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Domingo IV Tiempo de Cuaresma

Sun, 19 Mar 2023 09:44:00
 

CAMINEO.INFO.- Si domingo pasado decíamos que nosotros somos la mujer samaritana. Porque la Palabra de Dios es viva y se dirige a cada uno de nosotros. Este domingo hemos de decir que nosotros somos el ciego.
 
Y este evangelio sólo lo entenderemos si realmente pensamos que somos ciegos. Nosotros somos ciegos, ciegos de nacimiento (ciegos radicales, radicalmente ciegos) y sólo Jesús nos da la luz (“soy la luz del mundo”).
 
Nos pensamos que vemos, porque somos listos, porque las cosas nos han ido bien en la vida, porque venimos a misa desde hace la tira de años, porque un poco rezamos. Nos pensamos que vemos, pero somos ciegos.
 
¡Delante de Jesús siempre nos hemos de presentar como  ciegos y pedir la luz! Porque la tendencia a pensar que vemos es muy fuerte. Cuando tu crees que ves, ya no estás del todo abierto a que Jesús te de la luz.
 
En temas como los pobres, nuestra santidad, la mortificación, la evangelización, las riquezas, y tantos temas, tenemos visiones mucho más del mundo que del evangelio. Os lo aseguro.
¡Porque si tuviéramos una visión más de Jesús, más evangélica, esta parroquia estaría mucho más viva!
 
Tenemos una parroquia débil, porque nos pensamos que  vemos. Pensamos que nosotros ya sabemos (“yo ya sé”) y no nos presentamos delante de Jesús como ciegos, y no nos dejamos iluminar por Jesús.
 
Nosotros somos ciegos y sólo Jesús nos da la luz.
 
¿Y qué pasa si no nos reconocemos como ciegos? Entonces somos como los fariseos...
 
Dice el Papa Francisco comentando este evangelio: “Mientras que el ciego se acerca gradualmente a la luz, los fariseos, al contrario, se hunden cada vez más en su ceguera interior. Cerrados en su presunción, creen tener ya la luz; por ello no se abren a la verdad de Jesús. Hacen todo lo posible por negar la evidencia.”
 
El problema de los fariseos es que creen tener ya la luz total, creen que ya no les hace falta nada más, que ya van bien, que ya están cumpliendo, y por tanto no están abiertos a avanzar, a hacer camino, a dejarse interpelar por lo que sienten o ven.
 
El problema de los fariseos es nuestro problema, que nos creemos tener ya la luz total, creemos que ya no nos hace falta nada más, que ya vamos bien, que ya estamos cumpliendo, y por tanto no estamos abiertos a avanzar, a hacer camino, a dejarnos interpelar por lo que sentimos o vemos.
 
Una prueba: ¿en los últimos dos meses qué cambio ha provocado la Palabra de Dios en tu vida?
 
Dice el Papa Benedicto comentando este evangelio: “Queridos hermanos, dejémonos curar por Jesús, que puede y quiere darnos la luz de Dios. Confesemos nuestra ceguera, nuestra miopía y, sobre todo, lo que la Biblia llama el “gran pecado” (cf. Sal 19, 14): el orgullo.”
 
“Confesemos nuestra ceguera” “Dejémonos curar por Jesús”... ¡Nosotros somos ciegos! ¡Jesús nos da la luz! ¿Por qué nos cuesta admitir todo esto que digo? Por el orgullo. El problema es el orgullo, la soberbia, el fariseo que llevamos dentro, y que nos dice que nosotros ya somos buenos, que no somos como los demás, que ya
estamos bien, que ya tenemos la luz... Vigilad con el pequeño, o grande, fariseo que llevamos dentro.
 
Dice Jesús: “...Como decís que veis, vuestro pecado persiste”. ¿Cuál es el origen de su problema? ¡¡El problema es creer que tienes la luz!! El problema es el orgullo, la soberbia, la autosuficiencia, es el “yo ya sé”... Quitamos a Jesús del pedestal y nos ponemos nosotros (sal de aquí, que ya me pongo yo).
 
El gran riesgo es acabar cerrando a Dios dentro de  nuestra realidad sin redimir, sin convertir. Encerrar a Dios dentro de nuestra mediocridad. Y entonces somos nosotros los que damos forma y contenido a la revelación de Dios.
 
Entonces, palabras como “conversión”, “seguimiento radical”, “puerta estrecha”, “cargar la cruz”, “hacer la voluntad de Dios”, “palabra de Dios”, nos resultan distantes...
 
Nosotros somos ciegos, Jesús nos da la luz. Así se revelan en nosotros las obras de Dios. Y al revelarse en nosotros el hacer de Dios nos convertimos en enviados (= piscina Siloé), enviados que creen y adoran.
 
Desde nuestra ceguera dialoguemos con Jesús...









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