CAMINEO.INFO.- En la película “De
dioses y de hombres”, grandísima película, el Padre Abad toma la decisión de
continuar en el monasterio a pesar del peligro que corren las vidas de los
monjes por las revueltas que se están produciendo en Argelia. En la reunión de
comunidad, sus hermanos le dicen a la cara y claramente que lo que ha hecho no
les parece bien, que él no puede tomar una decisión de este tipo. Porque ha
tomado una decisión importante que afecta a la vida de todos sin contar con su
parecer. En la reunió de comunidad se palpa la tensión, son momentos delicados,
están muy molestos con la actitud del Padre Abad y le están corrigiendo. Pero,
en las imágenes siguientes se percibe claramente que siguen amándose
profundísimamente. ¡Enmienda y caridad van de la mano!
Hoy las lecturas nos
hablan de la enmienda, de la corrección fraterna. La primera lectura nos da una
imagen muy viva: “centinela” “te he puesto de centinela”. Centinela es aquel
que vigila y avisa de los peligros, advierte a los demás. Hoy Dios, a través de
la palabra, nos propone ser centinelas: cuando vemos peligros avisemos a los
hermanos. Centinelas imagen poderosa, para rezarla. El centinela vigila, avisa,
porque ama...
Las palabras de
Jesús en el evangelio de hoy son un poco raras. ¿Os habéis dado cuenta? Es
extraño como Jesús baja tanto al detalle. En ningún otro evangelio lo hace.
Primero, vas a encontrar a tu hermano, después llama a otro, si no os hace
caso, háblalo con la comunidad. ¡Jesús nunca da tantos detalles! ¿Por qué lo
hace? Porque el tema de la corrección fraterna es muy delicado. Tan delicado
que aunque Jesús nos exhorta a ejercer la corrección fraterna, casi nunca la
ponemos en práctica.
Dice Jesús: “Si
tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos”. No dice “critícalo con
los familiares, amigos y vecinos”, no dice “ves explicando a todos el mal que
ha hecho”, ni dice “queda indiferente”. ¿Cuántas veces esto es lo que hacemos?
Cuando oímos una
crítica, digamos: “por qué no vas a
encontrarlo y lo habláis vosotros dos solos”. Cuando vamos a hacer nosotros
una crítica, tendríamos que pensar: “lo
que Jesús quiere es que vaya a encontrarlo y lo hable con él”.
¿Qué encontramos en
el trasfondo de esta propuesta de Jesús? Caridad. Corriges porque amas. El motor
de la corrección es el amor. San Pablo nos ha dicho hoy en la segunda lectura: “Amarás
a tu prójimo como a ti mismo”. ¿Te gustaría que si estuvieras equivocado te
ayudasen, te iluminaran? Sí. Pues haz tú lo mismo hacia los demás. Corregimos
porque amamos.
Me decía, hace un
tiempo, una madre de la parroquia. El
otro día estaba en una tienda y mi hija me pidió una cosa, le dije que no, y
ella me contestó “no me amas”. Y yo le dije: “porque te amo te digo que no”. Es
el amor que lleva a esta madre a decir no.
Es el amor el que
nos lleva a corregir, si lo que nos
lleva es el deseo de desahogarnos, de poner los puntos sobre las “íes”,
de hacer reproches por un mal comportamiento, entonces más vale no decir nada.
Corregir es una
manera muy bonita de amar. Cuesta, es difícil, pero amar lleva a corregir...
cuando alguien nos corrige con caridad es porque nos ama... ¿Corregimos, lo
hacemos movidos por la caridad?
Continúa diciendo
Jesús: “Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto
quede confirmado por boca de dos o tres testigos”. No dice, “si no te hace
caso móntale un “pollo””, “vociférale”, “amenázale”, “humíllalo”. ¿Cuántas
veces hemos hecho todo esto?
Pues Jesús no nos
propone nada de todo esto, sino pide ayuda a otros, que dos o tres te ayuden a
ver si descubre su error. ¿Es éste nuestro obrar?
Continúa diciendo
Jesús: “Si no les hace caso, díselo a la comunidad”. La comunidad, la
familia del espíritu, también tiene su papel. ¡¡La dimensión comunitaria, qué
importante!!
Vale la pena
destacar que hasta después de todo el proceso seguido, aunque el otro no se
corrija, no hay una condena. “Considéralo como un gentil o un publicano”,
es decir, considéralo como alguien que
se ha de convertir, que ha de cambiar de vida. No es una condena.
No dice “niégale la
palabra”, “no le hables”, “hazle la vida imposible”, “amárgale la
existencia”,”habla mal de él siempre que puedas”. No.
Más bien, parece que
con las palabras finales haga una exhortación a rezar por aquella persona: “Os
aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para
pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo”.
Parece que esté
diciendo: “Si la acción de los hombres no ha podido, déjalo todo en las manos
de Dios, que él, si lo pedís acabará tocando el corazón del hombre”.
¡Cuánta sabiduría
hay en el Evangelio! ¡Cuántas indicaciones de vida que nos ayudan! ¡¡Esto que
hemos visto y hemos oído no nos lo podemos callar!!