se han arrepentido de su vida de pecado y han
dicho sí a Dios, se han convertido.
El hijo que dice que sí, pero después no va, simboliza a los maestros de la
ley, fariseos, grandes sacerdotes, que de entrada han dicho que sí a Dios, pero
después con su vida están negando a Dios, porque rechazaron a Juan Bautista el
profeta, “y no le creísteis”, y ahora rechazan a Jesús.
Recupero las dos preguntas que hacía al inicio y ahora las contesto: ¿Qué
están haciendo los grandes sacerdotes y los notables del pueblo que lleve a
Jesús a hablar así? Se creen buenos. Ellos no se han de convertir. Ya son
justos. No son pecadores. En ellos no hay arrepentimiento. ¿¿Quizás, también
nos pasa a nosotros??
Y con esta actitud viene Juan Bautista, y
ni caso. Viene Jesús, y ni caso. ¿Por qué? Por
orgullo, autosuficiencia, y falta de humildad. Tres pecados muy
habituales hoy en día.
¿Qué están haciendo los publicanos y las
prostitutas para que Jesús les sitúe por
delante de los demás? Han reconocido su pecado, y han cambiado de vida.
Jesús ha captado la diferencia profunda
entre “los justos = los que se creen justos” y los pecadores, y es por esto que
se atreve a pronosticar que los pecadores pasarán delante de los “justos” en el
camino hacia el Reino de Dios; no por el hecho de ser pecadores, sino por el
hecho de reconocer su pecado y cambiar de vida.
Hasta aquí la explicación del evangelio.
A partir de aquí dos breves interpelaciones dirigidas a nosotros:
1. ¿A quién nos parecemos más: a los grandes
sacerdotes y a los notables del pueblo que se creen buenos y justos y que no
necesitan convertirse o a los publicanos y prostitutas que reconocen su pecado
y desean la conversión? ¿A quién nos parecemos más? Mirada interior/oración. A
mi me parece que nos parecemos más a los grandes sacerdotes y a los notables
del pueblo.
2.
¿Qué hace creer a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo que
son buenos? La práctica religiosa. Ellos son muy religiosos, esto les lleva a
pensar que son buenos, y entonces permanecen cerrados a Juan Bautista o al
mismo Jesús, porque ya son buenos. “Somos personas religiosas, ya estamos
bien”. ¡¡Que no nos pase lo mismo!! No podemos substituir la conversión y la
fidelidad al evangelio por la mera práctica religiosa. No es suficiente con
venir a misa. No podemos caer en el gravísimo error de pensar que nosotros no
necesitamos conversión…
Todo esto es un tema capital, por esto Jesús se expresa
con esta contundencia.
Jesús acaba la parábola preguntando: “¿Quién de los dos hizo lo
que quería el padre?” Preguntémonos sinceramente ¿Soy yo de aquellos
que hace lo que el Padre quiere? ¿Soy yo de aquellos que tiene su vida
planteada para hacer lo que el Padre quiere?