CAMINEO.INFO.- Hay un himno litúrgico del tiempo ordinario donde va narrando parte del
evangelio de hoy, y después de cada estrofa dice: “Rehuyan el exceso de celo
y los juicios temerarios”.
¡Qué rápidos somos para juzgar! ¡Para poner etiquetas! ¡ Y a partir de una
impresión superficial, hacernos un juicio!... ¡¡Y cuántas veces nos ha pasado
que conocemos un poco a la persona, y nada a ver con lo que de entrada nos
había parecido!! ¡¡Nos ha pasado a todos!!
“Rehuyan el exceso
de celo y los juicios temerarios”.
La
parábola del trigo y la cizaña, es una parábola de juicio. Sorprende la
respuesta del amo del sembrado a los criados cuando ellos hablaban de separar
el trigo (aquello que es bueno) de la cizaña (aquello que es malo) : “No,
que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo”. ¡¡Gran
lección!! No nos toca a nosotros separar, juzgar, decidir qué es bueno y qué es
malo... En cambio, nosotros a la primera de cambio: juicio y sentencia.
“Rehuyan el exceso
de celo y los juicios temerarios”.
¡Qué rápidos somos para juzgar! ¡Para poner etiquetas! ¡A
hacernos un juicio!...
“Rehuyan el exceso
de celo y los juicios temerarios”.
Segunda idea: Siempre me ha gustado de una manera especial la parábola de
la levadura que fermenta toda la pasta. Una cosa pequeña que transforma aquello
que lo rodea que es mucho más grande.
Todos conocemos personas-levadura, personas que son
levadura... Personas que transforman el entorno donde están. Nosotros estamos llamados a ser personas-levadura que
fermentamos, transformamos, toda la pasta, la realidad que nos rodea.
En
la misa que se hace por los laicos, que a mí me gusta mucho hacer, y que hoy
estamos haciendo, una de las oraciones dice: “haz que, ... , tus siervos, a los que no
dejas de llamar al apostolado, impregnen el mundo del espíritu de Cristo y sean
el fermento de su santificación”. Somos fermento, levadura, que
santifica, que transforma lo que nos rodea, que produce santidad.
Qué
imagen más bonita... el laico, en medio del mundo, de la sociedad, de la vida
diaria, y desde allá transformando el mundo.
Está
muy bien colaborar con la parroquia, ser voluntario de Cáritas, catequista o lo
que sea. Muy bien. Pero no todos son llamados a hacerlo. En cambio, este ser
fermento santificador, ésta llamada a transformar el entorno donde Dios nos ha
puesto, es una llamada de todos.
Ante
la Parábola que Jesús nos dirige es preciso preguntarse: ¿Soy fermento?
¿Transformo el ambiente? ¿En mi entorno crece el Reino de Dios? ¿Dios reina
cada vez más en el corazón de los que me rodean?
No
seamos una levadura que no fermenta.
No
seamos una levadura que lo deja todo igual.
¿Y
cómo lo hacemos? ¡Lo primero siempre es rezar! Pedir la gracia de ser levadura.
Dialogar con Jesús qué quiere decir levadura en mi vida cotidiana.
Podemos
ser levadura de maneras muy sencillas: Conozco gente que ha cambiado de vida
por una película.
Conozco
gente que ha cambiado de vida por repetir, sin fe, una frase antes de ir a la
cama, “Si existes, Dios, dame fe”. Se lo había propuesto un amigo.
Conozco
gente que ha cambiado de vida por un libro que le habían dejado.
Conozco
gente que ha cambiado de vida ante una pregunta que le dejan caer: “Si tanto
amas a Dios: ¿por qué no vives sus enseñanzas?
Pienso que si nos lo pensamos un poco no es tan difícil
ser levadura... Es necesario rezar y pensar un poco y hacer el paso. ¡Son pequeñas semillas, que el Señor puede hacer
crecer! Amén.