Empezamos
un nuevo tiempo litúrgico. El Tiempo Ordinario, en el cual vamos contemplando
la vida de Jesús, su predicación, sus milagros, sus enseñanzas, sus opciones, sus maneras de hacer.
La
finalidad de este tiempo litúrgico es conocer más a Jesús, enamorarnos más de
su persona, de sus criterios, de sus maneras de hacer, de sus actitudes. La
finalidad es ser como Jesús...
Como
pequeño homenaje al Papa Benedicto, cito su texto magisterial más citado de
todos. Que tiene a ver con lo que decíamos de conocer a Jesús.
Primera
encíclica, primer punto de Deus Caritas Est: ”No se comienza a ser cristiano por una
decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento,
con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva”.
La finalidad del Tiempo Ordinario es vivir un encuentro transformante con
Jesús.
Hecha esta pequeña introducción litúrgica,
vamos al evangelio.
Fijaros qué dos acciones atribuye San Juan
Bautista a Jesús: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo”, “ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”.
Jesús nos libera del pecado y nos comunica el
Espíritu Santo. Síntesis perfecta del cristianismo.
Tradicionalmente, en occidente hemos puesto
más el acento en la primera dimensión: Jesús liberador de la esclavitud del
pecado. Y oriente ha puesto más el acento en la segunda dimensión: Jesús
comunicador del Espíritu Santo. Las dos se complementan y enriquecen nuestra vivencia.
Resumiendo: empezamos un nuevo tiempo litúrgico, se nos
invita a un nuevo encuentro con Jesús que nos libera de todo aquello que no nos
deja ser felices y que nos comunica su Espíritu …Dios en nosotros …
Cómo no desear enamorarnos más de
su persona, de sus criterios, de sus maneras de hacer, de sus actitudes...
Jesús liberador del
pecado, muy brevemente: Qué debe ser el
pecado que para suprimirlo, el Hijo de Dios se haya encarnado y tenga que morir
en una cruz.
Qué potencia destructiva ha de tener el pecado que para destruirlo hace
falta una medida tan impensable para nosotros, que Dios se hiciera hombre y
muriera en una cruz.
No agüemos el pecado. Es grave. Provoca mucho daño. Es muy abundante. Pedir
repulsión al pecado...
Dicho esto, quisiera
profundizar la expresión de Juan Bautista: “Ese es el que ha de bautizar con
Espíritu Santo”.
Si nos preguntara un
niño: ¿Cuándo nos bautiza Jesús en el Espíritu Santo?” Todos responderíamos
diciendo: en nuestro bautismo.
Dice Rainero
Cantalamesa, predicador de tres papas: “Debemos decir que Jesús Resucitado no
bautiza en Espíritu Santo unicamente en el sacramento del bautismo, sino que
también bautiza en la eucaristía, también cuando escuchamos su palabra, siempre”
(siempre nos quiere bautizar en Espíritu Santo).
¡¡Es como si un
padre se conformara en dar un abrazo a un hijo y nunca más no le diera otro!! ¡¡¡Los padres se mueren de ganas de
abrazar a sus hijos!!!
(lento...) Dios “nos
abraza” dándonos el Espíritu Santo.
Dios desea la unión
con cada uno de nosotros y ésta se realiza en el Espíritu Santo.
En el Bautismo
fuimos bautizados en el Espíritu Santo, recibimos el don del Espíritu Santo,
pero Dios continúa comunicándonos el Espíritu Santo.
¡¡Cada día, cada
mañana, cada tarde, cada noche, a cada paso, en cada lugar, en cada momento, en
cada actividad, Dios desea unirse a nosotros!! Desea bautizarnos “abrazarnos”
en el Espíritu Santo. Y qué encuentra muchas veces... un corazón cerrado,
despistado, centrado en otras cosas...
Tomemos consciencia
del continuo bautismo que Dios quiere hacernos en el Espíritu Santo.
Acabo con una bonita
frase de la primera lectura: “Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso”.
Dios nos lo dice a nosotros... nos hace bien sentir estas palabras... Muy
importante la imagen que tenemos de Dios...
Dios
que nos mira con una sonrisa, contento de nosotros, orgulloso. Urs Bon
Balthasar decía que Dios cuando nos mira no ve nuestro pecado, porque nos mira
a través del cordero de Dios que ha cargado con
nuestros pecados… ¡que bonito!… ¡¡madre mía!!...