En los tres ciclos litúrgicos, A, B, C,
(ahora estamos en el A), el IV Domingo de Pascua es el que tradicionalmente se
le llama el Domingo del Buen Pastor.
Con esto ¿qué nos está diciendo la
liturgia? ¿Qué nos está diciendo la Iglesia? Nos está diciendo: Jesús ha
resucitado. ¡¡Él está vivo!! Y hace camino contigo. Como el pastor que guía y
hace camino con las ovejas. Jesús Resucitado quiere ser una presencia viva en
tu vida. Jesús es el Buen pastor que no nos abandona y nos conduce por los
caminos de la vida terrenal hacia la vida eterna.
Por eso hemos dicho en la Oración
colecta: “...condúcenos a la asamblea gozosa del cielo, para que la
debilidad del rebaño llegue hasta donde le ha precedido la fortaleza del
Pastor”. La tarea de Jesús como a buen pastor es conducirnos hacia la vida
eterna.
El otro día hablaba con una persona que
tiene una situación muy complicada en casa, y yo le estaba haciendo un enfoque
demasiado natural, demasiado terrenal, y ella me dijo: “es que cómo gestione
esto me juego la vida eterna”. Uuuuaauuu... El objetivo es el cielo. El Buen Pastor hacia allí nos quiere llevar.
¡Tenerlo presente!
A veces nos confundimos y más que hacerle
hacer de Buen Pastor queremos que Jesús sea un superhéroe que nos quite las
dificultades y problemas de nuestra vida. Y ésta no es su tarea. Fijaros qué
decíamos en el salmo: “... Aunque camine por cañadas oscuras, nada
temo...”. El Buen Pastor no nos evita las cañadas oscuras, pero, sí que nos
acompaña: “...porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan”.
En este sentido
recuerdo un testimonio muy bonito y entrañable del DVD “Yo creo”, de una
cocinera, la Clementina. Lo que yo decía hace un momento, ella lo explica
mucho, mucho mejor: “Este Jesús
los obstáculos no te los quita, ni los problemas, ni la vejez, ni el dolor, ni
nada, pero saber que lo tienes a tu lado
y que te ayuda a llevarlo, es que te llena la vida, la vida es muy diferente”.
Qué bien que define el trabajo del Buen Pastor.
Como decía antes... a veces nos
confundimos y más que hacerle hacer de Buen Pastor queremos que Jesús sea un
superhéroe que nos quite las dificultades de
nuestra vida. Y puede hacerlo, pero no es su papel principal.
Tenemos una doble tarea, misión:
1. Descubrir el Buen Pastor en nuestra
vida, que él sea una presencia real en nuestra vida. Y como siempre el poder
hacerlo pasa por mantener una relación personal con él, relación de doble
dirección. Qué claro queda en el evangelio: “... el pastor ... va llamando”, Jesús nos llama… a cada uno,
sentirnos llamados, qué alegría.
“las ovejas atienden su voz”, atentos a su
palabra.
“va llamando por el nombre a sus ovejas”, poético, entrañable,
para Dios no eres uno más dentro de una inmensa masa de creyentes, te llama por
tu nombre, te ama a ti personalmente...
“camina
delante de ellas”, él te guía.
“las ovejas lo siguen, porque conocen su
voz;” reconocemos la voz porque escuchamos... distraídos no podemos reconocerlo.
“lo siguen”, le
seguimos... verbo que denota dinamismo.
¡Todo esto apunta a relación personal!
2. Dar a conocer esta imagen del Buen
Pastor. Al hablar de nuestra fe, esta imagen de Jesús es entrañable, dulce,
cercana, amable, evangelizadora.
La imagen del Buen Pastor queda reforzada
por la frase final del evangelio de hoy: “Yo he venido para que tengan vida
y la tengan abundante”. Jesús viene para darnos vida, vida en abundancia,
comunicada generosamente. Una de las frases que más repito de todo el evangelio
es ésta. ¡Me parece como una declaración de intenciones, para quitar dudas,
pesares, mediocridades! “Yo he venido para que tengan vida y la tengan
abundante” (en abundancia).
Cuánto bien nos haría rezar con esta
frase corta, para que entre en el corazón, para que llegue a ser motivo de
diálogo con Jesús, para que se convierta en certeza que guía nuestra vida.
Pienso que somos poco conscientes de todo
esto, o que lo vivimos con poca fuerza, o que no nos lo acabamos de creer. Las
palabras del escritor José Luis Martín Descalzo lo describen muy bien:”¿Cómo
es posible que los herederos del gozo de la resurrección no lo lleven en sus
rostros, en sus ojos?; ¿cómo es que cuando celebran sus Eucaristías, no salen
de sus templos oleadas de alegría?; ¿cómo puede haber cristianos que dicen que
se aburren de serlo?; ¿cómo hablan de que el Evangelio no les dice nada o que
orar se les hace pesado, … ; dónde quedó su vocación de testigos de la
resurrección?".
Dice poéticamente el poeta converso Paul Claudel: “La alegría es la primera y la última palabra del Evangelio”. Si no
hay alegría, quiere decir que Jesús no es buen pastor.