Hoy el evangelio es una llamada a perdonar siempre, siempre, siempre. Nos
cuesta perdonar, a mí el primero. Todos somos muy sensibles, con el amor propio
muy a flor de piel. Nos cuesta perdonar pequeñas ofensas y, a veces, nos parece
imposible perdonar una gran ofensa.
Caso real:
sacerdote, ordenado en Rumanía, época de Chauchescu, acabado de ordenar lo
meten en la cárcel. Cincuenta años allí
estuvo. En una cárcel tercermundista y comunista. A tortura día sí y día no.
Torturas y palizas que no se pueden explicar en una iglesia. Imaginad... y
durante cincuenta años...
Dos anécdotas
explicadas por él mismo: Un día un torturador le pregunta cómo es que usted no
se rebela nunca contra nosotros, no nos insulta, no nos maldice. Respuesta: ”Porque mi Dios me pide que os quiera”...
Segunda: Sale de la prisión, y un tiempo después iba por un pueblecito y
encuentra por la calle, de cara, uno de los que más lo había torturado. Él
explica: “El torturador esquivó la mirada
y se intentó esconder, yo me acerqué, le abrace y le dije “Gracias”...
Cincuenta años de torturas... ¡¡Alucinante!! no le dice “te perdono...” sinó
“Gracias”.
En la cárcel había
aprendido a amar... Como que ha aprendido a amar no guarda rencor, tiene paz,
es un hombre libre y feliz...
Llega un momento que hay tanto amor en nosotros que no te sientes herido, sino
que te sabe mal lo que ha hecho el otro. No perdonar quiere decir que no amas suficiente. Y hace falta pedir un
corazón grande a Dios.
Muchas veces, como que vemos que nos cuesta perdonar buscamos excusas,
justificaciones, para no perdonar. Y muchas veces allá nos quedamos “en el
valle de las excusas”: “Es que ha sido
por culpa suya”, “es que yo no he hecho nada”, “es que lo que ha hecho no tiene
perdón”, “es que me la ha hecho
demasiadas veces” (y la mejor de todas) “yo perdono pero no olvido”, quiere
decir que la ’ofensa sigue presente. Excusas, excusas, y más excusas... para no
perdonar. ¿Estás en el valle de las excusas?
“Ya vendrá él a pedirme perdón...”. ¿Sabéis quién hace el primer paso de
acercarse al otro cuando ha habido un problema? No el que ha hecho el mal...
¡sinó el que más ama! El que más ama es el que toma la iniciativa.
Esta dificultad para perdonar, tan enraizada en nosotros, nos ha de llevar
a contemplar con mucha, mucha atención, lo que Jesús nos dice en el evangelio.
Dos ideas:
Primera: Imagino que ha quedado claro que hemos de perdonar siempre.
Setenta veces siete quiere decir siempre. Por tanto, no llevemos la contraria a
Jesús. Es necesario perdonar siempre y hacerlo de corazón, y desterrar de
nosotros el rencor. Dice la primera
lectura: “Rencor e ira también son detestables”.
El rencor es como un cáncer. Nos hace daño a nosotros, crece en nuestro
interior hasta el punto de quitar la paz. Jesucristo, el médico de nuestras
almas, nos ayuda a extirpar este cáncer. Y lo hace proponiéndonos el perdón.
El rencor es como una piedra en el zapato. No puedes andar. Es muy molesta.
Hace falta quitarla enseguida. Es necesario pedir ayuda a Dios.
Dice Santa Teresa de Calcuta: “Perdonar
es una decisión, no un sentimiento”. Y es una decisión que tomas delante de
Dios. El perdón es como el agua encima de un incendio, apaga las irritaciones
del alma.
Segunda idea: Sorprende en esta parábola de Jesús la actitud del ministro,
incapaz de perdonar unos cuantos dineros cuando él ha sido objeto del perdón de
una cantidad desorbitada de dineros.
¿Qué ha pasado? ¿Cómo ha sido posible esto? Pues, que el ministro no ha
hecho experiencia del perdón recibido. Ha sido perdonado pero, él no ha hecho
experiencia del perdón recibido. No se ha dado cuenta de lo que ha pasado.
Esto nos puede pasar a nosotros, irnos confesando un poco rutinariamente y
no hacer verdaderamente una experiencia del perdón que estamos recibiendo.
¡Es tan grande lo que pasa en la confesión! Recibimos un perdón que nos
limpia, el pecado y la herida que nos había hecho queda eliminado. El perdón
reconstruye lo que el pecado ha destruido. El pecado por grande que sea o
reincidente que sea queda perdonado. Es una experiencia única.
Cuando hacemos experiencia del perdón de Dios, de este perdón tan grande,
gratuito, amoroso, entonces somos capaces de llegar a ser personas capaces de
perdonar. ¡¡Cuando a ti te lo han perdonado todo, y todo es todo!! Cómo no
perdonar un poco a los demás.
El motor del perdón es la experiencia de ser perdonados por Dios...
Cuando hacemos experiencia de lo mucho que hemos sido perdonados, somos
capaces de perdonar lo poco que nos hayan podido hacer...
Jesús
nos dice hoy a nosotros: “¿No convenía, pues, que tuvieras tú piedad de tu
compañero, como la tuve yo de ti?”.