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Celebramos hoy la
Solemnidad de Cristo Rey, con la cual finaliza, culmina, el año litúrgico.
Y en esta
culminación se nos presenta el premio, el premio de los que han sido fieles a
Jesús, a sus enseñanzas, a sus valores. Yo me doy cuenta que hablo poco del
premio. Más bien los evangelios los cojo por la parte más exhortativa de Jesús.
Mientras leía en la
misa el evangelio del domingo pasado, el de los talentos, me venía a la mente
que los que han administrado bien los talentos que han recibido, tienen el gran
premio. “Pasa al banquete de tu señor”. Y yo en la homilía no decía nada
de esto.
Hoy se repite la
misma idea, a los que han sido fieles a los valores de Jesús, Dios les dice: “Venid
vosotros, benditos de mi padre; heredad el reino preparado para vosotros desde
la creación del mundo”.
Forma parte de la
Buena Nueva de Jesús: al final hay un Gran Premio. Tanto amor dado, tantos
gestos escondidos de abnegación, tantos esfuerzos para ayudar a los demás, desvivirse por los demás, estar
pendiente de los otros, buscar el bien de los demás, tiene premio.
¡¡Tendremos premio!! ¡¡El mejor premio!! ¡¡El más grande!!: que es Dios
mismo. El cielo es Dios mismo. Es Dios por dentro, como os decía hace unas
semanas. Entraremos en comunión con Dios: ¡¡bondad total!, ¡belleza absoluta!, ¡la verdad plena! ¡En comunión con el
Amor!
Nos hace bien pensar
en este premio... Seguramente todos vosotros conseguiréis este premio… ¡¡porque
amáis mucho!!
Otra idea del
evangelio: Hay un juicio, pero es un juicio un poco especial. Porque nadie no
nos acusa de nada. Son nuestras obras las que nos acusan. Es nuestra vida, nuestras obras concretas las que nos salvan o
nos condenan.
Por tanto, atención.
No seremos juzgados por nuestras buenas intenciones, o por nuestros sentimientos, sino
por aquello que habremos hecho por los pobres y por los necesitados.
Pobres y necesitados
ciertamente lo podemos entender en un sentido amplio, por ejemplo:
. Hacer el voluntariado de estar en
la Botigueta es vestir al desnudo.
. Mirar de evangelizar a los que nos
rodean es procurar alimentar sus espíritus, hambrientos de Dios.
. Ser un emprendedor, un empresario,
que monta una empresa y contrata a parados, quiere decir estar vistiendo al
desnudo.
Por tanto, es
preciso entender las palabras de Jesús en un sentido amplio, pero no perdamos
nunca de vista el sentido literal de estas palabras, que son las obras de
misericordia, que tienen una gran fuerza y que nos han de remover por dentro...
Canarias y no lloramos...
Hay una escena impresionante en la película “La lista de Schindler” en la que el protagonista una vez ha liberado a los
judíos, cuando el tren ya ha pasado la frontera y bajan del tren, empieza a
mirar los rostros de las personas que él ha liberado, un rostro, y otro, y
otro, etc. Y entonces llega la escena sobrecogedora en la que él se lamenta
desconsoladamente por no haber sido más generoso. Porque, dice él, si hubiera
entregado los gemelos de oro, podría haber salvado a dos judíos más, si hubiera
vendido la insignia de oro, cuatro más…, si hubiera dado el dinero que llevaba
en la cartera, cinco más… Y a pesar del gran bien que ha hecho, llora y llora
desconsoladamente por todo el bien que podía hacer y no ha hecho…
Pienso que es una imagen del purgatorio. Llorar el bien que podríamos haber
hecho, y nuestro egoísmo impidió.
Es el mismo tema que el evangelio de la semana pasada. El que recibió un
talento y lo escondió. No hizo nada de malo, pero no hizo el bien que habría
podido hacer.
Si
podemos hacer el bien y no lo hacemos, estamos pecando. Hasta podemos estar
pecando mortalmente. Podemos
hacer tanto bien, tenemos tantos talentos. Talentos como tener dinero,
propiedades, tiempo disponible, capacidades humanas, etc… Podemos ofrecer tanto
a los demás… !!Rezarlo!!
Y acabo citando a Bernanos, en una obra suya “Diario de un cura rural”,
expone las conversaciones con diferentes personas del pueblo. Una de estas
personas es la mujer rica del pueblo que un día le pregunta: “¿Qué es el
infierno?” Y él responde: “El infierno es no amar”.